lunes, 5 de septiembre de 2022

Leila Guerriero, fronteras desde la imaginación

Leila Guerriero


Por: Juan Carlos Talavera 

“La idea de frontera en el siglo que vivimos está siendo cuestionada, violentada y discutida en muchos aspectos”, afirma la escritora y cronista Leila Guerriero (Junín, Argentina, 1967), quien ayer participó en el programa de Guadalajara Capital Mundial del Libro con una charla sobre escritura de no ficción en el Laboratorio de Arte Variedades (LARVA).

"La frontera es un concepto que puede ser bueno y tranquilizador, como cuando te arrojas a una piscina olímpica y sabes que tienes los bordes para no morir ahogado. Pero en su otro extremo hay algo violento y arbitrario, porque las fronteras son grandes generadoras de conflicto, dice Guerriero en entrevista con Excélsior.

También es cierto que, sin dichas fronteras, todo sería mucho peor, “ya que tendríamos un solo presidente del mundo y, creo que prefiero repartir el mal entre varios y no tener uno que condense el mal de todos”, acepta la autora de Los suicidas del fin del mundo y Una historia sencilla, quien habla sobre el sustrato de la imaginación en su trabajo.

Pese a todo, ella prefiere ubicarse dentro de una región más amplia: la lengua. “Me siento muy latinoamericana, pero lo que percibo después de viajar mucho es que hay una diversidad tan grande de países en donde se parece muy poco México a Argentina, Paraguay o Perú; y no es lo mismo Bogotá que Neiva ni Ciudad de México que Xalapa, Puebla o Oaxaca.

"Sí me gusta la idea de vivir en una región, pero me siento más como un habitante del idioma español, porque me parece asombroso que seamos tantos países a los que se pueda ir, donde, más allá de algunos términos locales, la gente se entiende. Eso es una especie de milagro, así que vivo más en el mapa de la lengua y después, también, en un territorio”, acepta.

Como escritora y cronista, la autora de Plano americano –volumen que compendia perfiles de personajes como Nicanor Parra, Ricardo Piglia, Rodolfo Enrique Fogwill, Martín Kohan, Sara Facio, Daniel Divinsky, Juan José Millás, Roberto Arlt, entre muchos más– se define como una fanática del contexto.

¿Qué papel juega la imaginación en su trabajo como cronista?, se le pregunta. “En el trabajo periodístico, la imaginación también juega un papel cuando planteas un mapa de reporteo, una lista posible de entrevistados y de lecturas. Ahí también tienes que tener imaginación para lanzar líneas más allá de lo que estás tratando de ver para no mirar solamente por el agujero de la cerradura”.

Para explicarlo echa mano del perfil que escribió sobre el cantante Fito Páez hace tres años, para lo cual leyó las entrevistas de referencia y charló con la novia del cantante, con su chofer y la señora que cocina en su casa. También buscó a sus amigos y a un crítico de rock que pudiera ponerlo en valor, reunió la bibliografía para entender las fiestas en Punta del Este, donde Fito conoció a la actriz Cecilia Roth, la musa que inspiró su disco El amor después del amor.

Pero a la hora de la escritura, abunda Leila, la imaginación está puesta al servicio de la forma y de la estructura, pero no en la invención de contenido.

"Eso está claro, porque es periodismo (narrativo), pero sí es importante tener imaginación narrativa para que no te conviertas en una factoría de producir textos”, expresa.

Guerriero reconoce que en su infancia (a los siete años) recorrió la senda de la ficción, pero, una vez que llegó el periodismo, todo cambió. De aquella época literaria, la cronista guarda algunas postales imaginarias, como cuando se acomodaba en el secreter, frente a una lamparita con cara de un gato, y escribía sus propias ficciones.

Casi 13 años después, dejó los cuentos y adquirió una máquina de escribir portátil para crear otro tipo de historias. Cierto día olvidó aquella máquina en el autobús y ésta terminó en el siguiente pueblo, pero ésa es otra historia.

Por ahora, mantiene su atención en los cambios políticos de América Latina, “donde las derechas están ganando terreno, como en el caso de Javier Milei, candidato de ultraderecha en Argentina, que pasó de ser un desconocido a tener un apoyo del 13 por ciento.

"La gente se ríe de él porque es un personaje extravagante, pero es uno de esos síntomas que las sociedades deben mirar de cerca y estar atentos”, tal como sucedió con Donald Trump en Estados Unidos, concluye.

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