Por: Virginia Bautista
¿Qué queda de una gran vida creativa cuando llega la muerte? Además de los recuerdos, del “privilegiado y transformador aprendizaje” que significó compartir la vida del reconocido artista, los seres queridos deben decidir el destino del legado material: obras de arte, cartas, fotografías, libros dedicados, bibliotecas enteras, los lugares de trabajo, sus objetos preferidos y textos inconclusos.
El pintor, escultor, grabador y diseñador Vicente Rojo; el escritor, humanista, editor y político Enrique González Pedrero y la galerista, artista visual y promotora cultural Montserrat Pecanins, son tres de los grandes que murieron este 2021. Rojo, el 17 de marzo a los 89 años; González Pedrero, el 6 de septiembre a los 91, y Pecanins el 21 de octubre a los 92 años.
"Mi vida con él fue un gran aprendizaje, ésa fue mi mayor herencia”, comenta en entrevista con Excélsior la escritora Bárbara Jacobs, viuda de Rojo, quien no puede compartir aún el significado de ésta pérdida.
Tengo las cartas que me escribió, los catálogos dedicados de la mayoría de sus exposiciones, parte de su biblioteca y todo el material que utilizaba para pintar que se quedó en su estudio de nuestra casa en Chimalistac, herencia de mi madre, a la que nos mudamos en septiembre de 2019.
Me quedo, además, con una colección completa de las carpetas de grabado que realizó para acompañar los textos de poetas y escritores como David Huerta, Pura López Colomé, Álvaro Mutis y uno mío. Y unas 30 o 40 pinturas y esculturas de su autoría y de amigos artistas suyos, como Francisco Toledo, Manuel Felguérez, Brian Nissen, Arnaldo Cohen y Juan Soriano, entre otros”, detalla.
La narradora dice que le aconsejaron inventariar este legado. “En eso estoy. Estábamos armando un estudio en la casa de Chimalistac. Él la habilitó, me ayudó a restaurarla, ayudó con el diseño. Ahí quedaron sus cuadros y sus pinceles, todas sus cosas, pues trabajó hasta el último día”.
Agrega que Rojo determinó que sus nietos, hijos de Vicente y Alba Rojo Cama, se ocuparan de sus obras y libros que quedaron en sus casas de Coyoacán y Cuernavaca.
"Dejó todo muy organizado. Alcanzó a planear su última gran retrospectiva en el Museo de Arte Moderno, que se retrasó por la pandemia y ahora se inaugurará hacia junio de 2022; aunque se tendrán que añadir algunas obras, pues siguió trabajando”, adelanta. Y hay otro proyecto pendiente. “La Universidad Iberoamericana planea publicar una especie de biografía crítica, con un ensayo de la catalana Sonia Hernández; y él incluyó las ilustraciones, como una especie de autobiografía visual”, dice.
Por su parte, González Pedrero escribía su autobiografía, confesó en una entrevista que concedió a Excélsior en febrero de 2020. “Apenas estoy esbozándola. No la llamo memorias, porque una amiga me dijo, con gracia y certeza, que memorias las de Churchill o las de De Gaulle, que las nuestras son recuerdos. De modo que si llego a escribirla le pondré Mis recuerdos”.
Otro proyecto querido que estaba atendiendo, compartió entonces, era destinar el dinero que obtuvo de la venta de su biblioteca a la Secretaría de Cultura federal a la creación de becas “para los estudiantes tabasqueños que lo necesiten”. Vivía en su casa de la colonia Florida, de la Ciudad de México, rodeado de libros, obras de arte, discos y fotografías.
Sobre Montserrat Pecanins, su viudo, el pintor Brian Nissen, comentó que aún no estaba en condiciones de hablar del reciente fallecimiento de la galerista. Por lo que el escritor Alberto Ruy Sánchez, un amigo de la pareja desde hace décadas, la evoca.
"Ella era toda alegría, generosidad, inteligencia y, sobre todo, mucho amor. Era una persona que cuando quería a alguien lo quería de verdad y, cuando no, lo sabías muy claramente. Era muy claridosa.
Era una promotora cultural imparable, nunca dejó de tener proyectos. Su mayor legado material es la colección de teatrines que hizo, esas cajas animadas, inspiradas en espec-táculos. A todos los amigos nos hizo cajas. Su obra está llena de alegría y jocosidad”, señala.
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