lunes, 16 de julio de 2018

Se revela riqueza faunística de las ofrendas del Templo Mayor




Por más de cuatro décadas, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han estudiado las ofrendas dejadas por los mexicas en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan.

En éstas, se han identificado elementos que además de hablar del alto sentido de religiosidad de esta cultura, revelan el poderío que ejercieron sobre una gran parte del actual territorio mexicano.

Los huesos de antiguos animales ajenos a la Cuenca de México constituyen objetos por demás reveladores; en el Templo Mayor se han localizado más de 400 especies de fauna exótica.

Por ejemplo desde pequeños peces y moluscos de arrecifes coralinos, hasta jaguares, lobos, cocodrilos y águilas provenientes de todos los confines del imperio mesoamericano.

Así lo destacó la bióloga Norma Valentín Maldonado, quien en el marco de la exposición “Templo Mayor. Revolución y estabilidad”, que se exhibe en el Museo de Templo Mayor (MTM) hasta septiembre próximo, y del ciclo académico de actividades que la acompaña, habló en conferencia sobre este tema.

“Los animales que los mexicas ofrecían a sus dioses tenían características especiales. Eran los más bellos, o bien los más feroces y venenosos que conocían”, declaró.

La investigadora de la Subdirección de Laboratorio y Apoyo Académico del INAH señaló que acorde con la evidencia arqueológica recabada por el Proyecto Templo Mayor (PTM) desde su origen, en 1978, y otras fuentes documentales (crónicas o códices) se tiene bien diferenciada la fauna que los tenochcas usaban ritualmente y la que consumían.

Esta última, dijo, estaba formada por liebres, conejos, codornices, ranas y ajolotes, entre otros animales de los cuales, en el Recinto Sagrado solo se han encontrado representaciones en cerámica, concha, piedra y otros materiales, mas no osamentas.

La excepción ha sido un “basurero ritual” excavado en 2004 por el arqueólogo Álvaro Barrera en la confluencia de las calles de Moneda y Licenciado Verdad; espacio que marcaba los límites del Templo de Tezcatlipoca.

Dichos animales de uso cotidiano se usaban también para comerciar con otras poblaciones. En cambio, los ejemplares exóticos a menudo se obtenían por medio del tributo que Tenochtitlan exigía de sus pueblos vasallos.

La especialista indicó que la fauna de las ofrendas del Templo Mayor puede dividirse en cinco grupos: el de moluscos, integrado por aproximadamente 300 especies.

Entre las cuales están: galletas, pepinos y estrellas de mar; el de peces, que cuenta con un estimado de 60; o bien el de aves, para el cual se han reconocido más de 25 especies, entre ellas el águila real, la garza y el ibis espatulado.

Acotó que si bien los reptiles y mamíferos son los más escasos en cantidad, con 16 y seis especies, respectivamente, ello no quiere decir que tuvieran una importancia menor para los tenochcas, pues era justo la ferocidad de los jaguares, pumas, lobos, lagartos y serpientes, y la dificultad que implicaba su captura, lo que los hacía más valiosos.

Existían espacios como la Casa de las Aves y el Vivario de Moctezuma, localizados en parte de los actuales terrenos de Palacio Nacional y el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, donde estas fieras eran resguardadas.

Personajes como el conquistador Bernal Díaz del Castillo tuvieron acceso a ambos espacios en su momento de esplendor, de acuerdo con un comunicado.

La bióloga expuso que los depósitos rituales del Templo Mayor también son claros respecto al simbolismo de ciertos animales.

NTX/APM/LMC

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