viernes, 22 de septiembre de 2017

Gabino Palomares: 45 años de hacer canciones



                                       Foto: Cortesía Gabino Palomares


Por: Luis Carlos Sánchez



Hay situaciones, cuenta Gabino Palomares (1950) “en que tienes que decir panfletos, yo no me avergüenzo de hacer panfletos, porque cumplen una función, cumplen una manera de comunicarme con la gente”. El autor de La maldición de la Malinche lleva 45 años cantando, y lo ha hecho igualmente en huelgas, toma de tierras, protestas estudiantiles o desalojos, pero también en los más importantes escenarios de México, como en el Palacio de Bellas Artes.



La canción política es eminentemente panfletaria, pero Mario Benedetti reivindica el panfleto como una literatura emergente”, dice. Palomares está a sólo unas horas de celebrar otro aniversario cantando contra la injusticia: mañana se presentará en un concierto en el Teatro de la Ciudad, en el que le acompañará su amigo y guía Óscar Chavez y María Inés Ochoa, hija de su compañera inseparable Amparo Ochoa, fallecida en 1994.



El cantautor no tiene problema en aceptar su filiación marxista y confesarse aún como un entusiasta de la Cuba comunista, y hay en su mirada y en sus palabras un dejo de sinceridad amigable, de esa bondad que imprime en sus canciones. Antes de subir al escenario, Palomares habla con Excélsior de aquello que ha encendido su vena creativa, de lo que ha henchido sus venas de coraje para exigir justicia y de lo que le ha permitido conectar con la gente.



Yo marco el inicio de mi carrera el 6 de mayo de 1972, cuando participé en un festival universitario en San Luis Potosí. Después me dediqué a la música completamente. Cuando llegué a la Ciudad de México venía a ser famoso y rico, pero me di cuenta de que mis canciones no le interesaban mucho a los medios de comunicación, aunque paralelo a esta búsqueda empecé a ser invitado por organizaciones sociales, y encontré que ese era el camino, que convivir con la gente que lucha por sus derechos, por un país más justo, era mi camino”, dice.



Pero ¿dónde empezó todo? “Empezó con el altiplano potosino. San Luis Potosí es una zona dividida climáticamente de manera radical. Está la Huasteca y el altiplano, en donde hay miseria, una situación inhumana, y yo fui a llevar unas pipas de agua para ayudar a la gente. Para mí fue un enfrentamiento con la realidad, me conmoví mucho, aunque siempre había estado en una familia de escasos recursos. La pobreza extrema es humillante y a partir de ahí hice una canción llamada Mi desierto; por ahí iba la cosa”.



Una amiga, la pintora Tere Palau, le enseñó discos de Óscar Chávez, de Mercedes Sosa y de Joan Manuel Serrat y las cosas volvieron a moverse, aunque ya había un antecedente. “Yo cantaba en las rondallas, en las estudiantinas, ya tenía algún recurso musical y había leído mucha poesía desde siempre, desde la secundaria. Cuando me encontré a los poetas de la Guerra Civil española me di cuenta de que el arte podía servir no sólo para un gozo estético, que la poesía, que la música, podía servir también para dibujar la realidad de nuestro país”.



Palomares combinó entonces su conciencia social con la poética y definió los dos caminos en los que se ha movido. En el lado B de su repertorio está el de sus canciones amorosas, aunque nunca quiso componer de amor al estilo del mariachi. “El fondo de mi canción de amor es distinta, hay una imagen de la canción mexicana de un machismo grave, una frase que se repite y que dice, ‘tú ya no vales nada si ya no me quieres’. El dolor es grande cuando uno se separa, pero no se puede permitir que el amor se convierta en odio, la violencia no es amor”.



—¿A quién recurría entonces? “A Machado, Miguel Hernández, a Lorca, León Felipe, grandes, grandes poetas, yo los leí a finales de los 60. El 68 por supuesto que fue un hito en nuestras vidas, pues se empezó a concebir al país de distinta forma, desde lo que dicen los medios de comunicación y otro desde lo que dice la gente, son dos países distintos. El 68 lo viví en la preparatoria y ahí empecé a leer a esos poetas, eso me marcó la vida, después ya pude establecer contacto en los finales de los 70, con toda América Latina. En ese tiempo estaba todo el exilio latinoamericano y ese contacto de la gente que estaba haciendo canción política en México y el folclor latinoamericano, la nueva canción, me enriqueció y me abrió las puertas de América latina”.



Amparo Ochoa se volvió su inseparable, con ella recorrió el país cantando y cuando estaban en la Ciudad de México cantaban en la peña Mesón de la Guitarra. Ahí también sucedió que conoció a Chava Flores. “Una vez pregunté de la manera más inocente dónde está Chava Flores. Y todos se quedaron callados, nadie sabía y se pusieron a buscarlo, un mes después llegó el dueño de la peña y dijo: ‘Encontré a Chava y lo encontré en condiciones lamentables. Está viviendo en una vecindad en Azcapotzalco, está muy mal’; lo rescató y lo trajo a la peña”.



Amparo, él y yo cantamos juntos, esta cercanía con Chava me dio otra visión de la vida. Yo era muy serio en ese tiempo y un día le pregunté a él: ‘Oiga, ¿a usted le gustan mis canciones?’ Y me dijo: ‘Sí, pero no entiendo por qué eres tan serio; ríete de la vida, porque la vida se va a reír de ti’. Fue un parteaguas y desde entonces comencé a ver la vida diferente; no hay que tomarnos tan en serio la vida”.



—¿Sigue creyendo en el marxismo? “Sí. Aun cuando esta apuesta haya tenido sus errores, no quiere decir que no sea el camino correcto. Esto es una lucha de clases, una clase poderosa, el 1% de la población, que es dueña del 50% de la riqueza, es pavoroso, un país con esa desigualdad no puede ser vivible. Yo escribí canciones en 1972 que siguen siendo vigentes lamentablemente, México no ha cambiado. Soy marxista porque existe una lucha de clases que se han empeñado a ocultar”.



—¿Qué opina de Cuba? “Más que hablar de la situación de Cuba tendríamos que hablar del bloqueo, Cuba siguió este camino porque medio siglo EU le impuso un bloqueo económico que le condenó a una pobreza macroeconómica, pero que Cuba logró sortear con valores de solidaridad, de colaboración”.



-¿Y México? “La problemática de 1972 a 2017 es más compleja, pero mucho más terrible para todos. La peñalandia que nos pintaron en el último Informe no es real; viajo por México y veo la terrible pobreza, la terrible desigualdad, veo a niños muriendo de hambre, de enfermedades curables. ¿Qué cantar del 72 a ahora? Lo mismo.”

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