Por: Héctor Guardado
Mazatlán. El fundador del Festival José Limón, Héctor Chávez, anunció durante la inauguración de la edición 32 del evento, que esta sería la última que dirigiría y que pasaba la estafeta a la nueva generación.
Después de 32 ediciones del festival y con 40 años de trayectoria como bailarín y coreógrafo, la noche del 23 de abril le dijo adiós a la celebración de la danza sinaloense.
La inauguración de la fiesta de la danza contemporánea en Sinaloa quedó también marcada por la ausencia del ganador del 31 Premio Nacional de Danza José Limón, que este año le fue otorgado al bailarín y coreógrafo Miguel Mancillas, nacido en Sonora y criado en Guasave, Sinaloa.
No pudo asistir a Mazatlán para recibir el galardón porque se encuentra en la ciudad de Mexicali presentando una obra con su grupo de danza contemporánea Antares, en su nombre lo recibió su amiga, la también bailarina y coreógrafa Claudia Lavista.
Durante el acto oficial con el que se inauguró la edición número 32 del festival de danza contemporánea que divulga el lenguaje que utiliza el movimiento del cuerpo para comunicar ideas y emociones, Cuauhtémoc Nájera, coordinador de danza del Instituto Nacional de Bellas Artes, dio lectura al documento con el que el ganador del premio dio las gracias al jurado que lo eligió, integrado por Rosario Manzanos, Margarita Tortajada y Francisco Illescas, así como a los organizadores del Festival José Limón.
Cortan listón
Papik Ramírez, director del Instituto Sinaloense de Cultura, fue el encargado de declarar inaugurada oficialmente la fiesta de la danza que se celebrará en Sinaloa del 23 al 29 de abril.
El arranque del festival estuvo a cargo del grupo de danza contemporánea estadounidense Pearsonwidrig Dance Theater, que presentó un programa integrado por tres obras que le han dado prestigio a esta agrupación, Rapture, Oashisu (Paraíso) y Festividades ordinarias, que dieron inicio a la fiesta de la danza en Mazatlán.
La danza de las naranjas
Una obra que iluminó la noche fue Festividades ordinarias, con la que cerró el programa de danza que presentó la compañía estadounidense. Es una celebración de la vida en la que las naranjas son el motivo de celebración, de juego y algarabía para una comunidad que contagia la alegría de la existencia con su danza, al ritmo de una tarantela que define con música la fiesta que es estar y disfrutar de este planeta.
La noche inició con la presentación de la coreografía Rapture, una reflexión sobre la manera en que las religiones insisten en la separación de las personas de una comunidad con frases como “solo algunos serán salvados después de un juicio final”.
“He experimentado la pérdida de gente que quiero, esta obra habla de dejar ir lo que amas y permitirte ir a lo desconocido con un corazón grande, abierto. Dicen que cuando mueres pasa tu vida frente a tus ojos, y el montaje de esta obra tiene mucho qué ver con imágenes de tu memoria que pasan frente a ti”, señaló Sara Pearson.
Oashisu significa paraíso, en japones, y le da nombre a la segunda obra que se presentó la noche de inauguración del Festival José Limón.
En ella, los bailarines muestran su empatía con el otro y la fluidez que la amistad, el afecto y el amor le permiten al ser humano.
La obra Festividades ordinarias, de la que presentó un fragmento, es la obra ícono de esta agrupación, les ha dado fama en muchas partes del mundo.
“Es una obra icónica de nuestra compañía, la hicimos hace 23 años, pero la hemos girado por todo el mundo y todos terminan amándola. Tiene una energía muy estimulante, en escena hay 400 naranjas, dos cuchillos y una alfombra persa, toda la música viene de diferentes lugares de Italia, es la alegría de vivir a partir de la gente que habita una villa en Italia”, dijo Pearson
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