Por: Mónica Maristain
Su gentileza, su seriedad, esa cierta ansiedad propia de los fumadores compulsivos, ese pensar dos segundos la pregunta antes de dar la respuesta contundente, precisa. “Lo mío son imágenes, pinceladas de emoción”, decía sobre su estética. Y no era tan cálido como podría serlo su colega y amigo Fito Páez, por ejemplo, que es todo un zalamero y coqueto, pero era gentil, increíblemente atento, como un caballero antiguo, educadísimo, fino, tan Gustavo, tan Cerati. Adiós al genio del rock en español, el líder de Soda Stereo, el argentino más amado por México.
Era un niño de papá –el ingeniero que impulsó y apoyó como nadie la carrera de Soda Stereo-, más de que de mamá. Sin embargo, fue ella, Lilian Clark, la que veló por él durante estos cuatro años en que los hijos, Lisa y Benito, sus hermanos y por supuesto los miles de fans que tiene en el continente, esperaron en vano que Gustavo Adrián Cerati despertara del coma en que se encontraba desde 2010.
Fue un infarto cerebral que el músico padeció en Caracas, Venezuela, al final de un concierto donde presentaba lo que ahora es su último disco en solitario, Fuerza Natural, un compendio de canciones que hizo historia lanzado hace exactamente 5 años (1 de septiembre de 2009) y que mostró su madurez creativa, lo que lo sacó del juego el 15 de mayo de 2010.
En esa época, con canciones como “Rapto” y “Déjà vu”, entre otras, con referencias a su ídolo Luis Alberto Spinetta, a quien en años anteriores había homenajeado con dos versiones memorables de “Los libros de la buena memoria” y “Bajan”, el líder de Soda Stereo marcaba la impronta de una carrera en solitario que se había manifestado en forma prodigiosa, pero que todavía podía y debía dar mucho de sí, de acuerdo al conocido compromiso del artista con la excelencia.
Discos como Colores Santos (1991) Amor amarillo (llevado a cabo en plena crisis de convivencia con sus compañeros de Soda, en 1993), dieron inicio a su ruta de cantautor sin grupo. En 1999 llegó Bocanada, una mezcla de pop, rock y música electrónica que es considerada hoy la mejor entrega del Cerati solista.
Fue disco de oro y, al finalizar el año, Gustavo obtuvo el reconocimiento de la mayoría de los medios especializados de Argentina, que manifestaron su opinión en los resultados de las encuestas que repasaron la producción musical de ese año.
Siempre es hoy, en 2002, muestra influencias que se mezclaron con el pop, el hip hop y el rock en un disco con edición simultánea en Argentina, Estados Unidos, México y Chile.
En 2006, su cuarto disco en solitario, Ahí vamos, obtuvo el platino con 40 mil unidades vendidas antes de salir a la calle; los samplers dejaron su lugar a las guitarras, las derivas sonoras a las canciones directas y la experimentación a la contundencia pop.
Clásicos como “Puente”, “Tabú” y “Bocanada”, de su trabajo como solista, comprueban lo que muchos críticos dicen: Gustavo Cerati superó a Soda Stereo.
LA MÚSICA ANTES QUE LA LETRA
Era un eterno adolescente y nunca pudo vencer su tabaquismo. De hecho, el accidente cerebro-vascular de 2010 fue en realidad continuación del aviso que en 2006 lo mantuvo grave en una camilla de hospital a causa de una tromboflebitis, fruto de su sedentarismo, de sus continuos viajes en avión y de sus malos hábitos.
Casi pierde una pierna “y me pegué un susto bárbaro”, dijo en una conferencia de prensa llevada a cabo en Ciudad de México.
Se hacía cargo de su vida loca y de esos momentos adolescentes en “los que me chupa un huevo todo y quiero vivir otras experiencias” que no sean la composición, los conciertos y su existencia de músico profesional a cargo incluso de su propio estudio de grabación, Submarino, que sigue en pie.
Era un músico exquisito y la más elegante de las personas en el trato. Dentro suyo, un infierno le cobraba diezmo, quizás para compensar los innumerables dones que lo convirtieron a edad temprana en un ser muy amado y muy admirado por muchos, tanto en su país de origen como en el resto del continente.
Decía que lo suyo y las canciones era un arte donde primero aparecía la música y luego, al final, muy al final, la letra. Su disco Fuerza Natural es señal de que comenzaba a dominar la precisión lírica, con frases como “Sé que Dios es bipolar, cambiará como el mar lo que siento” (“Fuerza natural”) o “Vamos de fuego en fuego hipnotizándonos y a cada paso sientes otro déjà vu” (Déjà vu).
Para tanto hilo fino y bordado minucioso tuvo un maestro: Luis Alberto Spinetta. “Él fue un modelo para mí, una influencia mucho más fuerte que otros que son más descriptivos o cuentan. Lo mío son imágenes, pinceladas de emoción”, dijo en una entrevista que le hicimos en 2009.
Va de suyo que una de las primeras cosas que pensaron los rockeros argentinos cuando murió Spinetta, con apenas 62 años, en el 2012, es que Gustavo al menos se había librado de “semejante garrón (hecho funesto en el argot argentino)”.
Hoy ya no están ni Gustavo ni Luis. A ellos, por supuesto, gracias totales por tanto que han dado.
GUSTAVO CERATI EN EL MUNDO
El primer show que vio Gustavo Cerati fue en los 70. Tocaba Carlos Santana en el club San Lorenzo de Almagro en la época en que, según Gus, el guitarrista mexicano “estaba en su mejor momento. Fue inolvidable”. Y de todos los shows posibles, tenía para sí un sueño misterioso: “Soñé que me moría tocando en Japón…”, le confesó a la revista Rolling Stones.
Pero fue en Venezuela, en ese continente que recorrió de una punta a la otra, recogiendo amigos a su paso, donde dijo adiós para siempre.
Desde Shakira a Aterciopelados, desde Café Tacvba a Molotov, cuyos integrantes lamentaron su muerte con el siguiente mensaje: “Por toda la música y por tanto… ¡gracias totales! Buen viaje, Gustavo”, se murió antes de convertirse en una leyenda, en una de esas figuras totémicas que él tanto despreciaba.
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