domingo, 18 de agosto de 2013

México perdió el respeto por la dirección orquestal

 
 
Por: Ricardo Pacheco Colín

De entre 69 aplicantes de lo mejor del mundo, el maestro Eduardo Diazmuñoz ganó recientemente el nombramiento como Profesor de Dirección Orquestal en La Universidad de Sydney y Director de la Orquesta del Conservatorio de Música de Sydney; a propósito de ello, entrevistamos al maestro mediante Internet.
En sus respuestas este brillante músico aborda con la pasión que le es característica los problemas actuales de las orquestas mexicanas, de los directores improvisados, y el por qué no volverá a México, dado que persisten las situaciones que le hicieron irse del país. Diazmuñoz comenzó a trabajar en la Universidad de Sydney en un primer periodo, que va del 1 de agosto del presente año al 30 de septiembre. Luego lo hará de tiempo completo a partir del 15 de febrero del 2014.
El gran músico responde con una prosa inflamada que por momentos lo desborda y trasluce sus emociones. He aquí sus palabras:
“Tienes razón al decir que haber ganado este puesto entre 69 aplicantes de todo el mundo es un reconocimiento a mi trayectoria. Pero más que a la trayectoria, lo es por continuar dando lo mejor de mí. En este medio –y supongo que en la mayoría de las profesiones–, uno es tan bueno como en su último concierto”.
En cuanto al arte de la dirección orquestal puntualiza: “Es el arte-profesión más joven. La tradición y necesidad de dirigir empezó apenas en el siglo XIX. Me gusta decir que el instrumento más complejo de tocar es la orquesta. Al dirigir, uno coordina la producción del sonido –no produce sonido, pero coordina– tocando almas, tocando seres humanos. De ahí su complejidad, pero también el milagro de dar vida a obras orquestales que para vivir necesitan ser interpretadas por grandes grupos de músicos. Siempre he visto al director de orquesta como un coordinador de voluntades”.
Y de este punto, inevitablemente la charla electrónica viene a dar con la situación de México. Entonces, el maestro hace una disección de lo que pasa:
“Las orquestas mexicanas tienden a estar en crisis constantemente y tal parece que cada crisis es peor que la anterior. Ya sea por problemas financieros, políticos, sindicales, administrativos (…) Siempre hay algo. Sin embargo, debo salir un poco a la defensa de la Ofunam, ya que con todas sus complejidades sigue operando. Las veces que he estado como huésped he quedado satisfecho con los resultados. Independientemente de los años que estuve con ellos, entre 1981 y 1984 –que fueron fabulosos–, es una orquesta, que pese a sus múltiples conflictos, siempre se ha portado conmigo ‑repito–, a la altura de las circunstancias.
“De la Orquesta Sinfónica del Estado de México (Osem) qué te puedo decir, si fue parte de mi vida y yo de ella entre 1985 y 1989.
Como institución orquestal es la más sólida del país sin duda. La Orquesta Sinfónica de Minería tiene la gran ventaja de ser una orquesta de verano. Entonces el desgaste no se llega a dar, porque en dos meses no hay tiempo para tonterías. Además, siempre van los mejores músicos de diferentes orquestas”.
“La que me duele ver como se ha deteriorado por diversos conflictos de todo tipo, como los que mencioné arriba, es la Filarmónica de la Ciudad de México, porque soy miembro fundador de ella. En 1979, el mismo Bernstein dijo que era la mejor orquesta con la que había trabajado en América Latina y cualquiera de nosotros, músicos y público, podemos dar fe de que, efectivamente, México no ha tenido una orquesta de ese calibre desde entonces. Incluso a principios de los años noventa su nivel, su integridad, su calidad artística y humana, así como su ética profesional, seguía siendo un referente absoluto para el ambiente musical nacional. Lo digo con conocimiento de causa, no solo porque estuve desde su creación como director adjunto, sino porque después, entre 1990 y 1992, fui director invitado principal y estaba a cargo de las series educativas que empecé a desarrollar con Ofunam en los ochenta; que luego continué y refiné con la Osem. Además, ¡es con la orquesta con la que más discos he grabado!
Pero Diazmuñoz no sólo señala problemas, sino que apunta soluciones:
“Tenemos que empezar desde abajo, no es algo que funcione como por arte de magia. Podríamos tener una excelente orquesta mañana con varios millones de dólares, pero ése no es el punto; de hecho, sería un grave error. No hacemos nada por la educación sistematizada y a largo plazo. Ésa es la piedra de toque, ahí es donde hay que empezar. En un sexenio no se puede consolidar nada:
Se puede empezar, sí, pero no consolidar, ya no digamos sentar las bases de un desarrollo serio y con visión. En México, siempre ha habido mucha política en la cultura y muy poca cultura en la política, pero nunca ha habido una política cultural de largo aliento. Cuando se ha medio tenido, ha sido por momentitos. Nuestro peor enemigo es y ha sido siempre el sistema métrico sexenal (Herrera de la Fuente dixit)”.
LOS DIRECTORES
Entonces, la conversación sube de tono, porque entramos en terreno pantanoso; el maestro expresa con franqueza:
“Se ha desvalorizado –la profesión de director orquestal–, se ha convertido en una especie de actividad alterna. Se ha perdido el respeto por lo que implica y, de paso, se falta al respeto a los músicos integrantes de las orquestas que han dedicado toda una vida a sus respectivos instrumentos. ¡El director debe ser antes que nada y ante todo, músico! E incluso siendo músico, no cualquiera –por bueno y solvente que sea como músico– puede dirigir. Para ejercer la dirección de orquesta se necesitan varios elementos en conjunción y no siempre se tienen todos. Con uno que falte es suficiente para que esa persona que subió al podio esté destinada (para sobrellevar) desde una carrera mediana hasta un desastre personal y de paso, se lleva de por medio –injustamente por supuesto– a la propia orquesta. El director es mucho, muchísimo, más que el señor (o la señora) que mueve el palito o que ostenta el poder. Desafortunadamente, hay músicos dentro de las orquestas que permiten que esto pase, por lo que no deberían quejarse a posteriori”.
NO REGRESARÁ
Finalmente, la pregunta obligada para Eduardo DiazMuñoz: Maestro, ¿ya cambiaron las situaciones que lo hicieron irse de México? ¿Estaría dispuesto a regresar a trabajar aquí?
“No quiero sonar pesimista ni mucho menos, ya que toda mi vida he sido optimista y a las pruebas me remito (¡!), pero lamentablemente el ser realista se confunde con ser pesimista. La realidad del país cambia según el sexenio en turno y, desafortunadamente, cada seis años alguien llega a descubrir el hilo negro, la pólvora y la brújula. Y todo lo que se hizo hasta ese momento desaparece y es cuestión de volver a empezar. Si tan sólo pudiésemos continuar con lo bueno –que siempre hay– y desechar lo malo (…) Pero no, todo lo anterior, por el simple hecho de haber sucedido antes, debe cortarse. A los dirigentes y a algunos ciudadanos les falta humildad, objetividad, valor, integridad, sinceridad, amor a la Patria –amor incluso a las generaciones venideras–, sencillez, ser congruentes con lo que pensamos, lo que decimos y, por supuesto, amor y pasión por lo que hacemos, sea lo que sea”.
“Sí, soy un romántico empedernido y creo en el ser humano y amo a mi país, ¡pero ya han sido muchos trancazos! Ante tan oscura realidad, veo que no han mejorado las cosas, que no hemos tenido a alguien –o a algunos– en posiciones claves, que quiera(n) solucionar los problemas de raíz. La gran mayoría tan sólo procura maquillarlos para salir del paso, por el tiempo que dure su encomienda, pero no hay compromiso. A estas alturas de mi vida, no creo regresar a México a trabajar. Se necesitaría algo muy especial para convencerme. Ya he regresado dos veces (…) Al principio los logros han sido positivos, pero al final del sexenio los resultados negativos reinciden, lo cual influye en mi desánimo y hasta cierto punto en mi frustración. ¿De qué sirve dar lo mejor de uno si al final del día a muy poca gente le importa? Tal parece que si haces las cosas mal te premian y si las haces bien te castigan”.
“Quiero poner el énfasis en la educación, porque de ahí viene todo, desde la niñez. Con educación se puede empezar a cimentar una tradición para que ésta se expanda en nuestras comunidades, pueblos, ciudades, estados y, finalmente, en el país. Creo que lo hemos dicho cien mil veces: México tiene todo para ser una gran potencia (…) ¿Entonces? ¿Por qué no lo somos? ¿Por qué desde hace décadas es la cantaleta preferida del mexicano? Sin embargo, vamos para atrás, porque eso de estar igual no existe. La vida es movimiento continuo, dialéctico si se quiere, y como tal, el estar estático es una falacia, una ilusión, una gran mentira. Si no se avanza, se retrocede. Y eso es lo que nos ha estado sucediendo por muchos años e interminables sexenios”.

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