El músico Bob Dylan durante un concierto. EFE/Archivo
Bob Dylan ya no es aquel veinteañero de voz áspera que triunfó en la escena folk americana de los sesenta. Ahora, el cantautor estadounidense ha transformado su mito para erigirse como uno de los máximos exponentes de la canción americana, como ha demostrado esta noche en el Teatro del Liceo de Barcelona.
Algo ha cambiado y Dylan lo ha dejado claro desde el principio, cuando salió esta noche al escenario, muy puntual y sin saludar al público, e interpretó "Things have changed", la canción que compuso para la película "Jóvenes prodigiosos" y con la que consiguió el Óscar a mejor canción original en 2001.
El cantautor originario de Duluth (EE.UU.) ha abandonado la guitarra y la armónica que lo hicieron famoso en el principio de su carrera para sentarse frente a un piano de cola del que prácticamente no se ha separado en toda la noche y desde el que ha dirigido a toda su banda, formada por cinco músicos excepcionales.
Los únicos momentos en que Dylan se ha puesto de pie en el medio del escenario ha sido para ponerse en el papel de 'crooner', que ha adoptado en sus últimos tres álbumes de estudio, "Shadows in the night" (2015), "Fallen angels" (2016) y "Triplicate" (2017), en los que hace versiones de temas clásicos del gran cancionero americano.
De esta nueva etapa, el cantautor norteamericano ha interpretado canciones como "Autumn Leaves", "Full moon and empty arms" y "Melancholy mood", éxitos que popularizó el mítico Frank Sinatra, a quien Dylan ha rendido homenaje en múltiples ocasiones.
Estas canciones americanas clásicas y los arreglos limpios y pausados de sus propios temas han hecho que el repertorio escogido por Dylan haya sido el más apropiado para su primera noche en un escenario como el del Liceo, que estaba completamente lleno y con público de todas las edades.
Durante el concierto la gente se mantuvo quieta en sus asientos y solo algunos se atrevían a moverse ligeramente, perplejos casi todos al no reconocer la mayoría de los temas, pues estaban cantados de forma que eran prácticamente irreconocibles.
Aún así, las ovaciones fueron generalizadas cuando el premio Nobel de Literatura de 2016 interpretó algunos de sus mayores éxitos, como "Desolation row", "Blowing in the wind" y "Ballad of a thin man", que consiguieron que los asistentes al Liceo se pusieran en pie y aplaudieran a su ídolo.
A sus 76 años, Dylan parece haber llegado a un momento de su carrera en que prefiere ser escuchado a ser coreado, pues cantaba sus canciones más famosas con arreglos y fraseos completamente distintos a los de las versiones originales, como viene haciendo ya en los últimos años de su "Never ending tour", que empezó en 1988.
Quizá por eso, porque quiere ser escuchado más que nunca, es que la organización del concierto prohibió el uso de cualquier tipo de cámaras o teléfonos móviles desde el principio hasta el final del espectáculo: una buena noticia para los amantes de la música y muy mala para quien gusta de presumir en las redes sociales.
Dylan ha llegado a un nivel de madurez musical en el que ya no necesita sorprender a su público, sino únicamente ceñirse a su guión (prácticamente no cambió el repertorio de los últimos conciertos que realizó en Madrid y Salamanca) y rodearse de músicos talentosos, como el bajista Tony Garnier y el guitarrista Charlie Sexton.
El cantautor estadounidense sigue manteniendo sus características flexiones bucales, acompañadas por unas interpretaciones musicales magistrales y limpias, a las que les hace falta únicamente más momentos álgidos como el que se vivió tras el solo de batería de George Receli en "Thunder on Mountain".
Dylan vuelve a presentarse mañana en el Liceo de Barcelona, para cerrar una gira española que lo llevó también a Salamanca y Madrid. Augusto Magaña.
Fuente: EFE.
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