sábado, 5 de enero de 2019

La “Gran Novela Americana”, literatura de autoconsumo


Por: Juan Carlos Talavera

La “Gran Novela Americana” es una etiqueta un poco ridícula que se escribe con mayúsculas y que se debe poner en perspectiva para decir que los estadunidenses la entienden como esa novela de gran complejidad que explica su realidad social, afirma Eduardo Lago (España, 1954), uno de los grandes expertos en el tema, quien se autodefine como “el espía que vigila los pasos de esta literatura desde hace tres décadas”, tal como da cuenta en su libro Walt Whitman ya no vive aquí. Ensayos sobre literatura norteamericana.
Un ejemplo reciente sería Libertad, de Jonathan Franzen, que explica la era de Barack Obama... con sus limitaciones. Así que hay toda una trayectoria de novelas que explican la realidad de un país que es complejísimo”, dice a Excélsior . “Sin embargo, considero que EU no ha dado todavía a algún escritor que tenga la fuerza epigonal que llegó a tener David Foster Wallace en el siglo XXI”.
Destacó el caso de Thomas Pynchon y Don DeLillo, dos narradores de gran potencia en territorio estadunidense. “Sin embargo, predomina una especie de debilidad creativa y lo que a mí me molesta es que el resto del mundo —España de donde soy y México quizá— toma todo como si fuera la ‘Gran Novela Americana’. Todo se acepta y se publica así, pese a que lo más interesante que se produce en Estados Unidos es lo que hacen los escritores negros, las mujeres, los latinos y las comunidades étnicas, pero no como grandes individualidades, que es lo que le gusta a la industria”.


Lago considera que existe una gran desigualdad y una asimetría latente entre la forma como la crítica literaria aborda la literatura estadunidense y el conocimiento de sus críticos en torno a la literatura hispanoamericana.
Yo lo veo así: en Estados Unidos son vagamente conscientes de que hay otros países y otras culturas. Desconocen de manera escandalosa otras literaturas, porque sólo se alimentan de sí mismos. Ellos no conocen lo que hay fuera de su propio canon, sólo se leen a sí mismos y se critican a sí mismos...”.
Uno de los mayores problemas, reconoce el también traductor de autores como John Barth, es que existen muy pocas traducciones al inglés de autores que provienen de la tradición latinoamericana.
Se traduce poco y, aunque sí les interesa América Latina por la contigüidad geográfica, ellos tienden a simplificar y a dejarlo todo en dos o tres nombres para mayor comodidad y algunos franceses”.
En suma, “se aprecia una total ignorancia de los estadounidenses sobre la literatura producida en América Latina y España, mientras que persiste un cuasi-servilismo por lo que se publica en ese país. Y cuando un libro producido en Estados Unidos ha tenido éxito en Estados Unidos, llega aquí como si fuera una marca comercial, como una bebida”.
Durante mucho tiempo se ha mencionado que sólo 3% de las novelas publicadas en EU corresponde a traducciones hechas de otros idiomas. Y aunque ese panorama ha cambiado un poco en los últimos años, no existe la misma proporción.
Es desigual, pues se traduce casi todo del inglés al español y muy poco del español al inglés, sólo lo más destacado, a cuentagotas. Esto tiene que con que EU es un país endogámico culturalmente, no mira mucho hacia fuera, aunque ahora hay un poco más de interés por traducir tanto a latinoamericanos como a europeos. Sin embargo, el planeta editorial de EU se mueve por su cuenta y flota en el espacio sin prestar atención a los demás”.





NO HAY CANON


Publicado por el sello Sexto Piso, Walt Whitman ya no vive aquí. Ensayos sobre literatura norteamericana es un libro dirigido a ese muchacho o muchacha de 30 años que buscan una guía frente a la avalancha de títulos que enlistan los suplementos literarios y lo dan todo por bueno. Se divide en dos partes: El país de las últimas cosas, con ensayos sobre literatura estadunidense, todos en profundidad y extensos; y La ciudad de las historias, con textos sobre autores como Doctorow, Foster Wallace, Washington Irving y Junot Díaz, entre otros, que son estampas literarias, más que análisis literarios.
En este libro desfilan nombres como Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson, Nathaniel Hawthorne, Walt Whitman, Herman Melville, Henry James, Francis Scott Fitzgerald, John Dos Passos, Emily Dickinson y John Bart.

Me interesaba explorar la columna vertebral, espiritual e histórica de la narrativa estadunidense”, detalla Lago, a partir de una idea antes abordada por George Steiner en Tolstói o Dostoievski, libro publicado por el sello Siruela, donde plantea que mientras Europa resiente un declive creativo hacia 1850, aparecen dos jóvenes potencias: Rusia y EU, que producen narradores de la talla de Tolstói y Dostoievski en un lado, Melville y Hawthorne, explica.

¿Qué opina de la manera como Harold Bloom compactó la literatura en español en su Canon occdidental? “Diría que Bloom es un hombre importante, pero muy limitado; no tiene ni la más remota idea de lo que sucede en América Latina, así que consultaba a sus colegas del Departamento de Literatura Latinoamericana en Yale, como Roberto González Echevarría... digamos que él sólo sabe del canon anglosajón por más que le llame universal”.

¿Por qué Walt Whitman en el título? “Lo puse porque no quería que se entendiera que el libro es un canto al gran país estadunidense, sino que es un canto crítico a su literatura. Además, la idea me surgió el día anterior a que la portada se fuera a imprenta y es una alusión a que la democracia ha muerto en EU”.




No hay comentarios:

Publicar un comentario