Por: Ricardo Pacheco Colín
De entre 69 aplicantes de lo mejor del mundo, el maestro Eduardo Diazmuñoz
ganó recientemente el nombramiento como Profesor de Dirección Orquestal en La
Universidad de Sydney y Director de la Orquesta del Conservatorio de Música de
Sydney; a propósito de ello, entrevistamos al maestro mediante Internet.
“Tienes razón al decir que haber ganado este puesto entre 69 aplicantes de todo el mundo es un reconocimiento a mi trayectoria. Pero más que a la trayectoria, lo es por continuar dando lo mejor de mí. En este medio –y supongo que en la mayoría de las profesiones–, uno es tan bueno como en su último concierto”.
“Las orquestas mexicanas tienden a estar en crisis constantemente y tal
parece que cada crisis es peor que la anterior. Ya sea por problemas
financieros, políticos, sindicales, administrativos (…) Siempre hay algo. Sin
embargo, debo salir un poco a la defensa de la Ofunam, ya que con todas sus
complejidades sigue operando. Las veces que he estado como huésped he quedado
satisfecho con los resultados. Independientemente de los años que estuve con
ellos, entre 1981 y 1984 –que fueron fabulosos–, es una orquesta, que pese a sus
múltiples conflictos, siempre se ha portado conmigo ‑repito–, a la altura de las
circunstancias.
“De la Orquesta Sinfónica del Estado de México (Osem) qué te puedo decir, si
fue parte de mi vida y yo de ella entre 1985 y 1989.
Como institución orquestal es la más sólida del país sin duda. La Orquesta
Sinfónica de Minería tiene la gran ventaja de ser una orquesta de verano.
Entonces el desgaste no se llega a dar, porque en dos meses no hay tiempo para
tonterías. Además, siempre van los mejores músicos de diferentes orquestas”.
“La que me duele ver como se ha deteriorado por diversos conflictos de todo
tipo, como los que mencioné arriba, es la Filarmónica de la Ciudad de México,
porque soy miembro fundador de ella. En 1979, el mismo Bernstein dijo que era la
mejor orquesta con la que había trabajado en América Latina y cualquiera de
nosotros, músicos y público, podemos dar fe de que, efectivamente, México no ha
tenido una orquesta de ese calibre desde entonces. Incluso a principios de los
años noventa su nivel, su integridad, su calidad artística y humana, así como su
ética profesional, seguía siendo un referente absoluto para el ambiente musical
nacional. Lo digo con conocimiento de causa, no solo porque estuve desde su
creación como director adjunto, sino porque después, entre 1990 y 1992, fui
director invitado principal y estaba a cargo de las series educativas que empecé
a desarrollar con Ofunam en los ochenta; que luego continué y refiné con la
Osem. Además, ¡es con la orquesta con la que más discos he grabado!
Pero Diazmuñoz no sólo señala problemas, sino que apunta soluciones:
“Tenemos que empezar desde abajo, no es algo que funcione como por arte de
magia. Podríamos tener una excelente orquesta mañana con varios millones de
dólares, pero ése no es el punto; de hecho, sería un grave error. No hacemos
nada por la educación sistematizada y a largo plazo. Ésa es la piedra de toque,
ahí es donde hay que empezar. En un sexenio no se puede consolidar nada:
Se puede empezar, sí, pero no consolidar, ya no digamos sentar las bases de
un desarrollo serio y con visión. En México, siempre ha habido mucha política en
la cultura y muy poca cultura en la política, pero nunca ha habido una política
cultural de largo aliento. Cuando se ha medio tenido, ha sido por momentitos.
Nuestro peor enemigo es y ha sido siempre el sistema métrico sexenal (Herrera de
la Fuente dixit)”.
LOS DIRECTORES
Entonces, la conversación sube de tono, porque entramos en terreno pantanoso;
el maestro expresa con franqueza:
“Se ha desvalorizado –la profesión de director orquestal–, se ha convertido
en una especie de actividad alterna. Se ha perdido el respeto por lo que implica
y, de paso, se falta al respeto a los músicos integrantes de las orquestas que
han dedicado toda una vida a sus respectivos instrumentos. ¡El director debe ser
antes que nada y ante todo, músico! E incluso siendo músico, no cualquiera –por
bueno y solvente que sea como músico– puede dirigir. Para ejercer la dirección
de orquesta se necesitan varios elementos en conjunción y no siempre se tienen
todos. Con uno que falte es suficiente para que esa persona que subió al podio
esté destinada (para sobrellevar) desde una carrera mediana hasta un desastre
personal y de paso, se lleva de por medio –injustamente por supuesto– a la
propia orquesta. El director es mucho, muchísimo, más que el señor (o la señora)
que mueve el palito o que ostenta el poder. Desafortunadamente, hay músicos
dentro de las orquestas que permiten que esto pase, por lo que no deberían
quejarse a posteriori”.
NO REGRESARÁ
Finalmente, la pregunta obligada para Eduardo DiazMuñoz: Maestro, ¿ya
cambiaron las situaciones que lo hicieron irse de México? ¿Estaría dispuesto a
regresar a trabajar aquí?
“No quiero sonar pesimista ni mucho menos, ya que toda mi vida he sido
optimista y a las pruebas me remito (¡!), pero lamentablemente el ser realista
se confunde con ser pesimista. La realidad del país cambia según el sexenio en
turno y, desafortunadamente, cada seis años alguien llega a descubrir el hilo
negro, la pólvora y la brújula. Y todo lo que se hizo hasta ese momento
desaparece y es cuestión de volver a empezar. Si tan sólo pudiésemos continuar
con lo bueno –que siempre hay– y desechar lo malo (…) Pero no, todo lo anterior,
por el simple hecho de haber sucedido antes, debe cortarse. A los dirigentes y a
algunos ciudadanos les falta humildad, objetividad, valor, integridad,
sinceridad, amor a la Patria –amor incluso a las generaciones venideras–,
sencillez, ser congruentes con lo que pensamos, lo que decimos y, por supuesto,
amor y pasión por lo que hacemos, sea lo que sea”.
“Sí, soy un romántico empedernido y creo en el ser humano y amo a mi país,
¡pero ya han sido muchos trancazos! Ante tan oscura realidad, veo que no han
mejorado las cosas, que no hemos tenido a alguien –o a algunos– en posiciones
claves, que quiera(n) solucionar los problemas de raíz. La gran mayoría tan sólo
procura maquillarlos para salir del paso, por el tiempo que dure su encomienda,
pero no hay compromiso. A estas alturas de mi vida, no creo regresar a México a
trabajar. Se necesitaría algo muy especial para convencerme. Ya he regresado dos
veces (…) Al principio los logros han sido positivos, pero al final del sexenio
los resultados negativos reinciden, lo cual influye en mi desánimo y hasta
cierto punto en mi frustración. ¿De qué sirve dar lo mejor de uno si al final
del día a muy poca gente le importa? Tal parece que si haces las cosas mal te
premian y si las haces bien te castigan”.
“Quiero poner el énfasis en la educación, porque de ahí viene todo, desde la
niñez. Con educación se puede empezar a cimentar una tradición para que ésta se
expanda en nuestras comunidades, pueblos, ciudades, estados y, finalmente, en el
país. Creo que lo hemos dicho cien mil veces: México tiene todo para ser una
gran potencia (…) ¿Entonces? ¿Por qué no lo somos? ¿Por qué desde hace décadas
es la cantaleta preferida del mexicano? Sin embargo, vamos para atrás, porque
eso de estar igual no existe. La vida es movimiento continuo, dialéctico si se
quiere, y como tal, el estar estático es una falacia, una ilusión, una gran
mentira. Si no se avanza, se retrocede. Y eso es lo que nos ha estado sucediendo
por muchos años e interminables sexenios”.
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