La probabilidad de perder el espacio de difusión que el Festival Oc’Ohtic había representado para la danza contemporánea en Yucatán detonó en Karla Rodríguez Torres el deseo de hacer algo para que este arte siguiera llegando al público.
Marisa González y Nili Gallegos
Ese algo fue la integración en 2017 del Ensamble de Improvisadores, un grupo de bailarines que actuaba ante la audiencia de redes sociales con movimientos imprevistos.
El proyecto, que iniciaron como ejecutantes Kelly Uc, Marisa González, Jéssica Castillo y Abril Sosa, evolucionó en 2018 a presentaciones que se transmitieron en vivo por medio de pantallas colocadas en varios puntos de Mérida y Progreso y, este año, a funciones en teatro.
Las más recientes tuvieron lugar en agosto pasado en el Centro Cultural de Mérida Olimpo, donde los sábados 5 y 12 de octubre próximo habrá dos más, a las 8 de la noche.
El proyecto, que iniciaron como ejecutantes Kelly Uc, Marisa González, Jéssica Castillo y Abril Sosa, evolucionó en 2018 a presentaciones que se transmitieron en vivo por medio de pantallas colocadas en varios puntos de Mérida y Progreso y, este año, a funciones en teatro.
Las más recientes tuvieron lugar en agosto pasado en el Centro Cultural de Mérida Olimpo, donde los sábados 5 y 12 de octubre próximo habrá dos más, a las 8 de la noche.
Elisa García
La columna vertebral de “El manifiesto” es una relación de principios que orienta la acción de directora e Improvisadores. El documento, que se reparte al público, declara la intención del ensamble de hacer “arte dancístico sincero, proveniente de las entrañas innovadoras…”, por “desafiar al espacio móvil y fluir inconfortables”, realizar una “improvisación que respeta el orden y el caos armonioso” y dar un “grito pacífico y constante, canalizado por un fuerte ensamble en libre movimiento”, entre otros objetivos.
El resultado, aunque variable en cada función por su condición de imprevista, es cuatro bailarines —ahora Roger Pech, Marisa González, Nili Gallegos y Elisa García— reaccionando a impulsos sonoros de diferentes ritmos, lanzando afirmaciones y preguntas al público sin esperar respuesta e interactuando entre dos, tres, cuatro o apartándose para ejecutar una danza individual.
El resultado, aunque variable en cada función por su condición de imprevista, es cuatro bailarines —ahora Roger Pech, Marisa González, Nili Gallegos y Elisa García— reaccionando a impulsos sonoros de diferentes ritmos, lanzando afirmaciones y preguntas al público sin esperar respuesta e interactuando entre dos, tres, cuatro o apartándose para ejecutar una danza individual.
Karla Rodríguez, Graciella Torres y Julián Torres
La representación finaliza con la invitación a los espectadores a sumarse al Círculo Comunidad en el escenario y expresarse con su propio movimiento.
El programa no concluye ahí, pues el público enseguida es invitado a entablar conversación con los bailarines, la directora y los responsables de la iluminación (maestra Graciella Torres Polanco) y el diseño sonoro (Julián Torres).
Aunque el movimiento es la razón de ser de “El manifiesto”, las palabras se hacen notar, porque en ese diálogo el público plantea inquietudes que dan pie a reflexiones y revelaciones sobre esta manera de hacer danza.
El Círculo Comunidad
Por ejemplo, a la pregunta de un asistente a la presentación del 24 de agosto sobre lo que es más difícil y más fácil en el proceso de improvisación, Roger Pech confesó que había encontrado complicación en alejarse de los lugares comunes de la danza contemporánea, lo que, no sin ironía, terminaba por allanar búsquedas posteriores, puesto que ya “sabes qué no vas a hacer”.
Nili habló de su propia técnica para “no simplemente moverme por moverme” y para lograr “conectar mi mente a mi cuerpo y saber muy claramente hacia dónde lo quiero mover”.
En Elisa, las imágenes juegan un papel decisivo en la construcción de sus desplazamientos, razón por la cual el desafío más grande para ella es acercar sus movimientos a una representación mental. Admitió que otro reto es afrontar el hecho de que “no siempre estamos dispuestos de la misma manera”.
En la conversación se manifestó también curiosidad por el diseño sonoro, cuya realización fue “una aventura”, como la definió Julián Torres, quien no había tenido contacto antes con la danza contemporánea. En “jornadas larguísimas” con Karla Rodríguez y luego de “muchísimas horas de experimentación”, sintetizó los sonidos de “El manifiesto”, un trabajo que al final “disfruté muchísimo” y “me ayudó a aprender más” de la danza contemporánea.
La entrada a las funciones de octubre de “El manifiesto” tendrán precio de 50 pesos para el público en general y 25 para niños, estudiantes y personas con credencial del Inapam.
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