En México es falso que se haya tenido una estrategia desde el inicio para controlar esta enfer-medad, dice Juan Domingo Argüelles. (Fotos: EFE)
Por: Ana Laura Tagle Cruz
Las autoridades federales aseguran que la “nueva normalidad” regula el regreso a las actividades durante la pandemia del COVID-19. No obstante, los muertos aumentan, la crisis económica empeora y los gobiernos siguen sin reconocer el estado de excepción.
Este término, utilizado para describir las condiciones financieras tras la crisis del 2008, ha regido durante 56 días el acontecer mexicano y supondría que, a través de éste, se entendiera la realidad que atravesamos. Para profundizar sobre el concepto, Crónica consultó a los escritores Alberto Ruy Sánchez, Juan Domingo Argüelles y Armando González Torres.
“El concepto es violencia apaciguante disfrazada de consuelo, puesto que llamar ‘normalidad’ a un estado de excepción es un recurso demagógico que mueve a las conciencias hacia donde quieren los gobernantes manipuladores, sobre todo si no saben y no pueden terminar con la crisis que crea este estado de excepción”, señaló el narrador y poeta Alberto Ruy Sánchez.
POSTURA OFICIAL. La “nueva normalidad” fue anunciada en nuestro país el pasado 13 de mayo dentro del Plan de apertura de las actividades sociales, educativas y económicas presentado por la secretaria de Economía, Graciela Márquez, durante la conferencia matutina en la que explicó las tres etapas que la conformaban, así como el mecanismo de los semáforos regionales que regulan la reapertura económica.
Durante la misma conferencia, el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, destacó que el plan presentado era de aplicación voluntaria, por lo que las autoridades estales y municipales podrían levantar el confinamiento de manera anticipada pues no se trataba de imponer nada a través de medidas restrictivas, sino que la “nueva normalidad” apostaba a la responsabilidad ciudadana.
Por la tarde, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell, reafirmó que la “nueva normalidad” se refería propiamente a la regulación de actividades sociales, laborales, económicas, educativas y culturales mientras que existan casos de COVID-19 en el país, ya que prevalece el riesgo de nuevos brotes de la enfermedad.
Este plan de regreso a la “nueva normalidad” comenzó a realizarse el 1 de junio, fecha en que se anunciaron 93 mil 435 casos confirmados de COVID-19 —lo cual representó un aumento del 56.99% en el número de casos respecto al 13 de mayo— y 10 mil 167 fallecimientos —cifra que aumentó en 58.49% desde que se anunció el plan de apertura—. Actualmente, estas cifras parecen lejanas pues nos acercamos a las 45 mil muertes y acumulamos más 385 mil casos.
Estos números reportados por las autoridades coinciden con la observación del poeta, editor y ensayista Juan Domingo Argüelles, quien resaltó que esta “nueva normalidad” se creó en el punto más severo de la situación porque “los gobiernos sostienen que la economía tiene que activarse aunque las personas mueran”.
RETÓRICA POLÍTICA. Vivimos un estado de excepción en la ciudad, una emergencia que exige: la máxima inversión científica para buscar la solución real contra el virus; un esfuerzo mayor y excepcional de precaución sanitaria, social e individual; así como una poderosa y compleja estrategia contracíclica económica que se asuma como emergencia temporal, apunta el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría Lingüística y Literatura 2017, Ruy Sánchez.
“Llamarle ‘nueva normalidad’ es un esfuerzo totalitario de quien no quiere ver ni asumir la responsabilidad para actuar de manera excepcional, uniendo fuerzas y recursos, no separándolos ni diezmándolos; construyendo e intensificando, no destruyendo instituciones y mecanismos de sanación; actuando con concentración para vivir y sobrevivir a través de esta anormalidad biológica empeorada por la anormalidad política voraz de poder, en vez de salud que se niega a ver la naturaleza de su excepcionalidad. Nada normal”.
Ruy Sánchez puntualiza que este momento, en el que los caudillos ejercen un impulso totalitario, ya se ha repetido varias veces a lo largo de la historia y ha sido analizado a detalle en los Orígenes del totalitarismo de Hanna Arendt, así como en el libro 1984 de George Orwell, obra en la que se muestra esta neolengua engañosa donde la sumisión voluntaria e involuntaria deben ser vividas como normalidad.
Juan Domingo Arguelles, autor de Las malas lenguas: Barbarismos, desbarres, palabros, redundancias, sinsentidos y demás barrabasadas, coincide en que esta normalidad adoptada es, en sí misma, una anormalidad en la que quisiéramos creer que existe la posibilidad de fundar algo distinto. “Este concepto es falso, pero estamos fingiendo que existe y que es diferente”.
Sin embargo, apunta, en esta normalidad nadie está seguro porque, aunque lo más difícil ha pasado en otros países, sigue habiendo brotes y contagios. “Pese a lo anterior, los gobiernos continúan insistiendo en que todo el mundo vuelva a ser como era antes”.
A propósito, Ruy Sánchez añade que vivir socialmente como si un virus para el cual todavía no hay solución fuera dominable, es un engaño en el que el caudillo niega su incapacidad al negarse a reconocer el estado real de la pandemia: es el caso de Jair Bolsonaro, Donald Trump, Andrés Manuel López Obrador y otros.
“Lo más grave es que en México se consideró que esto sería menos grave de lo que es y sigue siendo, ya que, al menos en nuestro país, es falso que se haya tenido una estrategia desde el inicio para controlar esta enfermedad. Todavía recuerdo a nuestro Presidente diciendo: salgan a la calle, no hay problema”, añade Juan Domingo.
No obstante a que reconoció el hecho de que no se puede culpar a alguien del virus que propició la realidad actual, dice que lo que estamos atravesando sí es culpa de la falta de reacción inmediata de las autoridades que minimizaron el riesgo.
“Al gran capital y los gobiernos en general no les importan tanto los muertos como el problema que tienen de no poder activar la economía y dicen: si de todos modos la gente se está muriendo, pues hay que activarla, aunque coincida justo con el momento en el que hay más riesgo”.
Lo peor, destaca, es que la economía está afectada y las personas siguen muriendo en mayor cantidad de lo que hubiesen muerto si se hubiera controlado en forma óptima desde un principio y no se hubiese privilegiado la economía desde el inicio.
DESCRIBIR LA REALIDAD. El ensayista y poeta Armando González Torres, señala que los términos como “nueva normalidad” pueden o no gustarle a la gente, pero deberían utilizarse para comprender la realidad. “Todavía no hemos valorado la pandemia en todas sus dimensiones, pues estamos viviendo una situación inédita en el sentido de que es la primera epidemia que afecta en forma simultánea en todo el planeta y propicia un confinamiento global”.
El autor de La peste destaca que los mensajes emitidos por las autoridades son contradictorios, así como el correcto cumplimiento de los mismos por las necesidades que enfrentan los mexicanos todos los días, pues el confinamiento es un privilegio que no toda la gente se puede dar.
SALTO DE UNA ANORMALIDAD A OTRA. La normalidad en México nunca fue normal y la pandemia del COVID-19 hace que esta anormalidad sea cada vez mayor. En nuestro país, desde antes, ya nos planteábamos la vida desde una perspectiva de riesgo y muerte, menciona Argüelles.
“La normalidad que existía antes, y que aceptamos como parte de la vida cotidiana, era una en la que diariamente se cometen feminicidios, asaltos, secuestros, atentados contra los ciudadanos… una en la que cada que salíamos de casa no sabíamos si íbamos a poder regresar; esa era la supuesta normalidad que vivíamos en México, de hecho, hay un dicho que dice: buena suerte en un país como México es estar vivos”.
¿UNA CIUDAD HABITABLE? La ciudad y el mundo dejaron de ser habitables, sólo nos queda sufrir las consecuencias como salir únicamente por necesidades apremiantes con una armadura de cubrebocas y caretas; ver los huecos en la ciudad por los negocios a los uno iba y quebraron o están al borde; igual se sienten las ausencias de los padres, hermanos, hijos y amigos que han muerto, dice Argüelles.
El escritor sostiene que las formas de relacionarse en la “nueva normalidad” han cambiado y seguirán transformándose mientras no exista una vacuna, pues la gente seguirá teniendo temor a morir al salir de su casa, así como la duda permanente de saber si no nos habremos acercado demasiado o si nos habremos descuidado y vamos a enfermar.
Ante este panorama, el también ensayista Armando González sostuvo que la ciudad tendrá que reinventarse a partir de principios como la imaginación y la responsabilidad, pues la primera proporcionará horizontes posibles y de la segunda dependerá que esto termine.
REVANCHA DE LA NATURALEZA. La “nueva normalidad” nos recuerda que la fragilidad y la incertidumbre son naturales al ser humano, expresó González Torres. “Hay que ser absolutamente responsables minimizando el contacto social, lo cual podría resultar en una oportunidad para repensar individualmente nuestros propios proyectos de vida, así como nuestra relación con el consumo y la naturaleza; este es un escenario fértil para un examen de conciencia y un análisis colectivo”.
Vivir este tipo de fenómenos en pleno siglo XXI y desconocer el tiempo que se va a prolongar, así como la magnitud del impacto que va a tener sobre nosotros, refleja el desequilibrio que hemos causado en la naturaleza, añadie. “Por ello, es importante repensar la serie de premisas que construimos sobre el progreso y el desarrollo, así como cuestionar qué podemos hacer para prevenir que estos fenómenos sigan ocurriendo como una revancha de la naturaleza y un recordatorio de la vulnerabilidad, así como de la falta de proporciones de lo que los griegos llamaban la hybris del individuo”.
Este exceso de confianza, sumado al nivel educativo promedio en México (secundaria), hacen que la “nueva normalidad” sea mortal en nuestro país, finalizó Juan Domingo Argüelles. “Hay poblaciones completas que dicen que el COVID-19 no existe. Éstas son las más pobres, las de menos recursos y donde muere más gente. Queda claro de que influye mucho el país desde el que vivimos esta ‘nueva normalidad’”.
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