viernes, 31 de mayo de 2024

Mónica Ojeda recrea un festival de música que transcurre entre lo futurista y lo ancestral

 

La escritora Mónica Ojeda. (Foto: Lisbeth Salas)


Por: Vicente Gutiérrez

Es el año 5540 del calendario andino. Dos amigas deciden alejarse de Guayaquil, de su familia y del narcoestado que se vive en Ecuador para ir a un festival de música con el fin de olvidar. Ellas vivirán un viaje transformador que cambiará su existencia, esa es la premisa de Chamanes eléctricos en la fiesta del sol (Random House).

Desde España, la escritora Mónica Ojeda (Ecuador, 1988) reveló los secretos de su nueva novela en la que crea una especie de Woodstock andino con músicos, poetas, rituales y chamanes al pie de un volcán en los Andes.

“El año 5540 del calendario andino no es tan el futuro. La novela ocurre quizás en 2040, más o menos, y es un futuro no muy distante para poder hablar de lo que pasa en la actualidad en Ecuador pero al mismo tiempo inventar o recrear cosas que no corresponden al presente del país”, dice la autora.

“Se trata de no estar tan atada al tiempo presente y poder inventar erupciones volcánicas que no han ocurrido para hablar del tema del narcotráfico y del narcoestado”.


Microutopías

Mónica Ojeda, finalista del National Book Awards en 2022, se dedicó a investigar lo que pasaba en los festivales de música para crear uno en el contexto de su novela retrofuturista.

“El Festival Ruido Solar tiene elementos que parecen ser del futuro, pero también tiene ancestrales. La novela juega con la sensación de vivir en una especie de futuro pasado y lo que ocurre dentro de ella tiene la estructura del tiempo cíclico, del tiempo andino, que es uno que piensa el futuro en términos de pasado y de pasado en términos de futuro. Ahí hay una articulación que tiene que ver con ese pensamiento temporal”.

La autora dice que estos eventos son la celebración insurgente de la carne: “Pensé en festivales actuales y contemporáneos que generan microutopías durante unos días. Son utopías para descansar del canibalismo, del capitalismo feroz, de la guerra, de la hostilidad de nuestras sociedades. Son quiebres en el espacio, tiempos que son necesarios para alimentar el cuerpo y algún tipo de imaginación futura”.

Aunque los personajes de Chamanes eléctricos en la fiesta del sol no elaboran un discurso político, lo que hacen sí lo es: “Hacer un festival en las faldas de un volcán en los Andes dentro de un contexto de guerra lo es. Los personajes de la novela salen de las ciudades porque la muerte les está mordiendo los talones y van a este espacio a pasarla bien. La música se convierte en esta especie de conjugador místico que saca las pesadillas del cuerpo, el cual está lleno de la negrura de la violencia y de la pérdida. La música expulsa todos esos males en forma de imágenes poéticas, es una limpia como lo llaman los chamanes”.

La novela es de aventuras, trepidante, apocalíptica y “coral” pues intervienen varios personajes, pero la historia central es la de Noa y Nicole.

“Son dos mejores amigas que encuentran refugio en ellas dentro de un contexto de muerte, violencia y familias desarticuladas. Encuentran sosiego en su amistad y huyen de la ciudad por un momento con la excusa del festival para, quizás, evadirse o recordar que son jóvenes y les pasa todo lo contrario.

“Pienso que la novela va sobre el viaje que hacen; una de ellas va a buscar al padre que la abandonó. También va sobre la disolución dolorosa de una amistad que se da con naturalidad, porque empiezan a tomar caminos mentales y físicos totalmente distintos”.


Escritura y música

La entrevistada quiso investigar, a través de la escritura, cómo la música es capaz de abrir un cuerpo que ya está en hipersensibilidad: “sacar con más fuerza ese lugar de conflicto y ponerlo frente a tus ojos es lo que hace el arte, y es lo que pasa con estas amigas. La música les hace cosas. En el festival se encuentran a varios personajes y todos están buscando sentir que están vivos y que, en medio de la muerte y la violencia, tienen derecho de reclamar una imaginación futura, y lo hacen a través del baile y la música”.

La escritora salió de su país hace seis años, radica en España, y con la novela decidió volver.

“Yo creo que el territorio es otra parte de tu cuerpo. Cuando tú escribes, en realidad describes todo lo que eres y cuando migras te llevas parte de tu territorio. Para mí la migración siempre ha terminado siendo la escritura de una ausencia, mi atención está puesta en Ecuador, no en España. Yo vivo aquí, pero mi familia entera vive allá, mis amigas de la infancia y toda mi escritura está viva por mirar la llama de ese origen. Esa geografía viva que termina convirtiéndose en palabra deseante para mí, Ecuador, no es otro territorio”.


—¿Piensas que escribir es exponerte?

Sí, es una especie de ejercicio de desnudamiento. Cuando uno escribe ficción, ese desnudamiento está atravesado por máscaras que te protegen, pero en realidad uno sabe qué tanto de autobiográfico hay en un libro de ficción. Salen tus lugares de asombro, fascinación, obsesión, miedo o vulnerabilidad. Cuando uno construye una historia, en realidad se está contando su propia historia a través de las voces de otros personajes y experiencias, algunas, al final, las reconocerás como propias.

Vicente Gutiérrez. Periodista desde hace 25 años y especialista en temas culturales, la industria del entretenimiento y cinematográfica. Por su experiencia y conocimiento, también ha participado en temas de política y de negocios. Es reportero de cultura en Milenio y locutor en “La Taquilla”, programa de Radio Fórmula 104.1 FM.

vicente.gutierrez@milenio.com

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