Por: Reyna Paz Avendaño en Monterrey
Cuando un ilustrador lee historias lo hace a partir de una coloración y es erróneo pensar que los libros ilustrados son únicamente para niños, ambas son ideas que expresa Gabriel Pacheco (Ciudad de México, 1973) y quien, en entrevista, adelanta que durante el primer trimestre de 2024 expondrá en Coahuila una retrospectiva de su trabajo.
En el marco de la Feria Internacional del Libro de Monterrey, el artista asentado en Italia y nominado para el Astrid Lindgren Memorial Award y el Hans Christian Andersen, dos de los galardones más relevantes de literatura infantil y juvenil en el mundo, platica con Crónica sobre los retos de su oficio.
¿Cómo ilustrar clásicos que han sido muy representados en imágenes?
Cuando uno se encuentra con un clásico no es con un libro sino con una serie de libros que tienen memorias visuales, entre éstas la memoria colectiva, por ejemplo, todos tenemos una imagen de Caperucita Roja o de Pinocho, pero cada personaje tiene su historia que ha ido cambiando dependiendo de qué tan longevo es el relato.
En esos casos lo importante es un buen análisis literario y, por fortuna, todos los clásicos tienen una profundidad literaria que da posibilidad de renovar, alejándose de estas memorias. De esa manera nos encontramos con la literatura tal cual, es un ejercicio de aislarse para escuchar directamente lo que dice el texto.
Los clásicos dan descripciones muy abiertas de personajes y lugares: un bosque puede ser representado de muchas formas, la sirenita sabemos que tenía cola de pescado entonces yo se la hice rígida y con una parte de madera, es decir, voy abriendo el texto y escucho las palabras para que aparezcan personajes originales, original en el sentido de origen.
¿Eres un ilustrador de lo fantástico?
Estoy seguro que cada ilustrador lee con una coloración y ésa es la personalidad del artista. El autor contemporáneo es una sustancia que es muy fácil contaminar. Las características y el tono que pueda tener mi trabajo, es sobre cómo veo y desde dónde veo, eso me da un enfoque fantasioso, surrealista, absurdo y ambiguo.
¿Los viajes determinan tu obra?
Soy muy susceptible a los ritmos, a los sonidos, me ponen en un estado de ánimo en el que también influye lo que pueda haber en la ciudad: costumbres, comidas y estéticas. No es lo mismo estar entre edificios a una velocidad rápida que en paisajes tranquilos, eso modifica la forma de dibujar.
¿Cada ciudad te orilla a experimentar?
Hablando sobre el estilo, no es que busque llegar a un lugar y tampoco soy mejor que antes, simplemente soy diferente, acepto los cambios. Transmuto. Hay una palabra que me gusta mucho: trashumancia que es cuando los animales comen (pastorean) y llega una temporada de sequía entonces tienen que moverse para buscar alimento.
¿Qué haces cuando no ilustras libros?
Hay jóvenes que se acercan y me dicen: ¿qué me recomendarías hacer? Lo primero que tienes que tener es un Plan B, un trabajo que te ayude a tener ingresos o vivirás una angustia terrible. Hoy los jóvenes pueden publicar más rápido, pero lograr la continuidad es más difícil. Hasta para nosotros que llevamos algunos años ilustrando no es que nos sentemos en la mesa a esperar obras, hay que buscar trabajo.
¿Es errónea la idea de que todo libro ilustrado es para niños?
Una idea del pasado que poco a poco irá cambiando, es natural y por eso las ferias de libros son importantes en el sentido de que poco a poco a nuestras sociedades, bibliotecarios, maestros y nosotros mismos vamos cambiando la idea de cómo se ilustra.
Ilustrar literatura o un concepto ya no es solamente el espectro de literatura infantil. Uno se va entendiendo como artista y va haciendo más cosas, ilustramos poesía, novelas, portadas o hasta un museo. Ilustrar no sólo es un dibujo para niños.
¿Cómo son los cuadros que pintas?
Con ilustración debes tener un texto, un proyecto y llegar a un punto; y la pintura me devuelve espacios que no tienen tiempo. Por ejemplo, en un libro ilustrado hay parámetros de legibilidad porque uno no puede olvidar que es obra para leerse, entonces estoy atento de esas partes y en la pintura me regreso a la completa libertad, a cosas más personales, me ayuda a tener esos espacios de reafirmación de técnica, puedo tardarme meses en un cuadro, en un trazo, eso me apapacha cuando se tienen proyectos de ilustración.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Terminé el libro “El sueño de Theo”, publicado en italiano, ahora saldrá en portugués y estoy tratando de publicarlo en español. Otra obra es “Los comediantes” que estará en el 2024 y con una fundación de Monclova, Coahuila, me están ayudando a juntar el mayor número de obras originales de mi trabajo, alrededor de 60, para que en febrero se realice una exposición retrospectiva.
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