sábado, 31 de diciembre de 2022

Francisco Goldman: “El migrante de la primera generación nunca pertenece a la nación que llega”

La novela “Monkey boy”, de Francisco Goldman, ganó el American Book Award 2022.


Por: Reyna Paz Avendaño

La violencia que vivió Francisco Goldman en Boston, los obstáculos que enfrentó la madre de este reportero y los choques culturales de vivir entre Estados Unidos, México y Guatemala, son algunos de los temas que aborda Francisco Goldman (Boston, 1954), en su reciente novela “Monkey boy”, ganadora del American Book Award 2022.

La obra que resultó finalista del Premio Pulitzer de Ficción 2022 y que llega traducida al español gracias a la editorial Almadía, narra la genealogía e infancia de Goldberg mientras realiza un viaje a Boston para visitar a su madre.

“Si tomo un viaje de cinco días para ver a mi mamá en Boston, ¿en qué voy a estar pensando? No estaré pensando solamente en la guerra de Guatemala, de vez en cuando podría pensar en eso, pero realmente en mi menté estará ese amor de la secundaria que me contactó para ir a cenar, son ese tipo de cosas que ocuparán mi mente y es el tipo de cosas que intenta capturar la novela”, expresa.

¿Te interesaba mostrar la violencia de Estados Unidos?

En Boston se crece con violencia. Recuerdo una vez que estaba en mi jardín y no sé qué pasó, llegó un vecino y tuve que pelear con él, y mi papá estaba muy feliz porque pude golpear a aquel niño.

Qué feo, ¿verdad? Ésa es la cultura en que crecí, tengo en mi cuerpo las cicatrices de las peleas de aquellos años porque era una cultura muy violenta.

En Boston había mucho racismo, a veces era antisemitismo, antilatino o simplemente si eras raro era como estar adentro de ese conformismo gringo, añade Goldman.

“Recuerdo esa enorme presión que había en la escuela a ser normal, incluso, si tú eras mujer, una niña como mi hermana que practicaba el violín, se burlaban de ella por practicar violín. Si eras un hombre y querías participar en teatro, decían que eras homosexual y se burlaban de ti, era mucho de ese mundo de Trump, donde todo tenía que ser muy patriota, macho”, indica.

En esa novela, Goldman narra desde la ficción parte de su infancia y recuerda que practicaba cómo tener conversaciones normales para reafirmar un lugar común en la escuela y en el vecindario, un lugar para protegerse.

Otro tema que aparece en este libro son las mujeres mayoritariamente latinoamericanas que resisten circunstancias difíciles y que a pesar de ello, a través de sus cuidados, le dieron refugio y fortaleza en los momentos más complejos de su juventud.

“Mi mamá tenía que luchar contra condiciones tristes: la violencia de mi papá, la marginalidad de ser una mujer centroamericana en Boston, la invisibilidad y buscar un lugar donde pudiera prosperar en un pequeño rincón de latinoamericanos, siendo maestra de español”, narra.

Y María, mujer maya, “que había sido un ratito nuestra niñera, obviamente tiene una vida muy dura, pero después de estar años y años trabajando en una lavandería, en un barrio muy pobre, logra comprar la lavandería y su hijo se va al ejército”.

Todos están luchando, incluso mi hermana que se va a Guatemala y que enfrenta otro tipo de machismo con una vida desastrosa donde no la dejan ser una mujer autónoma, añade.

“Uno de los temas constantes del libro es la crueldad familiar íntima que encontramos en las vidas de estos personajes. También se refleja mucho en la crueldad del poder político dentro de países como Guatemala y Estados Unidos, a su manera”, expresa.

¿Es una novela que reflexiona sobre el arraigo?

El migrante que pertenece a la primera generación nunca pertenece a la nación que llega, no al cien por ciento, siempre eres un extranjero en Estados Unidos y siempre estás aguantando insultos, invisibilidad, que la gente no te entiende, que tienen clichés sobre quién eres, que te desprestigian.

Eso nunca se quita y también en el sentido inverso. Cuando mi mamá volvió a Guatemala tampoco ya no pertenecía a Guatemala, ya ha cambiado sus ideas sobre ese país. En mi caso, amo a México y es donde vivo, pero nunca voy a pertenecer del todo. Guatemala es un país que amo y odio, donde quizá yo estaría muerto o en la cárcel o en el exilio, como muchos de mis amigos guatemaltecos.

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