jueves, 1 de agosto de 2019

Y siguen los aplausos


Por Juan Carlos Castellanos C.

Un aplauso prolongado y afectuoso marcó el principio del homenaje póstumo a Armando Ramírez (Ciudad de México, 7 de abril de 1952-10 de julio de 2019). Jimena, Armando y Marcela, hijos del cronista, escritor y periodista, hablaron de quien “venció sus miedos y sus límites para vivir feliz”.

Jimena Ramírez, la mayor de los tres hermanos, aseveró que el legado más grande de su padre es dar a conocer su barrio, con su cultura y su gente. “Estuvo interesado en dar voz a quienes no eran escuchados, de hacer visibles las cosas que para muchos eran invisibles; Chin chin el Teporocho fue parteaguas al mostrar que en México hay muchos Méxicos”.

Respetuoso de la diversidad, “nunca dejó de asombrarse, y esa fue una de sus características más notables. Siempre nos dijo que debemos valorar el trabajo de la gente, desde el empleado de limpieza hasta el trabajador más encumbrado. Disfrutó cada momento: cuando tenía éxito y lo volteaban a ver, y cuando no lo hacían”.

Armando Ramírez hijo, productor musical, citó las palabras del comentarista de radio y televisión Víctor Trujillo Brozo, quien al dar a conocer el fallecimiento de su padre subrayó que “se fue el último escritor querido por el pueblo, a quien toda la gente le llora”. Las condolencias y muestras de cariño hacia la familia siguen llegando a cada minuto hasta hoy.

Marcela, la hija menor de quien en los años 70 fundó el colectivo artístico Tepito Arte Acá, al lado de Julián Ceballos, Daniel Manrique y Felipe Ehrenberg, lamentó que por ese lugar que ocupa en la familia, le faltara tiempo para disfrutar con su padre; “ahorita que estoy en Tepito, recorrer las calles que él me enseñó de niña me llena de nostalgia”.

Comentó que las historias de los palacios y edificios del Centro Histórico le son muy familiares, porque las conoció gracias a los recurrentes paseos que daba con su progenitor. “De sus libros, Déjame es mi favorito porque lo leí antes de que fuera publicado”, expresó.

En cuanto a Chin chin el Teporocho (1971), lo calificó como el libro más importante con el cual su padre despegó como escritor, y una de las enseñanzas que le dejó “es ser constante y que, con trabajo, todo sueño se puede alcanzar si se desea”.

El homenaje tuvo lugar en la Galería José María Velasco, localizada en Peralvillo 55, colonia Morelos, en el marco del programa Noche de Museos y durante el cual se leyeron fragmentos de algunos de los libros del autor.

NTX/JCC/AGO

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