martes, 11 de julio de 2023

Verdi: el genio inquebrantable

Adolfo Martínez Palomo. El Colegio Nacional


En la nueva sesión del ciclo Músicos y Medicina, que se llevará a cabo el próximo jueves 13 de julio, a las 18:00 horas, en el Aula Mayor de El Colegio Nacional, Adolfo Martínez Palomo abordará cómo un niño, proveniente de un entorno desfavorecido, logró llegar a ser reconocido en todo el mundo.


Cartelera del próximo jueves en El Colegio Nacional.


La biografía de Giuseppe Verdi (1813-1901) resulta sorprendente debido al surgimiento del genio de la ópera en un entorno poco estimulante para el desarrollo de su talento musical. Nacido de padres analfabetos, creció en condiciones precarias en una ciudad del norte de Italia y recibió una educación deficiente. Incluso su dominio del italiano era limitado, ya que su lengua materna era el dialecto parmesano.

Ante esta realidad, surge la pregunta: ¿cómo pudo desarrollar su talento musical? El doctor Adolfo Martínez Palomo, miembro de El Colegio Nacional, dedicado durante los últimos 15 años al estudio de las biografías médicas de los compositores más destacados de la civilización occidental, señala que, a pesar de no haber tenido un entorno particularmente propicio para nutrir su don artístico, "se sabe que la música y el canto fueron una parte importante de su mundo sensorial y emocional desde su infancia temprana".

Según cuenta la leyenda, el día en que Verdi nació, una banda musical ofreció una serenata cerca de la ventana donde reposaba el recién nacido, y pocos días después, en su bautizo, la música y el baile se mezclaron con el canto sacro. Así lo relata Pierre Milza:

"Es posible que esta combinación de lo sagrado y lo profano haya impresionado de manera profunda y duradera al joven Verdi. ¿Por qué no? Es posible que esto haya determinado su vocación lírica, aunque eso es otra cuestión. Después de todo, la región de Parma había sido, desde el siglo XVII, un enclave de la dramaturgia lírica y el bel canto. En Busseto, prácticamente toda la ciudad se apasionaba por el arte musical, y en la posada de Verdi, la presencia constante de bandas musicales formaba parte de la vida del joven Giuseppe. No había nada de académico en todo esto, pero sí un inmenso cúmulo de recuerdos sonoros que más adelante nutrirían la inspiración de las óperas de Verdi, de donde proviene su originalidad y fuerza".


Giuseppe Fortunino Francesco Verdi. LACCHIN-UFFICIO STAMPA VGI


Verdi recibió sus primeras lecciones de música de Pietro Baistrocchi, maestro organista de la iglesia de Roncole, un pueblo en la provincia de Parma, perteneciente al municipio de Busseto. Con el tiempo, su talento llamó la atención de Antonio Barezzi, un próspero comerciante de licores y alimentos en Busseto, fundador y director de la Sociedad Filarmónica local y flautista, quien le brindó su apoyo durante sus años de formación musical y, posteriormente, incluso en su madurez al convertirse en su suegro.

A los 16 años, Verdi ya había obtenido varios éxitos en el ámbito musical: era profesor en la escuela de música, tocaba el órgano en la iglesia del pueblo, copiaba partituras para la sociedad filarmónica, dirigía ensayos y frecuentemente actuaba como pianista en reuniones celebradas en casa de Antonio Barezzi.

De acuerdo con Adolfo Martínez Palomo en su libro "Músicos y Medicina: Historias clínicas de los grandes compositores" (El Colegio de México, 2015), Verdi "ya era considerado el mejor paisista de la región y además producía una gran cantidad de obras musicales, que no han llegado hasta nuestros días". El médico comparte las palabras de Verdi:

"Entre los trece y los dieciocho años, cuando me fui a Milán a estudiar contrapunto, escribí varias piezas: cientos de marchas para bandas de metales, muchas pequeñas 'sinfonías' que se usaron en la iglesia, cinco o seis conciertos, serenatas, cantatas y varias piezas de música sacra, de las cuales solo recuerdo un Stabat Mater".

A los dieciocho años, Verdi experimentó su primer gran fracaso en el Conservatorio de Milán: fue reprobado en el examen de ingreso. Según sus evaluadores, no fue admitido "debido a la posición de sus manos al tocar el piano, que fue considerada incorrecta". Martínez Palomo señala que Verdi nunca olvidó esto y que conservó la carta de rechazo durante toda su vida. En la actualidad, ese recinto lleva el nombre de Conservatorio Musical Verdi de Milán.

Según la opinión de Martínez Palomo, "ser rechazado por el Conservatorio de Milán resultó ser una ventaja para él; si hubiera sido aceptado, habría tenido que seguir una estricta disciplina y habría disfrutado de muy poca libertad. En cambio, al estar libre en Milán, pudo disfrutar y aprender de la rica vida musical de esa ciudad, la capital cultural e intelectual de Italia".

La vida de Verdi no estuvo exenta de dificultades. A los treinta años, sufrió la muerte de dos de sus hijos y, pocos años después, falleció su esposa. Su depresión lo llevó a considerar la idea de abandonar la composición y recluirse en "un lugar oscuro para llevar allí su vida miserable". El empresario Bartolomeo Merelli, al ver su abatimiento, lo animó a continuar con su carrera musical y le habló sobre un nuevo libreto de ópera, diciéndole: "Léelo, no te hará daño; luego me lo devuelves". Sobre este suceso, Verdi escribió:

"En camino a casa, sentí un malestar mal definido, una enorme tristeza, una inquietud que oprimía mi corazón. Llegué a casa y, con un gesto casi violento, tiré el manuscrito sobre la mesa; el documento se abrió al caer. Sin saber por qué, eché un vistazo a la página que estaba abierta frente a mí y leí esta línea: Va', pensiero, sull'ali dorate". En medio de un frenesí creativo, Verdi leyó y releyó el libreto y se puso a escribir la obra que tituló Nabucco, su primer gran éxito. Después vendrían muchos más.

Una historia médica

Martínez Palomo considera que la biografía médica de Verdi es poco interesante. "Hasta el final de su vida, fue un hombre mayormente saludable". Si bien padeció algunas afecciones respiratorias, molestias reumáticas e insomnio, el médico afirma que no fueron problemas que no se pudieran resolver con descanso en los balnearios de moda.

En su vejez, Verdi afirmaba estar medio sordo y medio ciego, que sus piernas lo traicionaban y que su memoria estaba perdiendo brillo, además de sufrir de insomnio. Sin embargo, parece que Verdi exageraba estas molestias. Él mismo lo decía: "Desde que llegué al mundo, me dedico a quejarme. Es una de mis grandes cualidades".

Se ha dicho que la personalidad de Verdi era inescrutable y que sería más fácil penetrar en los secretos militares del Pentágono o del Kremlin que entenderlo. No obstante, ocasionalmente, confesaba sentirse deprimido. A la edad de ochenta y cuatro años, Verdi seguía siendo un compositor activo, a pesar de padecer de laringitis, vértigos y dolores reumáticos.

A principios de 1897, Verdi sufrió un ligero ataque cerebral. Su segunda esposa lo encontró en cama sin poder hablar, pero pronto se recuperó. Fue ella quien falleció a finales de ese año, dejando a Verdi nuevamente en soledad. "¡Solo, solo, sin familia, en un vacío desolador, y ¡ochenta y cuatro años!", lamentaba Verdi. En enero de 1901, se quejó: "Desde hace quince días me quedo encerrado porque tengo miedo del frío".

El 21 de ese mismo mes, Verdi sufrió una embolia cerebral. Adolfo Martínez Palomo relata: "Estaba sentado abotonando su saco cuando empezó a temblar [...] el doctor Pietro Grocco solo pudo diagnosticar hemiplejía [...] Finalmente, después de varios días en coma profundo, el 27 de febrero a las tres de la tarde falleció. Las banderas fueron izadas a media asta, los monumentos adornados con grandes lazos negros y las puertas cerradas en señal de duelo nacional".

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