viernes, 6 de enero de 2017

Cartografía de la videodanza



Género en expansión. Foto: Aimée Duchamp



Por:  Marina  Terán


Como cierre de año 2016 hubo un conjunto de festivales de videodanza en la capital del país y en su periferia:


Movimiento en Movimiento, en la Sala de Arte Público Siqueiros; Primer Festival Internacional de Videodanza de la Ciudad de México, en las sedes Centro Cultural del México Contemporáneo y la Casa del Tiempo de la UAM; y Agite y Sirva, en el Centro Cultural San Pablo y la Biblioteca Henestrosa en la ciudad de Oaxaca.



Es digno de atención por la especificidad artística de este género híbrido (resultante de la combinación de los lenguajes de la danza, la coreografía, el video y el cine), así como por su programación sucesiva en un periodo concreto entre el 24 de noviembre y el 18 de diciembre, que intensificó su actividad de presentaciones.



Dicho conjunto de festivales se hermanó a su vez con Eject, Festival Internacional de Videoperformance, ocurrido en el Laboratorio Arte Alameda, que lo precedió entre el 17 y el 18 de noviembre.



La historia del género comienza en el campo del performance, donde se realizaron las primeras experimentaciones entre cuerpo y video (Laura Ríos, La videodanza: género transmutante del arte noventero).



Luego la danza contemporánea, influida por el performance, se involucró en las indagaciones interdisciplinarias, planteando propiamente ya la videodanza, donde existen cuerpo y lenguajes dancísticos tratados diferenciadamente a través del video y el cine.



Movimiento en Movimiento comprendió un abanico amplio de propuestas actuales: desde un extremo de tratamiento poroso y pálido de la imagen del video, en la cual el personaje se borraba sustrayendo su figura humana instalada en una terraza, obra del coreógrafo Benito González, hasta el extremo opuesto de tratamiento pulcro y contrastado de la imagen del cine que recreaba una pesadilla en la que los cuerpos se petrificaban con sal, de la artista Maria Lloyd.



Un matiz interesante de este festival fue incluir una propuesta de videodanza en tiempo real sobre la gestualidad de la sonrisa, transmitida por la aplicación de skype, de la bailarina Emilie Morin.



Sin embargo, en el centro de dicho abanico la mayoría de las propuestas proyectadas recurrieron a la providencia de la tecnología de la imagen, y así poder potenciar tipos de cuerpo que, en condiciones reales, no se apreciarían: el cuerpo anatómico, el cuerpo doméstico, el cuerpo ciudadano, el cuerpo narrativo, el cuerpo dancístico, el cuerpo cinemático y el cuerpo fotográfico. Estas propuestas destacaban a la vez por sus efectos de postproducción en las imágenes y el montaje coreo-cinematográfico.



Por estas características, el festival en su quinta edición se orientó más hacia una tendencia fílmica del género de la videodanza.



Y, en esa misma tendencia, se perfiló el Primer Festival Internacional de Videodanza de la Ciudad de México, aunque algunos trabajos funcionaron más como registros en video de obras coreográficas que videodanzas propiamente dichas.



Finalmente, el festival itinerante Agite y Sirva, ocurrido del 13 al 18 de diciembre en Oaxaca, se definió por proyecciones con equilibrio entre la tecnología audiovisual, el cuerpo y el entorno. Sobresalieron las propuestas que utilizaron la imagen del video como recurso para amplificar un cuerpo sensible afectado por el ambiente, entre ellas las de Pierre Larauza, Gabriela Ruvalcaba y Aimée Duchamp.


Este festival en su octava edición encerró una preocupación filosófica del género de la videodanza sobre la dialéctica del cuerpo con tipos de urbes, arquitecturas e interiores, lo que lo colocó como el más maduro de todos los festivales presentados en esta cartografía.

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