sábado, 28 de mayo de 2022

La Danza de Luto: Muere Arturo Garrido, el pensador incómodo



Por: Juan Hernández 

La muerte hoy del artista Arturo Garrido Puga debería ser noticia nacional. Desde luego no ocurrirá frente a medios tradicionales comprometidos con notas “cliqueras” que muy poco aportan al devenir artístico y cultural del país. 

Garrido sabía cómo funcionaba la maquinaria de la explotación enajenante en un mundo dominado por las leyes del mercado; de tal forma que se mantuvo fiel a sus principios radicales, sin máscaras. 

Tendríamos que decir aquí, en razón de las leyes de la información y del periodismo, que Arturo fue un bailarín y coreógrafo, que a pesar de ser siempre antisistema logró el reconocimiento y recibió premios. Sin embargo, considero que más allá del legado dancístico, que forma parte ya de la memoria coreográfica del país, la figura que mejor define a Garrido es la del pensador. Eso fue el artista, un pensador crítico, apasionado y furioso, inconforme y arriesgado.

Arturo fue maestro en toda la extensión de la palabra. Como todo ser humano fue imperfecto, pero sería mezquino regatearle un lugar en el ámbito de los grandes pensadores críticos de México. 

Sé que esto puede mover a desdén, como el que mostraron al artista recién llegado al país a principios de los años 80 los miembros de la élite cultísima que difícilmente admitían nuevos miembros en su Olimpo, sobre todo si no respondían a los intereses hegemónicos que dejaban poco espacio para la expresión de los pensadores libres. 

Muchos aprendimos de él, aunque habrá quien lo niegue. Enseñó que tener una ideología es una cualidad que se construye con base en la profundidad de la reflexión crítica; nos recordó que el arte es político por el hecho “simple” de tratar lo humano; nos hizo pensar en la estética como una trampa si se asumía sin consciencia; nos legó ese movimiento de brazos en espiral hacia el cielo para recordarnos la relación con lo divino; le recriminó a los artistas su compromiso con la historia; precisó que el cuerpo es político y que ser constructo del arte coreográfico también lo era… No terminaría aquí de enumerar todas las lecciones dejadas por el maestro ecuatoriano-mexicano. 

“El camino”, “Aztra”, ”…y amanecerá”, sus obras clásicas determinaron uno de los momentos fundamentales del arte coreográfico contemporáneo. Obras del repertorio de Barro Rojo Arte Escénico realizadas en los 80, que abrieron brecha, como los campesinos lo hacen con sus machetes para explorar el campo entre los matorrales. 

Llegó a México porque su vida peligraba en Ecuador, en donde era perseguido por la dictadura. Y ya en México continuó su obra. Creó coreografías que caminaron junto a los movimientos sociales y políticos, y dieron también un poco de alivio a las tragedias. 

Diaríase que ya quedan pocas voces así de recias para denunciar las injusticias, para vindicar lo latinoamericano ante el racismo sistémico y global; pocas mentes lúcidas que mantengan ese puño en alto para denunciar los genocidios, pero con la nobleza para pensar que no todo está perdido. 

Así fue Arturo hasta su muerte. 

Con el Proyecto Coyote hizo actividades de arte y política; produjo obras nuevas, pero ya habían pasado los años 80 y las generaciones se rehuían al entendimiento del gran compromiso del artista de la danza. 

En un encuentro callejero de danza, dedicado al maestro Tonio Torres, en el 2015, Proyecto Coyote bailó “El ritual de la ponzoña”, de Garrido, en la explanada del Museo Federico Silva de San Luis Potosí. 

Recuerdo aquella obra en la evocación que busca en la memoria, pero la sensación sigue presente en la reacción del cuerpo frente a toda esa energía desatada, en la que los bailarines expresaron la actualidad de la tragedia y, sin embargo, al final gozaban, gozaban y gozaban porque moverse con libertad y sentido no era poca cosa. Todos ahí terminamos llorando. 

Arturo merece ser despedido en Palacio de Bellas Artes. Es uno de  nuestros grandes artistas. Merece todos los honores y el reconocimiento pleno a su aportación a la historia del arte mexicano, latinoamericano y mundial… No sé si eso le gustaría él, o tal vez preferiría seguir en la eternidad desde el lugar que asumió como destino: el del artísta incómodo. 

Descanse en paz Arturo Garrido (Quito, Ecuador,1955-San Luis Potosí, 2022).

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