domingo, 22 de abril de 2018

¿Se hace arte para pobres? Gilberto Aceves dice que no


Por: Rosario Reyes
De niño, Gilberto Aceves Navarro recorría algunas tardes el borde del Río Consulado para visitar a su abuelo. Entre la fascinación que le provocaba ver al viejo dibujando y la personalidad de su tío Raúl Navarro, pintor y líder del sindicato de trabajadores de la SEP, se le despertó el gusto por el arte. “Me volví contemporáneo inmediatamente”, cuenta. Su primer dibujo fue un obrero con el puño en alto. Desde entonces, pinta y dibuja todos los días incansablemente.
Es uno de los mayores exponentes del expresionismo abstracto, integrante del movimiento de La Ruptura que en los años 50 se opuso a la Escuela Mexicana de Pintura. Aunque no ha dejado de producir, hace una década que no montaba una exposición. Los últimos seis meses trabajó en el proyecto Cabeza Olmeca: creó más de 300 piezas, de las que exhibirá una selección de 64, con la curaduría de su colega y amigo Arnaldo Coen, en el Seminario de Cultura Mexicana y en la Galería Lourdes Sosa. Dice que pinta tanto porque así aprendió; pasó del dibujo estático al trazo con movimiento. Practicaba durante años cada mañana y, hacia la noche, elegía uno de sus muchos apuntes para plasmarlo en el caballete.
Un abstracto muy concreto
Estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado
La Esmeralda, con maestros como Enrique Assad, Ignacio Aguirre y Carlos Orozco Romero.
En 1952 asistió a David Alfaro Siqueiros en los murales de Rectoría de la UNAM.
Años más tarde, en 1959, su mural Canto triste por Biafra fue considerado pieza clave del movimiento de La Ruptura.
Ha recibido el Premio Universidad Nacional y el Nacional de Ciencias y Artes, entre otros. En 2009, una retrospectiva de su obra ocupó todo el Palacio de Bellas Artes.
Próximamente abrirá en su estudio la Fundación que lleva su nombre y tendrá como principal actividad la preservación y difusión de su obra, así como continuar su labor docente.

A los 86 años, Aceves Navarro confía en que los artistas actuales hagan su propia revolución. “Como testigos de un tiempo convulso”.
¿Cómo se le reveló el tema de esta nueva serie?
 Estaba pintando y me detuve un momento. Empecé a revisar el periódico y sentí algo debajo. Era el libro de Jacques Soustelle sobre los olmecas. En el momento, por curiosas asociaciones, más de mi espíritu que de otra cosa, me impactó profundamente y dejé de hacer lo que estaba pintando, se me vino encima toda la historia que inventé, porque no soy muy culto antropológicamente, pero esas enormes cabezas me inspiraron muchísimo.
¿Cuál es esa historia que cuenta con la serie Cabeza Olmeca?
Desde luego, la magia de su gran sencillez formal. Las grandes cabezas olmecas empezaron a ser conocidas en el siglo XIX. En 1886 se dio la primera noticia de que hallaron un monolito extraño en los Tuxtlas y se lo llevaron a una hacienda azucarera. Eso me sirvió para recrear la hazaña de esos hombres que transportaron esas piedras, y cómo, si no había medios, transporte, pero lo lograron.
¿Es una historia acerca de la fortaleza?

Sí. Y la belleza. Al principio se decía que esas cabezas parecían etíopes, hasta que un investigador helvético encontró el verdadero parecido: el jaguar. Uno no es una cultura, yo no soy una cultura, soy un pedacito de una época de mi país, sí importante, pero no la profunda presencia de los precolombinos, que eran grandes escultores. Es lo que estoy reconociendo y valorando: nuestro pasado.
¿Y cómo valora el presente?
Creo que estamos a punto de una revolución. Enseñé a mis alumnos una nueva manera de dibujar. Tal vez es una pretensión bárbara lo que estoy diciendo, pero es cierto, conmigo se ha desarrollado gente tan valiosa como Gabrielito Orozco, le digo Gabrielito porque lo cargué de niño, yo era muy amigo de la familia; de Mario Orozco Rivera, su papá; el otro Gabriel, Macotela, Marco Arce, Magali Lara, Beatriz EzbanYolanda Mora...
¿Ellos harán la revolución artística?
La están iniciando, son muchas maneras de ver, pero además tienen las herramientas nuevas, las computadoras, las máquinas de reproducción inclusive en volumen; eso en buenas manos puede ser extraordinario. Además de que empieza a haber otro tipo de promotores y coleccionistas; los coleccionistas que me tocaron a mí ya no creo que evolucionen más, son importantes actualmente y dan características que definen mucho a México.
¿Cómo son los nuevos coleccionistas?
Tienen otras maneras, son capaces de hacer colecciones grandes que abren al público, puede uno estar de acuerdo o no con su gusto, pero ahí están el Museo Jumex o el Soumaya. Andrés Blaisten tiene una colección interesantísima. El arte es para compartirse, aunque los que pueden comprar son los ricos. No hacemos arte para los pobres.
El arte en espacios públicos es para todos...
 Sí, pero como decía Oscar Wilde: “es indispensable que haya una obra de arte en cada hogar, no importa que no sea buena, porque alimenta el gusto y lo mejora”. La pobreza del país no da para eso, lamentablemente. Por eso creo que es tiempo de una revolución, hay condiciones en la política, en la desigualdad social, para hacer un comentario a través del arte, es urgente, hay mucho qué decir. Yo ya voy a pasar dentro de un rato, pero los que se queden deben afrontarlo.


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