domingo, 23 de junio de 2019

Gustavo Pérez, Autorretratos; una bitácora de barro




Por: Virginia Bautista

Un río de piezas de cerámica plegadas, comprimidas, cortadas; todas en blanco y negro, “el máximo contraste, los opuestos”, y con líneas que evolucionan y crecen “como si fueran algo vivo”.

Líneas blancas que se deslizan a su antojo sobre un fondo negro o gajos negros que se asoman en una superficie blanca, dejando manchas o huellas en las vasijas de formas caprichosas, dinámicas, en las que cada nudo u orificio tiene un significado.

El escultor mexicano Gustavo Pérez (1950) exhibe en Autorretratos, muestra que se inauguró anoche en la Universidad del Claustro de Sor Juana, 220 obras confeccionadas de 2017 a la fecha que dan cuenta de sus 50 años de relación con el barro.

Es un proceso que no acaba nunca. A veces tengo la impresión de haberlo hecho todo con el barro, pero es una falsedad absoluta. Cada mañana que voy al taller aparece algo nuevo. Es una maravilla, una fortuna. Jamás se ha vuelto una rutina, no ha habido un día monótono”, dice en entrevista.

Reconocido como uno de los grandes ceramistas contemporáneos del país, este creador que estudió ingeniería, matemáticas y filosofía en la UNAM dice que cada pieza es “una especie de diario, bitácora, rastro, de lo que soy”. Explica que esta muestra tiene un antecedente: el Autorretrato (2016) que estuvo en el Museo de Antropología de Xalapa. Ahí, la instalación incluyó cerca de cinco mil piezas, “algo que por razones de logística sería casi imposible presentar en ningún otro lugar”.

Quien desde 1992 vive y trabaja en su taller en Xalapa, comenta que la diferencia entre aquella exposición, que evocaba toda una ciudad, “la vista aérea de una gran metrópoli”, y la que presenta en la Celda Contemporánea del Claustro es el trabajo en blanco y negro y el montaje como un río que fluye.

El método de trabajo es el mismo. Unas veces de manera muy consecuente, investigando; y, otras, sin saber en absoluto hacia dónde me lleva, como un juego libre y abierto, no premeditado. La investigación sistemática y el juego libre son parte de un proceso, que se va dando de forma alternada. Indago lo que resulta de cierta acción y un juego en el sentido de no saber qué sucederá, tratar de estar como un niño asombrado de lo que va descubriendo”, agrega.

El artista añade que este proceso refleja en su dialéctica sus intereses y su curiosidad. “Éstos pasan de la geometría exacta a lo orgánico, de la forma tradicional al extremo de ruptura con ella, de lo utilitario a lo escultórico. Un vaivén permanente”.

Aclara que cuando habla de temas no se refiere a ideas específicas. “Para el público o la mirada crítica existe la esperanza de que el artista tenga ideas, que quiera describir algo. No, lo mío es de carácter formal. Se trata de un lenguaje abstracto. Hablo de temas formales. Mi trabajo no tiene nunca un afán de representación de algo real”.

Sin embargo, admite que hay raras excepciones. “En la muestra hay dos piezas: una es un guiño para el Claustro, es la figura de una monja y le puse Sor Juana; y otra que realmente es un torito”.

Incluso dice que el uso de los colores no pretende comunicar algo. “Las piezas son blancas y negras. Todo el posible simbolismo y la significación de estos colores lo quiero dejar como una sugerencia, que cada quien lo interprete personalmente. No quiero dar ninguna pauta ni una explicación, que sería probablemente inadecuada”.

Para Pérez, el proceso creativo no termina en el taller, sino en la curaduría. “En este montaje, por ejemplo, yo no quería un río. No sabía lo que iba a resultar. En realidad, al hacer una instalación de este tipo, yo quiero sorprenderme a mí mismo, descubrir e improvisar en el espacio. Y no llevar un boceto preciso de dónde irá cada cosa. Cada pieza está terminada en el taller y ahí termina su producción, pero la exposición finaliza en la sala”.

Uno de los pocos ceramistas que ha expuesto en el Museo del Palacio de Bellas Artes, está convencido de que la cerámica puede ser arte. “Quizás la poca presencia de la cerámica en recintos se deba a esa idea convencional que la cerámica es arte menor o artesanía. Mi posición es que, en vez de lamentarlo, lo que se tiene que hacer es un trabajo que por su calidad vaya encontrando cabida en esos espacios”.

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