miércoles, 30 de julio de 2014

El INAH presenta la traducción al otomí de El Principito para conmemorar los 70 años de la muerte de Saint-Exupéry

 
La obra francesa más traducida de todos los tiempos, El Principito, fue presentada en su versión otomí para conmemorar los 70 años de la muerte de su autor, Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), informó hoy el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México.
 
Ra zi ts’unt’u dänganda fue el título más adecuado que el profesor y traductor Raymundo Isidro Alavez encontró para describir a este inocente e inmortal personaje infantil.
 
Los otomíes, de manera particular los del Valle del Mezquital, en el estado de Hidalgo, tienen así la oportunidad de acercarse y emocionarse con esta obra de la literatura universal en su lengua materna, indicó el instituto en un comunicado.
 
Dada la importancia de la versión de El Principito en hñahñu, como llaman a su lengua los otomíes del Valle del Mezquital, el INAH realizó en días recientes la presentación de la misma en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.
 
Erasto Antúnez Reyes, investigador de la Dirección de Lingüística del INAH, destacó el mérito de esta versión en hñahñu, una lengua de gran prestigio desde la época prehispánica y que se habló en importantes urbes mesoamericanas como Tula.
 
Entre los valores simbólicos que pueden unir a este libro, escrito originalmente en francés hace más de siete décadas, con los otomíes del Valle del Mezquital de hoy, están “la presencia de la flor, que representa la vanidad de la mujer; el zorro, que es la imagen de la amistad, y la serpiente como recuerdo del peligro que los humanos corremos al vivir”, refirió.
 
Luego de llevar al otomí una de las obras cumbres de la lengua española, El llano en llamas de Juan Rulfo, Alavez quiso también compartir con sus hermanos de lengua la sabiduría que Saint-Exupéry dejó a manera de metáforas en una publicación que apenas alcanza el medio centenar de páginas, indicó el INAH en un comunicado.
 
Para ello, el traductor no sólo tuvo que adentrarse en la comprensión del francés, sino de otros libros escritos por Saint-Exupéry como Vuelo nocturno y Tierra de hombres, incluyendo algunos publicados de manera póstuma como Carta a un rehén, todos ellos reflejo de un hombre amante de la libertad y que supo cultivar uno de los bienes más preciados: la amistad.
 
No por nada, indicó Alavez, Saint-Exupéry, cuya obra ha sido transcrita en más de 250 lenguas, dedicó El Principito a Leon Werth, su mejor amigo, o como él mismo corrigió A Leon Werth cuando era niño, razón por la cual la obra es una invitación a recordar las virtudes de la infancia, entre ellas, la generosidad.
 
“¿Qué hace el niño? El niño se divierte, vive su fantasía, es creativo. Fuera de su planeta, el principito se irá encontrando con personajes que le brindarán lecciones sobre la naturaleza humana”, dijo el profesor del Centro de Enseñanza de Idiomas de la Facultad de Estudios Superiores de la Universidad Nacional Autónoma de México en Acatlán, en el estado de México, donde imparte clases de hñahñu.

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