jueves, 10 de febrero de 2022

La desgracia del teatro y Efiartes



Por: Carmen Leñero  /APRO

La producción teatral con fines culturales es cada vez más inexistente, y apenas unas cuantas obras son producidas por instituciones gubernamentales. Ya no como se hacía en el siglo XX, sino que en las convocatorias de ahora se piden obras ya hechas, y que las hagas como puedas con lo que puedas.

Lo único en lo que apoyan, tal vez, es en el pago simbólico al equipo, la precaria difusión y un porcentaje de taquilla. Se gana tan sólo un espacio para presentar tu obra, ya no digas 50 funciones, sino unas cuantas, 8, 10, 24 cuando mucho. En las convocatorias institucionales para ganar una breve temporada es desproporcionado el número de solicitudes y las pocas obras elegidas, así que la mayoría queda fuera buscando otras maneras de manifestación, creando un importante circuito alternativo.

En este neoliberalismo salvaje a la mexicana, la autosuficiencia en el teatro es un espejismo, la taquilla es poco viable para recuperar lo invertido –de la bolsa de los teatristas una buena parte– y el público no tiene ni la costumbre ni los recursos para asistir al teatro y pagar lo requerido para que un grupo logre su subsistencia. La competencia es desleal entre los teatros del gobierno que ofrecen precios accesibles, los independientes que requieren ingresos para mantenerse a flote y el teatro comercial con precios altos para un público con alto poder adquisitivo.

El gobierno se ha resistido a mirar a una fuerza de trabajadores inmensa que vive de hacer teatro, fuerza de trabajo empobrecida por el cierre de espacios, presupuestos y apoyos; desempleada, de larga o corta trayectoria, o de la gran cantidad de estudiantes que egresan de las escuelas de teatro.

Los recortes a la cultura son espeluznantes. Se abren proyectos nuevos en las áreas conurbadas o rurales, pero se ignora lo que hay, la riqueza que también se ha generado a lo largo de la historia de nuestro teatro mexicano de gran calidad artística. Este es nuestro patrimonio, ahora depauperado, que requiere de una urgente inyección de presupuesto. Recursos para producir en los teatros, recursos para los teatros independientes, recursos para los teatristas que tienen tanto que decir y que para la comunidad es un alimento del alma.

Muchos programas teatrales han desaparecido y ese vacío está presente. Efiartes es uno de los pocos estímulos sobrevivientes para un sector teatral que tiene la capacidad de contactar con empresarios con recursos que quieran invertir en teatro, pero no altruistamente sino a cambio de deducir impuestos. En vez de darle a Hacienda su ISR, lo dedican a colaborar en una producción teatral. Los primeros cinco años desde el 2011, Efiteatro dispuso anualmente de 50 millones, pero a partir de 2017 se convirtió en Efiartes, convocando otras áreas artísticas, y se aprobó disponer de 150 millones y después 200 para invertir en proyectos artísticos en vez de pagar el ISR.

Parecían mejores condiciones, pero fue yendo para peor llegando al límite en la convocatoria de 2021 en la que, absurdamente, sólo se repartieron 78.6 millones a 52 proyectos de 200 millones de pesos. No se utilizó 60.7% de lo disponible.

Si Efiartes es un estímulo para las artes, pareciera que está en contra de ellas, que Hacienda quiere quedarse con todo y no dejar que las empresas descuenten impuestos de esa manera y el teatro tenga una fuente de financiamiento. Las instituciones culturales convocantes y Hacienda no están pensando en la cultura y menos en los artistas, y aún menos en el bien común que es el arte en nuestra colectividad. Están pensando en cómo ahorrar, en cómo repartir menos. Los obstáculos se acrecientan en cada convocatoria, y casi que se tiene que tomar un curso intensivo para poder aplicar y no hay aclaraciones ni segundas oportunidades.

Las condiciones en que funciona el Efiartes tienen que cambiar; debe recuperar su espíritu apegado a los bienes culturales en beneficio de la población y de los trabajadores del teatro. No puede seguirse supeditando a Hacienda, cuyos criterios nada tienen que ver con la riqueza cualitativa de la cultura, y el INBAL tiene que salir al quite y defender a las bellas artes, como su nombre lo indica. El Colegio de Productores de Teatro ha llamado al diálogo para que la próxima convocatoria sea a favor de los artistas. Los hacedores de teatro lo apoyan, al igual que no quitan el dedo del renglón, convencidos de que el giro para apoyar al teatro tiene que darse ahora, antes de que muera por inanición. 





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