Por: Virginia Bautista
"Vicente era el más silencioso, nunca hacía ruido. Parecía que siempre estaba a unos centímetros sobre el piso. No podía creer la precisión con la que siempre trabajaba”. Así recordó ayer el editor Marcelo Uribe al pintor, escultor y diseñador Vicente Rojo (1932-2021), con quien sostuvo una relación de amistad y trabajo durante 49 años.
"Lo conocí en 1973 en la casa de Juan García Ponce, entonces ya conocía su obra y lo admiraba profundamente”, comentó durante la presentación del libro Vicente Rojo. La mirada transformadora (Universidad Iberoamericana), una biografía escrita y plástica confeccionada por Sonia Hernández y Rojo, uno de los últimos trabajos que realizó el artista visual.
Uribe, director de la editorial Era, evocó que la casa de García Ponce estaba siempre abierta para ciertas personas. “Invadimos la casa de Juan para leer. En una de esas ocasiones llegó Vicente. Pero no pude hablar con él. Me intrigaba cómo podía crear 45 letras T, todas diferentes, apasionantes, cada una era un juego de espejos que se distorsionaban y se transformaban. Creo que toda la obra de Vicente era un autorretrato”, agregó.
Y contó varias anécdotas que vivió con él durante los años que trabajó en Imprenta Madero, a partir de 1977. “Yo me formé ahí. Sus toques eran como del Rey Midas. Siempre respetaba el trabajo de los otros y era de una gran generosidad”, señaló.
En la presentación participó además el escritor Alberto Ruy Sánchez, quien destacó la educación de Rojo. “De los jesuitas, él aprendió que cada quien debe pensar por sí mismo y tomar sus propias decisiones; es un principio jesuítico fundamental que te cambia la vida”, agregó quien reconoció que la universidad jesuita publicara este volumen, que incluye una presentación de Ivonne Lonna, diversos ensayos y una selección de obra de Rojo.
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