sábado, 9 de septiembre de 2017

César Aira de visita en México


Por: Virginia Bautista

Para el escritor argentino César Aira no hay certezas en la literatura, “ésta no busca la verdad”, por eso le apasiona construir en sus obras mundos ficticios que después él mismo pone en duda o destruye.

“Hay una confusión en considerar a la literatura como un elemento de construcción social, de crear conciencia, de denunciar problemas. La literatura es un arte, un juego”, afirma en entrevista con Excélsior.

El autor de unas 60 novelas parte de la premisa de que el humor salvará al hombre, por eso apuesta por él. “Lo mío es la ironía en el sentido del distanciamiento, de no tomarse las cosas muy en serio, de verlas desde cierta distancia. La ironía es una forma de la cortesía, no tomarse en serio a uno mismo es abrirse a otras opiniones y modos de ver el mundo”.


El juego literario de Aira inicia al inventar personajes, como los indios mapuches o las niñas punks, a quienes les crea mil rostros que cambian durante la historia; y continúa al trastocar la identidad y reapropiarse de la historia argentina, a través de seres que siempre persiguen un secreto que, al final, no lo es.

La historia necesita siempre un conflicto, algo que la haga avanzar y el conflicto siempre necesita un secreto, algo de misterio. Muchas veces me meto en problemas creando un enigma que no sé cómo resolver”, agrega.


Sobre el hecho que se le defina como el escritor más imaginativo de las letras hispanas, aclara que siempre es discutible. “No vale la pena entrar a hacer listas del número 1, 2 o 3. La imaginación es un campo de libertad y también tiene algo de patológico; en el sentido de que yo fui un niño maltratado, miope, tímido, todo lo que hace que uno necesite evadirse. Yo me evadía con los libros de Salgari y creo que luego seguí evadiéndome con mis propias historias”.


El narrador nacido en Coronel Pringles (Argentina) en 1949 admite que su imaginación es eminentemente visual. “A pesar de o porque soy miope y fui miope desde niño, todo lo que se me ocurre se me ocurre vién-do-lo; y pienso mi relato casi como una película, como una sucesión de cuadros. Y también está el hecho de que escribo muy lento y entonces cada frase la pienso media hora y en cada cosa estoy poniendo esos detalles, esos pequeños chistes, juego de ideas en cada línea”, añade.


Ya en rueda de prensa, el también ensayista y traductor explicó ayer que escribe en este mundo que sólo busca la utilidad como un modo de resistencia, como un campo de libertad.

Inevitablemente, en nuestra sociedad todo se está volviendo obligatorio. Lo noto yo, que debo ser el último ser humano que no usa teléfono celular y siento la presión creciente. Creo que voy a tener que arriar esa bandera histórica mía y comprarme uno. Estoy en contra de esas campañas de promoción de la literatura, que los niños lean, creo que eso hay que dejárselo a cada uno. Si todo es obligatorio, que la literatura no lo sea ni se parezca a una obligación. El que no quiera leer que no lea. Después de todo, los que hemos leído no hemos ganado gran cosa”, asegura.
Ante esto, el autor de Entre los indios y La liebre, dos de sus títulos que acaba de publicar en México editorial Era, aclara que con sus juegos literarios no se burla de sus personajes ni de sus lectores.

Yo soy un lector y nos respetamos entre lectores. Sigo siendo lector, incluso cuando escribo. Ser lector es el control de calidad de lo que estoy escribiendo. Pero también hay un momento en la vida del escritor en que se pregunta si no estará inventando una nueva clase de lector”, destaca.


EN CONTRA DE LA NOVELA HISTÓRICA


Aira confiesa que es un militante en contra de la novela histórica, a pesar de que ha recreado temas del pasado de su país. “No me gustan esos escritores que toman la Historia como una especie de supermercado para ver episodios y personajes, y toman uno y ya tienen la mitad del trabajo hecho. La historia tienen que escribirla los historiadores, bien escrita, y la novela debe ser otra cosa”, dice.

Quien este año ha publicado Una aventura, Eterna juventud y Saltó al otro ladocuenta que un amigo suyo dice una gran verdad: que a los lectores la literatura no les alcanza, que necesitan algo más. “Quieren saber algo de historia, de problemas sicológicos, sociológicos, de derechos humanos. Las novelas que son sólo literatura, como las mías, no las quiere nadie, y cuando le pongo un elemento extra se aferran a él. Los indios de mis novelas los inventé yo, puse que eran mapuches, pero no, son ficción. Y ahora, irónicamente, ejemplifican la problemática del mapuche”, indica.


Respecto a cuál es su novela favorita, el autor detalla que se siente “arrepentido” de casi todas sus obras. “Las que más me gustan son las que más se parecen a cuentos de hadas, las que menos pie dan a los críticos o a los lectores para apoyarse en un tema. Las que son pura fantasía. Una de las modélicas es La princesa Primavera, es una de mis favoritas, porque es puro juego, una burbuja coloreada”.


Aira adelanta que acaba de escribir dos novelas que están en proceso de corrección. “Quise probar dos géneros: uno es el gótico, aparecen cadáveres y castillos embrujados; y la obra es una novela romana en homenaje a mi hijo, porque es muy entusiasta de los romanos antiguos; es la historia de un general romano que lo mandan al frente de una legión a pacificar la Panonia. Una novela gótica y una novela romana”.



Paciente, de buen humor, Aira, que charlará mañana con Claudio López en el marco del Hay Festival, accedió a hablar de todo, desde la brevedad de su obra y su guiño con la poesía hasta el helado de chocolate que les gustaba de niño, pero nunca comió. “Por ser obediente, compraba helado de limón, porque me decían que quitaba la sed”.

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