jueves, 16 de mayo de 2024

Nueva directora en Danza UNAM. Dilema a la vista.


Fotografía de David Flores Rubio.


Por:  Gustavo Emilio Rosales 

¿Qué lleva a un artista a situar abruptamente su camino laboral sobre el polvoso y rutinario
sendero del burócrata?.

La respuesta, de haberla, se escabulle cuando es notorio que el artista en cuestión desciende de una figura máxima en su entorno cultural y cuando, por mérito propio, ha labrado una trayectoria significativa y, con ello, fraguado una poética particular.

El caso actual de la bailarina y coreógrafa Claudia Lavista, recientemente empleada en el puesto principal de Danza UNAM, pone a ondear la bandera de esta incógnita. ¿Dinero?. En absoluto, su familia es acomodada. 

¿Férreo compromiso con el fomento y la
administración cultural? Negativo: sus historias como codirectora en Delfos y en la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán han hecho evidente que ella puede relegar sus responsabilidades profesionales cuando el imperio de las emociones le dicte que ha
llegado la hora de comer, rezar y amar.

En lo personal, creo que fue la mera y muy válida gana de probar qué se siente encabezar la Dirección de Danza de la UNAM. 

¡Qué lindo!. Impulsa plenarias mañaneras con su equipo, en las que privan la charla jocosas y el ánimo exaltado (no falta quien, entre sus allegados, transmita en vivo el momento dorado), en una escena que adecuadamente podría titularse "campo de juego para adolescentes mayores de 40".

Pero la Universidad Nacional Autónoma de México es una institución pluricultural y política de extrema complejidad, no apta para tomarse a la ligera. El presidente saliente de México, cuyo apodo es el KK's, al ver que el grueso de la población universitaria se oponía a su errática conducción haciendo uso de una facultad del todo ajena en él - el pensamiento
crítico - le impuso severos recortes económicos y la tatuó con una andanada de absurdos estigmas. Además, la creciente y ya imparable venta de droga en territorio Puma y la revitalizada infiltración del movimiento porro (que actúa como un conjunto de guardias blancas), dos temas tan evidentes y n ventilados, como también lo es la dramática falta de salida laboral para la mayoría de carreras de grado y de posgrado, tienen a la UNAM entre la espada y la pared.

No es momento para que alguien asuma una dirección universitaria, cualquiera que esta sea, sin tener un proyecto bien pensado entre manos, tan sólo porque resulta tentador
hacerlo.

En danza, asunto de la Dirección universitaria que encabeza ya Lavista, la UNAM tiene una deuda histórica tremenda e incomprensible: no halla ni quiere hallar el modo de legitimar dicha disciplina para sí (tan sólo para sí, porque la epistemología de la danza ya era clara como fundamento de capitales simbólicos para las
comunidades chamánicas del Paleolítico Superior) cual episteme.

Esta omisión, que a mitad de la tercera década del siglo XXI resulta aberrante, da lugar a
circunstancias que pululan en tono de parodia: que el vaso comunicante más fuerte entre Danza UNAM y el tejido social sean los Talleres Libres; que el Taller Coreográfico siga operando como en sus inicios, anunciando una obra más de Gloria Contreras (el Réquiem)
como si fuera una pieza cercana a la inteligencia artificial; que los burócratas principales, como fue el caso reciente de Evoé Sotelo, viajen a China y varios puntos opulentos de Europa, antes de darse una vuelta por las Facultades, los CCH y las Eneps para siquiera atisbar que hay decenas de teatros universitarios en desuso: saqueados o secuestrados (el caso emblemático es el Auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras, apodado "Che Guevara" por quienes, desde hace décadas, lo raptaron), o simple y llanamente abandonados.

La Universidad Nacional Autónoma de México, pomposamente llamada Máxima Casa de Estudios del País, no tiene una licenciatura en danza. Esto se sabe, pero quiero que se sepa.

Sobre este comal ardiente baila el momento actual de Claudia Lavista. Ya no más sobre los eecintos sagrados de la poética corporal, donde tanto brilló, sino entre el espacio ordinario de mesas y sillas etiquetadas con sellos metálicos de inventario, que su escuadrón de burócratas, entre migajas de pan dulce y tazas de café a medio llenar,
colma de movimientos estentóreos, producto de una risa que enmascara de mal modo la ausencia de proyecto y la incapacidad para tejer siquiera la pálida sombra de un proyecto.

Pésimo signo resulta, frente a estos
panoramas, leer a Claudia Lavista en redes sociales, tratando de entonar la voz de la que fue, para brindarle ánimo a quien ahora es.

Gustavo Emilio Rosales. Escritor, investigador, docente y conferencista. Fundador y director de Revista DCO Danza, Cuerpo, Obsesión. Autor de varios libros, entre los que destacan "Epistemología del cuerpo en estado de danza" y "Fantasmata. Los Espectros del Cuerpo". Artífice e impulsor de la teoría del Cuerpo en Estado de Danza. Director de la Escuela Autónoma y Maldita de Otra Danza y del Diplomado en Danza Ritual.

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