lunes, 26 de agosto de 2019

Volver a "Huapango"



Por: Argelia Guerrero

El 25 de febrero de 1959, a las 21:00 horas, se estrenó en el Palacio de Bellas Artes el ballet Huapango, con partitura de José Pablo Moncayo y coreografía de Gloria Contreras. Interpretado por Ana Cardús, Jorge Cano, Cora Flores y Gloria Contreras, bajo la dirección de Felipe Segura, Huapango se ha consolidado como una de las coreografías más importantes y representativas de la danza mexicana. En su estreno, tuvo ovaciones del público pero también detractores que criticaron el uso de la técnica clásica para interpretar música mexicana, además de lo que calificaron como “simplismo” en el vestuario: un unitardo negro con un toque de color en la parte superior: tan acostumbrado México, aún hoy en día, a la folclorización de la naturaleza mexicana. La pieza logró trascender aquella crítica y ha cumplido 60 años.

El Taller Coreográfico Universitario, compañía fundada por Contreras al volver a México, presentará esta obra en los próximos días, como arranque de su temporada 102.

La trascendencia de Huapango, además de su calidad creativa y la riqueza de los trazos coreográficos, se debe al arrojo de Gloria Contreras para poner al servicio de la música esencialmente mexicana la precisión y elegancia de la técnica clásica resignificada para mostrar la universalidad de la mexicanidad, bastante más allá de la mera banalización y exageración de elementos que en muchos casos no configuran una representación, sino que llegan a lo fársico.

Cuenta Gloria Contreras que en una cena en la que coincidió con el actor Carlos Navarro éste le habló de la calidad del ballet en México, “muy superior al teatro”. Refirió haber visto Lago de los cisnes, Calabria y Huapango. Cuando Gloria Contreras le pidió su opinión sobre la última, contestó: “Es lo peor que he visto en mi vida. Es una calumnia a la música, no tiene razón de ser”. Gloria Contreras tuvo que interrumpir la disertación. “Está usted hablando con la coreógrafa”, dijo, y el actor debió virar hacia las opiniones políticamente correctas: le pareció “demasiado fina para un Moncayo; parecía hecha para una música de Mozart”.

A decir de Gloria Contreras, ha sido muy difícil desmontar la idea que de lo mexicano se espera ver en el escenario: “En realidad, echó de menos los sombreros, los borrachos y la típica botella de tequila”.Al mundo, pero principalmente a México, le cuesta trabajo pensar en su propia esencia prescindiendo de tales elementos. De dignificar la profundidad y complejidad, tanto de la música mexicana como de su ontología, se encargó Gloria Contreras a lo largo de su carrera como coreógrafa.

A pesar de poner la técnica clásica y su rigor al servicio de la partitura, Contreras también ajustó el lenguaje clásico para los fines interpretativos de su pieza; así el trabajo de los torsos es un elemento fundamental con el que la coreografía adquiere rasgos menos rígidos y con lo que imprime fluidez y sentido lúdico a la pieza. Esto requiere de un esfuerzo enorme de las bailarinas, quienes se mantienen desafiando la gravedad danzando sobre las puntas y llevando los torsos fuera de su centro. Todo esto en relación a la precisión musical y a los matices que exige la partitura.

El legado de Gloria Contreras va más allá de remontar o no las obras que creó a lo largo de su carrera como coreógrafa. Se trata de comprender las motivaciones que la llevaron a hacerlo. Ella misma fue una dura crítica de su propio trabajo y eso también es parte de su herencia. La poética que acompaña las creaciones de Gloria Contreras implica la disposición a romper paradigmas, a resignificar y reinterpretar constantemente. El reto que lanzó a cada bailarín que trabajó con ella fue el de negarse a la mediocridad de lo cómodo. El principal legado de Gloria Contreras fue el de no repetir, sino crear. 

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