Por: Alejandra Ojendi
La escritora ecuatoriana Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988) aborda en su obra el terror que genera la violencia surgida particularmente en el entorno doméstico. El feminicidio, el incesto y la perversión de las relaciones familiares son algunos de los temas que plantea en sus novelas, poemas y cuentos.
Sin embargo, para esta autora, cuya escritura se caracteriza por un estilo lírico y por una búsqueda de la belleza aun en el horror, la lectura de un libro no puede reducirse a su lectura social.
En entrevista por videollamada a propósito de la aparición de su primer libro de cuentos, Las voladoras (Páginas de Espuma, Colofón, 2021), Ojeda se refiere a esta “instrumentalización del arte”.
“El horror y el miedo de verdad, que vivimos a diario, tienen que ver con la crueldad, con la violencia que ejercemos los unos sobre los otros. Yo, al ser una mujer latinoamericana, sobre todo tengo muy cerca las vivencias que sufren o pueden sufrir las mujeres latinoamericanas, en contextos muy machistas, muy misóginos, racistas, en la intimidad, en la calle también, aunque la mayoría de las violencias surgen en nuestras casas… Esos son temas que yo trabajo en mis libros, no solo en Las voladoras, en todos, y se puede hacer una lectura de ellos desde ese lugar. Sin embargo, tengo una reticencia a que la literatura en general, no solo mis libros, sea validada solamente por su lectura social. Una novela, un libro de cuentos o uno de poemas no necesita ser útil para ser una obra de arte o que merezca la pena. Hay una intención muy antigua de darle a la escritura, a las artes, una instrumentalización social y creo que es peligroso porque pareciera que solamente se validan a través de lo útiles o no que son para nuestras luchas”, comenta desde Madrid, donde radica actualmente.
En concordancia con esta idea, en los libros de Ojeda hay una búsqueda estética y creativa que pasa por la utilización de un lenguaje poético y por la mezcla de géneros.
¿Es posible encontrar belleza en el horror?, se le pregunta a la escritora que, en 2017, fue incluida en la lista de autores latinoamericanos promesa menores de 40 años de Bogotá39.
“Normalmente pensamos que el trabajo con el lenguaje poético incluye solamente la belleza, pero hay poemas que pueden dar miedo o que hablan sobre cosas repugnantes. Hay mucha belleza en el horror y hay mucho horror en la belleza. Esto es algo que ya ha dicho Rilke, que la belleza es la primera manifestación de lo terrible. Y Freud definió los siniestro colindando con la belleza. La experiencia de lo sublime siempre es la convivencia entre el horror y la belleza. Día a día estamos viviendo esa experiencia, más allá de los libros, los cuadros, la música, el cine, pero el arte la hace más palpable”.
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A la autora de las novelas Nefando (2016) y Mandíbula (2018) le interesa trabajar con el lenguaje poético porque considera que tiene la capacidad de mover las emociones del lector, más allá de lo que pueda decir en sí la historia.
Una exploración del gótico andino
En Las voladoras, su libro de más reciente publicación, Mónica Ojeda se propuso hacer una indagación de lo que para ella es el gótico andino: “Para mí, el gótico andino es un abordaje del horror de la violencia trabajado desde esa geografía (los Andes), con toda su historicidad, la sexualidad de por medio, pero también con la modernidad; el mundo andino es paradójicamente ancestral y moderno a la vez. Lo que hice fue trabajar mitos y símbolos con temas de la violencia cotidiana de hoy en día”.
Así, el cuento que da título al libro y abre la colección, está basado en un relato oral de Mira, Ecuador, sobre brujas. En otros, aparecen cóndores, aves que según una leyenda andina se suicidan cuando ya no quieren vivir. O se hace mención de monstruos de esa región.
“Pero no todos los cuentos tienen una base de narración oral. Lo que yo quería es que algunos la tuvieran y otros solamente sucedieran en paisajes andinos: páramos, montañas, volcanes; que ese paisaje se hiciera carne con la historia, que la historia fuera una especie de alegoría del paisaje y el paisaje una alegoría de la historia a la vez”.
Entre los protagonistas de los ocho cuentos que integran Las voladoras se encuentran una adolescente que ama la sangre, una profesora universitaria que un día se encuentra con la cabeza de su vecina en su jardín, una joven que conserva la dentadura de su padre muerto y una adolescente que sueña con cortarle la lengua a su gemela muda.
“Es un libro muy violento pero termina con bastante ternura. El último cuento es sobre el duelo, es el único en el que no hay un personaje que está dañando a otro sino que es la vida misma la que es violenta con él porque le arrebata a un ser querido. No solamente terminó siendo un cuento sobre el dolor de la pérdida, que es tan grande porque el amor lo es, sino una especie de posición escritural mía porque está el tema del conjuro, que es para mí una especie de poética literaria, entender que la palabra puede a veces atravesar la materia y generar cambio”.
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