sábado, 24 de diciembre de 2016

Roberto Bolaño; el espíritu de la ciencia ficción




Foto: Especial



Por: Patricia  Godoy /corresponsal


Como uno de esos poetas perdidos en los desiertos de Sonora que él mismo creó, Roberto Bolaño caminaba de espaldas a la celebridad y detestaba el éxito. Tal como ha descrito su amigo, el escritor mexicano Juan Villoro, Bolaño “no aspiraba a ser famoso. Ni siquiera a ser un ‘autor distinguido’”. Así era ese enjuto escritor chileno fallecido en 2003 y que, gracias a sus novelas Los detectives salvajes y 2666, ha acabado convertido en una leyenda literaria muy a su pesar.



Pero, ¿cómo viviría Bolaño su fama? El poeta chileno Bruno Montané, otro amigo muy cercano al escritor durante sus correrías de finales de los 70 en el DF y con quien mantuvo una larga amistad, añade un matíz a las palabras de Villoro: Bolaño no tenía problemas con la fama, “lo que le incomodaba no era el reconocimiento sino la notoriedad, que llamaba ‘peaje’”.



Montané explica a Excélsior que “la época en la que Roberto comienza a tener éxito coincide con los años más críticos de su enfermedad y la demanda de entrevistas, los viajes, suponían para él una exigencia terrible”.



Trece años después de su muerte, Bolaño sigue más vivo que nunca. Y ahora vuelve a la actualidad con la publicación de su nuevo libro póstumo, El espíritu de la ciencia ficción, que su ahora editorial, Alfaguara, presentó en la pasada FIL de Guadalajara.



La novela es una pieza de iniciación literaria que puede verse como antecedente de su libro más célebre, Los detectives salvajes. Transcurre en la Ciudad de México durante los años 70 y narra la vida de dos jóvenes escritores, Jan y Remo, que viven la bohemia literaria de la capital.



CARTAS LITERARIAS DESDE BLANES

El proceso de escritura de El espíritu de la ciencia ficción transcurrió en la década de los 80. Y fue en Blanes, el pequeño pueblito de la costa catalana en el que el chileno vivió hasta el final de sus días, donde la terminó. Enclaustrado en su apartamento,  Bolaño pasaba la mayor parte del tiempo escribiendo y cultivando una de sus grandes aficiones: enviar cartas a sus amigos. Uno de los destinatarios habituales de aquellas misivas era el poeta Bruno Montané, con el que había fundado en México el movimiento Infrarrealista y que, además, es el Felipe Müller en Los detectives salvajes.



En una de aquellas cartas, a la que Excélsior tuvo acceso, Bolaño confiesa frustración por la escritura de esta novela y se hace preguntas sobre el futuro de sus personajes y el curso de la historia; una misiva, como todas las suyas, “muy literaria”, según Montané.



“Querido Bruno: Ven cuando quieras. Blanes, friísima, gris, neblinosa, y yo más bien blanco, helado y con vientos lentos como escenas que simplemente no cuajan (¿Ligarán Jan y Angélica una noche en la azotea? ¿Le contestarán alguna vez de los U.S.A.?) (¿Podrá Remo manejar una moto? ¿Se decidirá a follar con María?) (¿Se destapará el misterio de los mil talleres de poesía?¿Quién está detrás de todo?) ¿Un mal narrador? Dios no lo quiera, pero a veces me lo parece”, escribía Bolaño.



Fechada en diciembre de 1985, esta carta muestra a un desesperado Bolaño para el que la escritura de El espíritu de la ciencia ficción es compleja. Así se despide de Montané: “¡¡Mi novela debe estar terminada antes del 86!! ¡¡¡San Philip K. Dick apiádate de mí!!!”.



LOS PÓSTUMOS

El archivo Bolaño del que incluso hace unos años se hizo una exposición en Barcelona parece un bombín mágico del  que no dejan de salir conejos blancos. El escritor chileno dejó a sus herederos una buena colección de manuscritos y obras diversas más o menos terminadas. De ahí han salido siete títulos póstumos:El gaucho insufrible (2003), 2666 (2004), Entre paréntesis (2004), El secreto del mal(2007), La Universidad Desconocida (2007), El Tercer Reich (2010) y Los sinsabores del verdadero policía (2011).



A todos ellos se añade ahora El espíritu de la ciencia ficción, la primera novedad que publica Alfaguara, sello que hoy posee los derechos de toda la obra literaria de Bolaño (incluyendo 21 títulos ya publicados y dos nuevos: esta novela y un libro de cuentos).



RELACIÓN POLÉMICA

Con esta operación, la relación entre la editorial Anagrama –que descubrió, lanzó y tuvo por años en su catálogo al escritor chileno–, y los herederos de Bolaño, representados por su viuda, Carolina López, terminó definitivamente. Una noticia que provocó un cierto ruido mediático.



El histórico editor de Anagrama y amigo de Bolaño, Jorge Herralde, ha denunciado que la relación editorial no terminó por dinero ni por la necesidad de proyección internacional de la obra del chileno, como asegura la viuda, sino por una polémica personal vinculada con la relación sentimental que Bolaño mantuvo en los últimos años de su vida con Carmen Pérez de Vega. Una relación que siempre ha sido negada por López pero que es bien conocida por sus amigos de aquellos años.



Este asunto, que debería inscribirse en la esfera de lo privado, ha cobrado cierta relevancia polémica en el mundo cultural y literario en España –con artículos, cartas, entrevistas, réplicas y contra réplicas entre sus familiares y amigos más cercanos–.



EL PRECIO DE LA FAMA

En medio de esta maraña de encuentros y desencuentros más típicos de la prensa rosa, se publica El espíritu de la ciencia ficción. Una novela que invoca el espíritu literario de Bolaño y hace imposible no preguntarse: ¿Qué pensaría de su éxito póstumo?.



Sus amigos cercanos tenían la íntima certeza de que sus libros iban a perdurar, pero, como escribió Juan Villoro, nunca imaginaron a Bolaño recomendado en la televisión norteamericana por Oprah Winfrey. Ni tampoco musicalizado por Patti Smith. Roberto Bolaño hoy es Pop, y ya se sabe que el Pop, como Saturno, devora a sus hijos.




¿Qué pensaría de su fama? Puede que, como los poetas que inventó, se encendiera otro cigarro y se perdiera en el desierto de Sonora, caminando “de espaldas, mirando un punto, pero alejándonos de él, en línea recta hacia lo desconocido”. En dirección a ese lugar equívoco llamado fama en el que caben, incluso, aquellos malditos que se convierten en leyenda a su pesar.

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