miércoles, 1 de septiembre de 2021

Las orquestas típicas en México. De la invención a la consolidación de una tradición’ [El nuevo libro de Sonia Medrano Ruiz]


Por: Jánea Estrada Lazarin

Sonia Medrano Ruiz es cantante, concertista y Doctora en Historia por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Recientemente presentó su libro Las orquestas típicas en México. De la invención a la consolidación de una tradición, editado por la Secretaría de Cultura a través de programa Ediciones 2020 del Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde. Sonia ha dedicado parte de su vida artística al rescate, recopilación y difusión de la música zacatecana, mexicana y latinoamericana de los siglos XVIII, XIX y XX con grabaciones y conciertos. Esta trayectoria se complementa con la investigación histórica. Desde 2015, participa en coloquios nacionales e internacionales con las universidades autónomas de Zacatecas, Aguascalientes, Nayarit, Coahuila, Hidalgo y Guerrero, con El Colegio de Jalisco y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Universidad del Norte de Texas y la Universidad del Estado de Texas con investigaciones relacionadas con diversos aspectos del patrimonio musical, especialmente las agrupaciones de música mexicana e instrumentos típicos y tradicionales. Es a propósito de este libro que hablamos con su autora.

Jánea Estrada Lazarín: Hablemos para empezar de qué se entiende hoy por “orquesta típica”, ¿cuáles son las características principales de este tipo de agrupaciones musicales? 

Sonia Medrano Ruiz: Las definiciones actuales nos describen una orquesta conformada por instrumentos tradicionales mexicanos y que toca música mexicana. Sin embargo, desde su creación en 1884, observamos que se trata de una combinación de instrumentos de orquesta sinfónica con instrumentos reconocidos como mexicanos o mejor dicho vinculados a la música folclórica mexicana. Y es justamente lo que este libro pone en discusión, porque en su momento causó controversia y hubo muchas voces encontradas por el hecho de combinar el bandolón que en su tiempo era considerado el más corriente de los instrumentos mexicanos ya que lo tocaban solamente en cantinas y bailes de segunda como lo revelaron las fuentes hemerográficas, con los violines asociados a la música de concierto europea. Recordemos que desde la creación del Conservatorio, se privilegió, la enseñanza al estilo europeo y a un sector de la sociedad no gustó nada esa combinación. 

JEL: El título de tu libro Las orquestas típicas en México. De la invención a la consolidación de una tradición, nos sugiere entre otras cosas que las tradiciones pueden ser inventadas, si ese es el caso de este tipo de orquestas, me gustaría que nos dijeras cómo fue este proceso. 

SMR: Realicé una investigación exhaustiva en los periódicos y no encontré menciones de este tipo de agrupaciones si no es a partir de agosto de 1884 cuando debutó la Orquesta Típica Mexicana en el auditorio del Conservatorio de la Ciudad de México. Esto no quiere decir que no existieran antes los conjuntos de cuerdas en coordinación con otros instrumentos, claro que los había en múltiples combinaciones y que el violín, el salterio y la guitarra que también son de procedencia europea fueron adoptados, y en el caso de la guitarra, tuvo diversas adaptaciones y variantes entre las que encontramos jaranas, leonas, bajos de armonía, bajos sextos, la séptima o sétima como le decían, las vihuelas y guitarrones, solo por mencionar algunas. Como el historiador Erick Hobsbawm dijo, las tradiciones por antiguas que nos parezcan tienen siempre un origen, por fortuna podemos remontarnos hasta el justo momento en que se inventó la típica. Y digo que se inventó porque los testimonios de la prensa del momento expusieron todo aquello que era atípico en la agrupación, comenzando por la combinación de instrumentos, seguido de un repertorio atípico también para los instrumentos vernáculos, pues tocaban oberturas de óperas y otras obras europeas y para rematar, la vestimenta que más se parecía a la de la policía rural, porque los concertistas acostumbraban vestir de etiqueta. Lo más sorprendente es que esta idea surgió de los mismos músicos que trabajaban en el Conservatorio y fue precisamente a partir del éxito que tuvo la agrupación en la exposición de Nueva Orleans, que la sociedad comenzó a demandar la apertura de cátedras de bandolón, salterio, guitarra y mandolina. 

JEL: Afirmas también en este trabajo de investigación que fue el Porfiriato el generador de un “nuevo habitus musical”… ¿es así?

SMR: Desde mi punto de vista, el régimen republicano del Porfiriato, a diferencia de otras etapas del siglo XIX, brindó cierta estabilidad económica y social comparada con las décadas anteriores en las que hubo guerras internas e invasiones. La paz del Porfiriato que se derivó del “orden” para el progreso y para la atracción de inversionistas extranjeros al país, propició el florecimiento de espacios nuevos para la socialización, para el ocio, y los músicos lo supieron aprovechar. Con la llegada de los visitantes que portaban también sus culturas y otras formas musicales, se abrieron teatros, salones para el baile y espacios para la tertulia en las casonas. Creo que hubo un esplendor musical que se nutrió de esa influencia extranjera y a través de los vasos comunicantes entre las capas sociales, la música llegó a todos los estratos y la tenemos en los paseos, en las ceremonias cívicas, en los bailes y en las casas. Los músicos mexicanos se apropiaron de esos géneros y exploraron su creatividad logrando una gran producción de valses, mazurcas, chotices, redovas, danzas y canciones, nutriendo y transformando el paisaje sonoro, universo simbólico o habitus musical. 

JEL: En el capítulo “El arte sobre rieles”, hablas de cómo existen evidencias de la práctica de los roles femeninos y masculinos en el México porfiriano y de cómo el ámbito doméstico trascendió al ámbito escolar, concretamente hablando de la educación para mujeres…

SMR: Parte de ese orden reflejado en las leyes, dio certeza económica a los inversionistas que le apostaron a las comunicaciones como el ferrocarril, el telégrafo, el teléfono y para el caso de Zacatecas, la llegada del Ferrocarril Central propició la estancia de personajes que transformaron la vida en ámbitos como el educativo y para fortuna nuestra también en lo musical, no se diga en la industria minera y ganadera. La apertura de las escuelas Normal para Profesores, la de Señoritas y el Hospicio de Niños, brindaron otras posibilidades para abrir nuevos espacios laborales. Y por naturaleza, el arte de Euterpe fue un complemento omnipresente en las escuelas. Es definitorio el hecho de que Clementina Pani, primera directora de la Escuela Normal femenina y pianista consumada, sentara las bases para la instauración de la cátedra de música vocal, piano y posteriormente de violín, mandolina y la creación de su propia Orquesta Típica Ángela Peralta. 

JEL: El tema de “La orquesta típica para señoritas” te encontró de manera natural hace unos años… ¿cuál es el vínculo entre este tema y el que abordas de manera general en el libro?

SMR: Yo comencé mi tesis con una cita de apenas tres renglones que llamó mucho mi atención porque narraba la presencia de la Orquesta Zacatecana de Señoritas en Arkansas en 1893. Me sorprendió por aquello que siempre se nos ha dicho “la mujer de antes estaba en su casa y remendando calcetines”, si algo me caracteriza es la curiosidad y ese fue el motor que me llevó a indagar más y a encontrar esta historia aún trunca, que todavía estoy tratando de completar. Comencé desde ahí, tratando de buscar también una conexión entre la Típica de Felitos, que gustaba mucho en el barrio en donde crecí y con la que tuve mis primeros intentos dancísticos, porque en el Jardín de Niños bailé El Mexicapan (yo tenía 5 años) y desde entonces la música de las típicas me fue significativa y se insertó en mi habitus musical. Comencé por preguntarme de esas conexiones que había entre esta agrupación, vigente gracias a don Florentino Raygoza y de aquella de los tres renglones del libro de Romero. 

JEL: En todo este trabajo, hay un nombre, el de Carlos Curti, que sobresale, ¿puedes decirnos cuáles fueron sus contribuciones y mencionar a otros personajes que también están presentes y considerados como imprescindibles?

SMR: Carlos Curti fue justamente uno de los inventores de la Orquesta Típica Mexicana que nació en el Conservatorio en 1884 y radicó en Zacatecas entre 1887 y 1889, por supuesto dejó aquí sembrada una Orquesta Típica de varones y dos integrantes de la Banda Municipal de Zacatecas que él dirigió; los hermanos Primitivo y Eliseo Calero junto con Genaro Codina, crearon la Orquesta Típica Zacatecana de Señoritas. Encontré recientemente benefactores como Juan Curti, hermano de Carlos, quien prestaba su arpa a la Típica de Señoritas y al propio gobernador Jesús Aréchiga, quien de su propia bolsa vistió y calzó a las niñas y poco después les renovó todos sus instrumentos. Seguramente también las apoyó para su viaje a Chicago. 

JEL: En el apartado de las “Rupturas, transformaciones y permanencia”, dices que “En el siglo XX, tras el movimiento revolucionario, fue necesario reconfigurar el carácter de las construcciones nacionalistas decimonónicas, actualizarlas, por así decir…”. ¿Cómo se dio este proceso de actualización?

SMR: En lo personal detecté un nacionalismo decimonónico que ha sido muy poco estudiado y que comienza en el México Independiente y es observable en José Antonio Gómez quien compuso en la década de 1830 una obra conmemorativa de la Independencia de México y otro momento crucial fue a mediados del siglo XIX con el concurso del Himno Nacional Mexicano organizado por Santa Anna; justamente en la República Restaurada comienza México a recibir invitaciones para las exposiciones y ferias mundiales y creo que la Típica Mexicana fue creada para mostrar en el extranjero algo del arte nacional. El movimiento nacionalista del siglo XX es más conocido y ha sido más estudiado desde el muralismo, la plástica, la escultura y por supuesto con del movimiento sinfónico, no se digan la literatura y la poesía. Después del movimiento revolucionario, las típicas con su nostalgia porfiriana parecieron haberse olvidado, sin embargo creo que para el caso de Zacatecas lo que sucedió fue que se conformaron conjuntos de cuerdas más pequeños y así lograron subsistir, salieron de las instituciones y permearon hacia las zonas rurales por eso busqué ahí esas reminiscencias y es en La Era, Vetagrande, Zacatecas donde todavía vive un bandolonista. En el resto del país evolucionaron incorporando otros instrumentos como la marimba, percusiones, coros y aumentando los instrumentos del cuarteto de cuerdas (violín, viola, violoncello y constrabajo) no obstante incluyeron repertorio folklórico de distintas regiones del país. 

JEL: Finalmente, hablemos de Zacatecas, cuál fue el papel de sus actores en la escena musical en la construcción de esta historia. ¿Cómo se dio el proceso para que la Orquesta Típica del Ayuntamiento de Zacatecas obtuviera el nombramiento como Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado?

SMR: La principal aportación que hizo la Orquesta Típica Zacatecana de Señoritas fue la proyección de la mujer mexicana como instrumentista ante el mundo, pues acudieron a la Exposición Colombina de Chicago en 1893, hecho que ninguna otra agrupación femenina había logrado antes. Otra es que probó ser un modelo óptimo para el aprendizaje práctico de la música de niños, adolescentes y jóvenes en las escuelas públicas. A partir de su presencia en 1893 en México, comenzaron a surgir típicas y estudiantinas de señoritas por todo México. Y en cuanto al nombramiento de la Orquesta Típica del Ayuntamiento de Zacatecas Patrimonio Cultural Inmaterial, esta investigación fue el fundamento que demostró la antigüedad de la música de cuerdas en la ciudad, probamos con fuentes primarias que las Orquestas Típicas son una tradición vigente en Zacatecas y que resguarda y difunde nuestro patrimonio musical desde el siglo XIX hasta nuestros días. 

El libro Las orquestas típicas en México. De la invención a la consolidación de una tradición, de Sonia Medrano Ruiz, puede ser solicitado en el departamento editorial del Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde, vale la pena que lo tenga en su colección. Enhorabuena para su autora.

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