Por: María Eugenia Sevilla
Es curioso que en el
jazz, un caldo multicultural en el que la discriminación racial ha sellado
parte de su historia desde el origen, las voces en repudio al supremacismo
blanco de Donald Trump guarden silencio público, a diferencia de otros gremios
artísticos alrededor del mundo. Aun en Nueva York, capital de la vanguardia
jazzística precisamente porque ahí se arriman y se acoplan razas de cinco
continentes, el tema Trump sólo se toca sotto voce, admite el baterista
mexicano Antonio Sánchez.
“Sí, creo que la
comunidad jazzística habla mucho de esta situación en privado, pero por alguna
razón no lo quiere hacer en público”, dice en entrevista.
Pero él no guarda
silencio. Desde que Trump apareció en la escena política levantó algo más que
la ceja, principalmente a través de sus redes sociales, que es donde mantiene
una comunicación directa con sus seguidores.
Creo que es mi deber como
artista, como ciudadano mexicano y americano levantar la voz y hablar de lo que
está sucediendo en la política mundial porque nos afecta a todos de una manera
u otra”, comparte.
Es así que se ha
propuesto demostrar lo que es en realidad un “bad hombre”, como Trump designó a
los mexicanos que residen en Estados Unidos, al decir que son primordialmente
criminales. Y así, Bad Hombre, llamó a su más reciente disco, que sale hoy al
mercado.
“Es un título que desafía
directamente las palabras de Trump. Él declaró que hay muchos ‘bad hombres’ en
su país y que se iba a deshacer de ellos. Básicamente le estoy contestando que
yo soy uno de los muchos ‘bad hombres’ que habemos en Estados Unidos, y que al
contrario de lo que piensan muchos conservadores extremos, la mayoría somos
gente de provecho que contribuye a la sociedad, y que paga impuestos”, subraya.
“Lo que acaba de suceder
con DACA es algo realmente asqueroso. Deportar a gente que fue traída a Estados
Unidos desde la infancia, que ya está completamente integrada a la sociedad
demuestra el trasfondo taxista (sólo interesado en los impuestos) de esta
administración. Los ‘bad hombres’ no nos vamos a ir tan fácilmente”.
DISCRIMINADO
Moreno, mexicano, desde
que llegó a estudiar a Berklee, Antonio Sánchez supo en carne propia de la
marginación. Ni el talento que lo ha vuelto par de Pat Metheny, Chick Corea y
tantos otros grandes del jazz contó –cómo iba alguien a saber lo que el
muchacho se cargaba en el cuerpo- para que el migrante con aspiraciones de
artista recibiera un trato digno.
“Oficiales de migración
en Estados Unidos me atosigaban y me trataban de una manera condescendiente
-con mucha frecuencia al igual que algunos oficiales en Alemania y
Escandinavia-. Cuando veían mi pasaporte mexicano muy a menudo me miraban con
sospecha y fastidio”, cuenta. “Tenía problemas con visas de estudiante, visas
de trabajo y posteriormente la residencia”.
Su condición de forastero
salió a relucir en su obra desde la primera agrupación que formó: un quinteto
integrado por músicos provenientes de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y
Croacia, al que llamó Migration.
Influencia inconsciente
La portada de Bad Hombre,
con el rostro de Antonio Sánchez en blanco y negro, parece una cita a la de
Tutu, el disco de 1986 que Miles Davis dedicó al pacifista Desmond Tutu,
Arzobispo anglicano de Cape Town, Sudáfrica, que luchó contra el Apartheid,
aunque, dice Sánchez, el guiño no fue consciente. “Simplemente quería hacer
algo distinto a mis demás discos; es la primera portada en la que he puesto una
foto mía y quería que fuera algo agresivo, porque mis sentimientos hacia Trump
así lo son”.
“Lo que siempre he
querido comunicar con mi proyecto es la inclusión y la tolerancia. Demostrar
que gente de cualquier lugar del mundo puede entenderse a través del lenguaje
universal de la música, y eso se puede aplicar a la vida en general. Creo que
este concepto es cada vez más vigente”, subraya.
A 25 años de hacer de
Estados Unidos su domicilio, el baterista ganador de cuatro Grammys recibe un
trato menos degradante. Pero no por su currículum, sino porque, dice, ahora
tiene también la nacionalidad estadounidense y viaja con ese pasaporte.
OBRA UNIPERSONAL
Publicado bajo el sello
Camjazz, su sexto disco de estudio es rebelde no sólo por su carga política. En
lo musical es una aventura solitaria. Todo lo que se escucha en él es Antonio
Sánchez, pues está escrito, producido, interpretado y arreglado por él mismo.
Si se mostró arriesgado
al integrar el soundtrack de la película Birdman (2014) únicamente por solos de
batería, en este disco se metió de lleno al laboratorio. Literalmente. Sánchez
se construyó un estudio en el sótano de su casa en Nueva York para dar rienda
suelta a ese proceso subconsciente –como él lo llama-, que es la improvisación.
Y a base de oreja, de prueba y error, jugó a la ingeniería de sonido, cortó,
mezcló y dio las pinceladas finales a su obra, en el que la electrónica es un
elemento fundamental.
“Es definitivamente un
álbum de protesta, pero como es música instrumental no tiene letras que hagan
obvia la temática, por eso quería ponerle un título controversial que hiciera
obvio el objetivo”.
Lo está logrando. Las
influencias están en el aire y otros jazzistas comienzan a romper el silencio
en torno al señor T. “Fui a ver a Keith Jarrett en Carnegie Hall hace algunos
meses y me dio mucho gusto que en gran parte de sus participaciones habló sobre
su descontento y su asco hacia Trump y su administración. Ojalá que más gente
lo hiciera porque las figuras públicas tenemos la responsabilidad y la fortuna
de tener una plataforma para expresarnos”.
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