miércoles, 5 de mayo de 2021

El ser humano vive en una sociedad de seducción y consumo: Gilles Lipovetsky

Foto: Cortesía Anagrama/ Fotoarte: Erick Zepeda


Por: Juan Carlos Talavera 

El ser humano vive en una sociedad de seducción y consumo en la que intenta gustar y emocionar al otro, alejado de tradiciones, preso de la neofilia e inmerso en una pasión por lo infinito y el encanto de las pequeñas seducciones.

Así dibuja el filósofo Gilles Lipovetsky (Francia, 1944) el panorama del siglo XXI, en entrevista exclusiva con Excélsior, a partir de su más reciente libro traducido al español Gustar y emocionar. Ensayo sobre la sociedad de seducción.

"Hoy, lo que nos empuja a la seducción del consumo no es sólo la manipulación del marketing. Es, en el fondo, la naturaleza de esas sociedades modernas que se muestran destradicionalizadas”, explica Lipovetsky vía Zoom.

"Lo cual se debe a que la era moderna ha roto todas las formas de socialización que antaño hacían que los individuos se encontraran en su lugar y consideraran eso como algo normal. Entonces sus deseos no superaban a sus hábitos o costumbres y se comía, se bailaba y se trabajaba del mismo modo que nuestros padres y bisabuelos, y no había problema”.

Pero “la era moderna, al destruir las tradiciones, creó la pasión por lo infinito, es decir, hoy deseamos todo y ya no nos conformamos con lo que tenemos, y siempre queremos algo diferente”, abunda el ensayista y filósofo.

Esto demuestra que la repetición nos aburre, por lo que no soportamos ir de vacaciones al mismo lugar de siempre ni escuchar la misma música o vestirnos del mismo modo, asevera.

Y se debe “a que la edad moderna ha hecho caer los muros de la aceptación y, contrario a lo que se lee en los medios, el futuro del consumo no está amenazado”, advierte Lipovetsky, por lo que la pasión por el consumo y la seducción no está cerca de dar marcha atrás, dado que el hombre moderno no tiene límites para sus deseos y quiere ser feliz obteniendo nuevas cosas sin cesar.

Esta idea, apunta, nos lleva a otra reflexión: “La seducción del consumo es, antes que nada, la seducción de la novedad, pues todo el tiempo queremos tener un nuevo auto, viajar a otro lugar en vacaciones o adquirir un nuevo teléfono inteligente. Son las pequeñas seducciones que empujan a los individuos en ese sentido y deriva en una especie de neofilia”.

Una prueba de esto, coincide el también autor de La era del vacío, se reveló en las filas de personas para ingresar a los centros comerciales durante el desconfinamiento.

"La lógica de la seducción se ha infiltrado en todos los campos de la vida humana, en la económica y también en la educación, en la vida política y en la cultura.

"Todos los campos han sido fagocitados por la lógica de la seducción. Su motor es el capitalismo, que aquí encuentra capacidades para renovar los deseos y las esperanzas de los consumidores, aunque también inciden las nuevas tecnologías”, anota.

Sin embargo, esta idea también influye en el tema de la sexualidad: “Hoy se puede tener actitudes de seducción sin cesar en redes sociales o en sitios de citas y encuentros, es decir, uno puede conectar con un hombre o una mujer sin importar la hora o el momento y eso también es un cambio total respecto de las civilizaciones de antaño, cuyas prácticas de seducción estaban codificadas y controladas. Ya no hay reglas”, comenta.

"Así que hemos entrado a una lógica de profusión y, en cierto sentido, todos los límites de la seducción han caído”, asevera.

Lo cierto es que “hay un momento en el que demasiada seducción pervierte el sentido de la vida y cuando se vive únicamente para el consumo, el viaje o las marcas... eso ya no es positivo ni bueno”.

Algo preocupante, abunda, “es que en algunos jóvenes todos sus horizontes de vida están orientados sólo a comprar y es algo triste. Ése no puede ser el objetivo de la vida.

"Entonces, pienso que, de cara a la sociedad de seducción, debemos volver a dar peso a otras finalidades, como el trabajo, el esfuerzo, la investigación, la justicia y la ética.

"Éstos son campos en los que afortunadamente no entra la seducción y permite que la vida no sea completamente colonizada por ésta.

"La seducción está bien, pero demasiada es algo que nos lleva a una vida sosa y sin grandeza”, indica el autor de La felicidad paradójica, que identifica un segundo factor para enfrentar dicha problemática: la educación.

OPTIMISMO SIN INGENUIDAD

Pese al panorama en ciernes, Gilles Lipovetsky no se deja vender por el pesimismo: “El optimismo no debe ser ingenuidad. Hay grandes problemas con la sociedad hipermoderna porque hay retos considerables con el futuro, pero la sociedad de seducción, tal como es actualmente, no debe generalizarse por razones ecológicas”.

Y agrega: “No soy pesimista porque tengo fe en la inteligencia humana y en la razón, ya que las sociedades y los hombres reaccionan, en particular, con las innovaciones tecnológicas que permiten energías renovables, aunque por ahora sigue siendo preocupante la situación, pues sabemos que este cambio climático es irreversible”, lamenta.

Pero más allá del reto climático, hay otros problemas no tan alejados de casa, como el cataclismo Donald Trump y el populismo que destruye, incendia sociedades y amenaza la democracia liberal.

"Recordemos que Trump hablaba con un tipo de seducción populista, inclinada por la vulgaridad y la agresión, como cuando acusó a todos los mexicanos de ser violadores y gánsteres. Eso es grave, porque propició la confrontación”, concluye.

Traducción de Edgar M. Ávila

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