miércoles, 3 de mayo de 2017

Presencia, persona, potencia de Rocío Sagaón



Por Gustavo Emilio Rosales *



Murió pero está viva. Lo seguirá estando, con certeza, por que la sabiduría genuina de la que antaño hizo derroche significa, de acuerdo con el antiguo Cosmos griego, decidida apertura hacia la verdad cuyo vocablo es Aletheia: no ocultamiento, tranco despejado hacia la luz que es el saber; fundamento de Vida.



1.Los bailarines, a diferencia de las masas, se inclinan a escapar de la Historia para engendrar, de motu propio, su propia dimensión existencial, tejida principalmente con efigies efímeras y potencias perennes. Fue el poeta francés Paul Valéry quien primero detectó este fenómeno, al afirmar que “La danza no es del todo más que una forma del Tiempo, no es más que la creación de una especie de tiempo, o de un tiempo completamente distinto y singular”. En este sentido, alguien avocado por entero a realizar danza se encuentra construyendo su dimensión de ser, de forma íntegra (realizándose a sí mismo en la danza y como danza), dentro de un orden opuesto al de la sucesión lineal, donde los datos duros construyen un imperio de percepción con afán conquistador, dirigido a ocupar toda posible noción de realidad. La danza no negocia su valía con los cuentos colosales de la Historia: es un canto corporal que discurre al lado de ellos, trazado sobre la piel del impensable movimiento original.



2.-Fiel a su vocación de bailarina, Rocío se sumergió para siempre en el universo de la danza cuando dejó de apellidarse López Bocanegra para asumir, cual divisa, las connotaciones energéticas de la palabra Sagaón, que remiten a la mítica dignidad con la que eran llamados los enviados del Cielo, faraones, en el antiguo Egipto. Así, su nombre definitivo cobijó con congruencia una personalidad fuera de serie, a la vez avasallante y maternal, cálida y firme; como en el verso de Shakespeare, el nombre de la rosa fue la Rosa.



3.- ¿Dónde se encuentra la memoria de lo que fue la danza? Stricto sensu, en los labios, en la mente, de los que la vivieron, mirándola, suscitándola, y apenas algo más: en algún pie de foto, en una providencial columna de 1200 caracteres, en un rarísimo ensayo crítico a página completa y, actualmente, en alguna escueta entrada de blog o pequeños textos que circulan por algunos días u horas en las redes sociales. Los libros al respecto son contados y nunca son best-sellers. Sociedades como la nuestra, hijas de la unión bastarda entre la Modernidad y las prejuiciosas herencias simbólicas de la conquista eclesiástica tienden a construir su imagen del cuerpo en modelos afirmativos y palpables, que prometen aceptación, incluso éxito, gregarios; pero la danza exige otra postura, problematiza al cuerpo y lo compele a transformarse de acuerdo a su deseo, por encima de las trabas y cuñas de la legislación social. Debido a esta tendencia de condicionamiento corporal, la danza en México, mayoritaria e institucionalmente, se enseña y difunde desde el acartonado mirador del virtuosismo técnico, que es algo que los burócratas creen poder estimar, y no desde la libertad desarrollada en el análisis, la exploración y la voz crítica.



A la manera en que me es posible recordarla y a partir de indagar en registros de quienes la recuerdan o recordaron, Rocío fue, como pocos, memoria viva, caudal de visiones resguardadas; encarnó, desde este orden de ideas, la noción de lo contemporáneo señalada por el pensador italiano Giorgio Agamben como la capacidad del individuo para desarrollar y cuidar vínculos entre tiempos distintos, entre realidades diversas, prestando atención también a las zonas oscuras del complejo devenir cultural y no sólo a su evidente superficie. Esta rara cualidad impregnó sus espacios; empapa todavía con ventura, aun por sobre el considerable nivel de la humedad xalapeña, cada rincón de la mágica casa donde ella y el fotógrafo francés Georges Vinaver criaron a sus tres hermosos hijos entre piezas asombrosas de la era prehispánica, rescatadas del fondo del Tiempo por Miguel Covarrubias, el primer gran amor de Sagaón; objetos elocuentes de múltiples culturas, adquiridos en persona por Rocío a lo largo de otra de sus profesiones más queridas: la de viajera permanente; fotografías que por allá, por acá, por acullá, invocan a los cómplices de quien en varias ocasiones fuera nombrada “la mejor bailarina de México”, “la primera estrella de la Época de Oro de la danza nacional”, la “Musa de Zapata”; a saber: José Limón, Guillermo Arriaga, Guillermina Bravo, Waldeen, Evelia Beristáin, Ana Mérida, Ana Sokolow y un largo etcétera donde caben el resto de los protagonistas de un ciclo en el que se vivió con autenticidad y fervor profesional lo que hoy se denomina, no sin pompa, el “multimedia”: la colaboración continua y respetuosa entre artistas de disciplinas diversas, unidos en torno a un proyecto convocante, destinado a completarse en la mirada del otro. 




4.-Nunca cesó la danza en ella porque ella comprendió, como sólo pueden hacerlo las personas conscientes, que la danza no es la ejecución meramente física de un puñado de destrezas sino una filosofía de vida que marca por igual el dolor y el espanto, el detalle y el logro. No fue alguien que hizo danza, sino persona que se hizo a sí misma en la danza, de forma permanente y en campos tan diversos como el cultivo de nuez de macadamia, la crianza maternal, la lectura profunda, el gozo de la charla, la practica jovial del buen comer y la realización de grabados y piezas de cerámica, en la que alcanzó un grado de maestría que permite vislumbrar sus colecciones –señaladamente, Las Malqueridas y Clan de Fuego- como un testimonio permanente de su grandeza espiritual, de su genio creativo.



Hacia finales de los setenta, concibió y promovió un lance que hubiera cambiado radicalmente la faz y el temple del arte coreográfico en México, de no ser porque artistas convocados, patrocinadores y funcionarios fieles a su paradigmática ceguera laboral “la dejaron colgada”. Se trataba de un ciclo de funciones –llamado Danza Hebdomadaria, porque estaba planeado para ocurrir semanalmente- en que podrían convivir procesos artísticos espontáneos e inducidos, provenientes de protagonistas de disciplinas diversas, en consonancia con el tono principal de investigación creativa predominante en la danza posmoderna americana fundada en Nueva York por el colectivo de la Judson Memorial Church. Considero que la no continuidad de este proyecto fue un momento bisagra en la trayectoria laboral de Rocío Sagaón, en el que ella comprendió que el arte mexicano iba a plegarse enteramente a la vocación oficialista dictada desde el PRI, consistente en “congelar” el capital simbólico de México en los dictámenes e imaginarios patrioteros del anterior nacionalismo. Rocío, quien vivió, por cuenta y mérito propios y también al lado del esplendor intelectual y creativo de Miguel Covarrubias, la era nacionalista con vigor y pasión desenfrenados, no podía aceptar una vuelta acartonada hacia el pasado, por lo que se concentró en hacer prosperar su genio artístico dentro de rutas propias, alejadas de la mediocridad del Mainstream.



5.-Su personalidad de terremoto en ciernes fue, paradójicamente, amorosa. Te dabas cuenta de que si eras aceptado dentro de su radio inmediato de acción quedabas a resguardo de un poder ancestral, directamente conectado a los dones de la Tierra. Sólo el poeta y novelista cubano José Lezama Lima –que, en Paradiso, hace que sus personajes hablen de mitología etrusca y metafísica alemana mientras se encuentran sumergidos en plena faena de cocina, pelando papas y haciendo sopas- hubiera podido registrar con certeza la honda gama de tesituras existenciales y anécdotas sin par que constelaban la capacidad de conversación de la bella, bellísima, Rocío –fotográficamente eternizada en el instante mismo de su beldad danzaria por su hermano, el también genio Nacho López-, quien pasaba de iluminar aspectos nada evidentes de un libro de Marguerite Yourcenar a ponderar el sabor original de una exquisita tortilla de maíz, para, acto seguido, narrar cuando, en la gira internacional de la coreografía Tonantzintla, la carga escenográfica quedó varada en algún mal puerto ruso y la comunidades de China, que esperaban ansiosas la correspondiente función, no tuvieron más remedio que echar mano de su proverbial capacidad de producción para realizar hasta el más mínimo detalle de los ambientes imaginados por José Limón a partir de la magnífica iglesia ubicada en el Estado de Puebla, mediante el uso de coloridos lienzos de papel. “Fue tal nuestro asombro ante tal reinvención, que a nadie se le ocurrió tomar una foto de este milagro de voluntad y de trabajo”, lamentaba.




6.-No es que no haya muerto. Ha muerto, y para siempre, como todos habremos de morir. Por lamentable que esto sea, ella no hubiera querido poner acentos en un hecho tan convencional, por estadístico, como la muerte, sino, sobre todo, en la manera de vivir que ella encarnó, y a la que Michel Foucault, en el momento de concebir una ética de la existencia, denominó con tino como “un Arte de Vivir”.




He insisto, en tanto me demoro en la contemplación de las imágenes que el fotógrafo uruguayo Sebastián Kunold capturó a partir de la obra Contiguos, en la que Rocío, a sus 81 años, bailó junto a su inigualable hija Djahel y con el gran David Barrón, quien gestó este proyecto, y en donde ella luce la consideración de madurez consciente que Grotowski detectó al observar la foto de Gurdjieff sentado en una acera de París, al final de sus días: el paso de la esencia del cuerpo al cuerpo de la esencia; no es que no haya muerto, es que sigue viva; es que esa vida suya, inacabable y al alcance, se manifiesta en las huellas perdurables de quien supo que el hacer bien las cosas es hacerlas de cuerpo entero y en presente, con todas las ganas de vivir, con el absoluto asombro de vivir, como si sólo existiera una oportunidad y no más para llevar a cabo el lance que se ha decidido y en el cual vale la pena comprometer la vida entera. 




La vida majestuosa y fértil de Rocío Sagaón no se perderá en tanto que, con el debido honor, la recordemos y sepamos viajar a la vera de su fecunda inspiración

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