lunes, 9 de marzo de 2020

Con folclor las mujeres denuncian lo que no les gusta



Por: Víctor Jesús González

Con una combinación de un poema de Jaime Sabines (Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,/ lo grita mi corazón amordazado./ Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,/ lo digo incansablemente/ Y estoy seguro que habrá de amanecer) y música jarocha, teatro y bailes africanos, en el Centro Cultural Helénico se presentó la pieza dancística Pero ésta... es una voz en marcha, como parte del Festival por Igualdad.

En el acto, Samantha Contreras, una de las bailarinas del colectivo Danzariega, dejo en claro que “para nosotras nuestro zapateado es nuestra voz, nosotras decidimos que esta es la manera en que deseamos gritar y decirle al mundo lo que miramos; lo que no nos gusta: la violencia contra las mujeres. Nosotras, todas, somos bailarinas de folclor, y quién dijo que el folclor no puede hablar del México de hoy, ¡claro que puede!”.

Recordó que “el folclor se hizo en comunidad, para nosotros, entre nosotros y desde nosotras; y esto, es lo que está pasando en nuestra comunidad, en México ahora, y hay que hacer que se vea y se haga algo por cambiar esta situación violenta, inaceptable para todas las mujeres, de todas las edades, de todas las clases sociales, de este país.”

Así Pero esta... es una voz en marcha dio inicio con un zapateado que fue un viaje al interior de un campo santo que, poco a poco, se fue poblando en el escenario. Al inicio, con el sonar natural de la jarana, parecía que la representación dancística llevaría al público a un baile de alegría, pero la situación en el escenario fue tornando en el camino contrario.

Las jaranas dieron paso a sones tristes y diálogos en el escenario que revelaron el mensaje de pérdida, de ausencia, de tristeza, de rabia y el dolor que las mujeres del colectivo Danzariega no quisieron que pasara por alto en los espectadores y por eso zapatearon como quien quiere llegar al corazón de un pueblo.

Pero esta... es una voz en marcha fue dirigida por Paula Herrera Martínez; la coreografía fue Laura Zúñiga González; asesoría dramática de Marcela Guzmán Munguía; asesoría en danza africana de Lamine Thiam, y la música de Mono Blanco, Los Utrera y La Lengua, entre otros créditos.

NTX/VJG/RML

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