domingo, 7 de abril de 2019

'El exilio no excluye, agrega': Angelina Muñiz-Huberman



Exiliada de España, exiliada de Francia, exiliada judía. Si alguien representa el exilio universal es Angelina Muñiz-Huberman, una niña que debió haber nacido en 1936 en Madrid, pero que vino al mundo en Hyères, y que forma parte de la comunidad de exiliados republicanos españoles en México.

La Guerra Civil desterró primero a su padre a París, donde se dedicó en el inicio de la contienda a buscar apoyos para la causa republicana. Pronto su madre y su hermano tuvieron que cruzar a pie los Pirineos camino a lo que pensaban sería un corto exilio en Francia.

La tragedia no dejó de perseguir a la familia. Durante la estancia en el país galo, su hermano de seis años fue atropellado por un camión cuando corría detrás de una pelota y falleció en el acto.

Tres años en Francia esperando el regreso a la patria y de nuevo el exilio ante el avance nazi. Llegaron a Cuba en el Oropesa en 1939, el último viaje de este barco que, al regresar a Europa, fue hundido por un submarino alemán.

Su padre, periodista que fue redactor jefe del Heraldo de Madrid durante la República, decidió establecerse lejos de la civilización, en el campo, en medio de la nada, en un intento de olvidar al hijo perdido. “No fui a la escuela en ese tiempo. Pronto vimos que un periodista sabía poco de agricultura y con ayuda de mi tío que tenía unos laboratorios en Suiza nos trasladamos a México en 1942 para abrir una sucursal”, rememora Muñiz-Huberman al cumplirse 80 años de la llegada de los exiliados republicanos a México.

Este negocio fracasó al igual que un hotelito en Cuernavaca. “El amor de mi padre era el periodismo. Lo suyo no eran los negocios”. Sus padres se divorciaron años después; él se fue a Francia, pero regresó y murió en México.

Angelina Muñiz Sacristán, aunque usa el apellido Muñiz-Huberman para el mundo literario, recuerda que la vida de sus padres fue una doble vivencia: “Con la maleta debajo de la cama listos a regresar. Con colegios para los hijos con plan de estudios mexicanos y españoles. Se habían quedado sin dedo de tanto pegar en la mesa ‘este año regresamos’. Pensaban que Franco se iría como Hitler y Mussolini”, recuerda.

Su padre entrevistó a Pío Baroja y a Federico García Lorca: “Son los autores que primero leí. Me aprendí de memoria el Romancero Gitano”, afirma la poeta, narradora y ensayista con más de 50 libros publicados. Catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM durante más de 40 años.

Ella introdujo la novela neohistórica y la mística sefardí en la literatura mexicana, así como temas del exilio español. Su estilo es libre, transgresor, irónico. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas e incluidas en antologías internacionales.


DESMITIFICAR


Tampoco desea hacer del exilio ese gran sufrimiento, por mucho que permee su obra. “Hay que desmitificarlo. Una vez que pierdes las raíces ya da lo mismo”, explica, aunque la doble vivencia de los adultos exiliados jamás desaparece: “El exilio no excluye sino que agrega”.

Las letras las lleva en la sangre también por su abuelo, sobrino nieto de Bretón de los Herreros. Por parte materna proviene de una familia de critpo judíos, exiliados religiosos que practicaban un judaísmo diluido a escondidas. “Iban a misa a la fuerza, pero curiosamente mi abuelo siempre se enfermaba en Semana Santa, una tras otra”.

Si me alejé de España me acerqué más a lo español y retomé las raíces judías en México. Soy exiliada por muchos lados, pero eso también me ha dado la posibilidad de retomar muchas raíces”, afirma; se reconvirtió al judaísmo, se casó con un judío y hoy tiene una de sus cuatro nietas viviendo en Israel.

Escribió su primer cuento a los ocho años y fue una consumada pianista, tanto que su profesor le recomendó dedicarse enteramente al piano. “Lo cierto es que me dijo que entrenase ocho horas al día. A cada rato miraba el reloj. Sin embargo, cuando escribía, pasaban ocho horas y se me hacia el tiempo corto”. La decisión fue fácil: dedicarse a la literatura.

No tengo nuestra comida ni nuestro paisaje, cierto, pero llevo a España, a Francia, a México, a Sefarad en mi maleta. Yo soy todo, no escojo nada”. En España la llaman “la mexicana” y en México “la española”. Para ella está bien, porque ella es todo eso.

Angelina Muñiz-Huberman ha estudiado el exilio desde todos los puntos de vista, desde los prehispánicos hasta los del Génesis: “Adán y Eva fueron los primeros exiliados”, dice. Y todo ha quedado plasmado en sus novelas.

Fuente: EFE


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