Fotografía. Wordpress
Por: Raúl Díaz
Cuando hace algunos pocos ayeres José Luis Castillo accedió a la dirección de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes (OCBA), escribí que eso era lo mejor que la había pasado a ésta en muchos años. La afirmación era arriesgada pero la práctica (criterio marxista de la verdad), me concedió la razón. Razón confirmada con un par de funciones de la semana pasada efectuadas en el Teatro Julio Castillo (antes Del Bosque), que fueron el estreno en México de la hermosa ópera La finta semplice, que el Divino Mozart escribiera cuando tenía apenas 12 añitos de edad.
Se trata de una comedia de enredos cuya idea original corresponde a Carlo Goldoni, adaptada por Marco Coltellini en 1768 en italiano, por supuesto, para que el pequeño Mozart la hiciera ópera, misma que se estrenaría en Viena con ocasión del matrimonio de la archiduquesa María Carolina con el rey Fernando de Nápoles. El título podría traducirse como “La ingenua fingida”, o quizás más real pero menos literariamente, “La que se finge o simula ser simple”. El pretendido estreno vienés no pudo realizarse, por lo que se pospuso hasta mayo del año siguiente, 1769, y se efectuó en Salzburgo y no precisamente en las mejores condiciones.
Aunque medio complicada la trama como corresponde a toda comedia de enredos que se respete, esta falsa inocente nos cuenta, reducidísimamente, las aventuras de los militares Fracasso y Simone que, hospedados en el castillo de los hermanos Cassandro y Polidoro, tratan de conseguir los amores de Giacinta y Ninetta, quien propicia que Casandro se enamore de Rosina, hermana de Fracasso. Final feliz como corresponde.
La música es de fluidez enorme, por demás agradable y riquísima en matices, y sirve para corroborar por enésima vez lo que hemos afirmado desde siempre: no ha existido jamás un genio musical más grande y lumínico que el Divino Mozart, no obstante su edad al componer esta ópera, pues es de enorme complejidad –partiendo de que es justamente eso, ópera. En pleno siglo XXI, en México, los niños de esa edad apenas están terminando la primaria.
El caso es que se perdió por muchas décadas y, según nos cuenta Juan Arturo Brennan, fue hasta 1921 que volvió a representarse en una versión alemana.
A cinco años de cumplirse un siglo de eso, y a 248 de su estreno original, La finta semplice arribó por fin a nuestros escenarios y esto, en los anales de nuestra ópera, es histórico sin que esté exagerando.
El responsable de ello es José Luis Castillo y de la OCBA que se prestó para ello, agenciándose la complicidad de la Coordinación de Teatro de Bellas Artes, y ya en montón involucraron algunos integrantes del Estudio de la Ópera, quienes actuaron bajo la dirección de Alberto Villareal que trasladó las acciones al hoy y aquí. Los jóvenes ingenuos cantantes que sucumbieron a la mozartiana tentación fueron: La soprano Graciela Morales (Rosina), el tenor Edgar Villalva (Fracasso), el barítono Jorge Ruvalcaba (Cassandro), la mezzosoprano Frida Portillo (Giacinta), el tenor Enrique Guzmán (Polidoro), la soprano María Caballero (Ninetta) y el bajo-barítono Rodrigo Urrutia (Simone).
Delicioso juguetito que no merece quedarse con esas dos únicas funciones de estreno, sino que debe repetirse muchas, muchas veces más.
Fuente: Proceso.
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