Luis Pescetti (Cortesía: Ana Ceballos, Siglo XXI Editores).
Por: Jesús Alejo Santiago
El cantante y escritor argentino Luis Pescetti no ha dejado de serlo: halló en su infancia una herramienta para tratar de entender su adultez y la de los demás, lo que se refleja en sus distintos procesos creativos, sin importar si están cerca de la ficción o más del ensayo.
“Tú también viviste otra Ciudad de México que te permitía circular con más autonomía”, cuenta Pescetti al reflexionar sobre la aparición de los libros Botiquín emocional. Para humanos y superhéroes (LoqueLeo, 2022) y Cómo era ser pequeño explicado a los grandes (Siglo XXI Editores, 2022): “estaba en San Jorge, en Santa Fe, y había mucha libertad para manejar: cuando se habla de la pantalla, les digo que ese es el síntoma, el problema es que los niños tienen muy poca banqueta, muy poca vereda”.
Una situación que se ha dado por razones bastante comprensibles y más que justificadas, porque el mundo cambió y porque todos los espacios ahora son más acotados, hasta los cumpleaños de los niños están más pautados, y se volvió todo como más tutelado y aun cuando los niños, en apariencia, tienen un manejo más independiente, a la vez todo lo tienen mucho más acotado: “has lo que quieras… dentro de esta cajita”.
“Como adultos nos toca darles herramientas para que sean más autónomos más prontamente, aunque ello no significa ‘hagan lo que quieran’, sino más bien ‘si haces tal cosa, pueda pasar esta otra’. No necesariamente con miedo, pero dar autonomía es decir ‘si te manejas de esta manera sólo pueden pasar tales cosas’”, explica el también músico.
El miedo a no crecer
En Botiquín emocional, Pescetti se dio a la tarea de inventar una historia. En Cómo era ser pequeño quiso contar su propia vida, para que se viera de dónde nacen las ideas, las cuales terminan por venir de una experiencia vital, de una experiencia cotidiana que termina por racionalizar, “pero tienen esa raíz, como una experiencia que puede ser común a la de cualquier otro”.
“Lo que no queremos es quedar expuestos. Los niños tampoco quieren eso: a los 9 o 10 años empiezan a mostrarse cautelosos sobre qué muestran o qué no muestran; empecé a ver que estaban de moda los libros de emociones para niños y vi que eran como un catálogo: ‘la tristeza es importante, es importante expresar la tristeza’. El problema no son las emociones y que las conozcamos, el problema es que no sabemos cómo lidiar con ellas, ni qué derechos tenemos”.
Ambas publicaciones tienen objetivos distintos, aunque parten de algunos cuestionamientos que le han hecho, y él mismo se ha planteado, los últimos años: ¿ dónde nacen los libros? “y les digo que no nacen en la imaginación”, sino en la oreja: ¿ cómo logras que el otro te presté atención?: “oyéndolo, porque si no te conviertes en un monologuista”.
“Lo que sí es seguro es que nosotros nos tratamos como si fuéramos diferentes personas en diferentes edades: cuando somos niños vemos a nuestros padres como si nunca hubieran sido niños: cuando somos padres vemos a nuestros niños como si nunca hubiéramos sido hijos. Y vemos a nuestros propios padres como si nunca fuéramos a ser ancianos. Es como un absurdo de convivencia”.
Desde la perspectiva de Luis Pescetti, el gran problema es tratar a los niños, a los viejos, a los inmigrantes, a los nativos de otras colonias, en diminutivo: el gran problema es tratar a quien no tiene la misma autoridad en diminutivo, “porque vas a tener un sometimiento que, en el instante, puede ser más impactante, pero en el resultado va a ser un deterioro”.
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