sábado, 23 de junio de 2018

Lo que Gutenberg nunca soñó; ' De pérgamo a la nube'

                                                       Ilustración: Jesús Sánchez

Por: Juan Carlos Talavera

En el libro De Pérgamo a la nube se revelan algunas claves sobre la caligrafía de Porfirio Díaz, se cuenta la historia de Alejandro Valdés Téllez Girón —autor del primer manual para impresores de América Latina y encargado de reunir fondos para financiar los uniformes del Ejército Trigarante de Agustín de Iturbide, en 1820—.

El volumen recupera también las políticas que la corona española instrumentó contra el libro extranjero y culmina con los retos del libro electrónico, para imaginar ese libro que Gutenberg nunca soñó o esa nueva Alejandría, a partir delBetween Page and Screen (BPaS), que es considerado el libro impreso diseñado para ser leído en una pantalla.

 Dividido en tres secciones, el ejemplar repasa la cultura manuscrita, impresa y digital, para plantear algunas interrogantes: ¿cómo se están guardando los libros electrónicos en este momento?, ¿cómo se piensa custodiar y preservar la memoria impresa y digital de México?

De Pérgamo a la nube compila 25 textos de expertos de distintos centros académicos, distribuidos en tres secciones. La primera es dedicada a los manuscritos, al cuidado de Laurette Godinas; la segunda se enfoca en los manuscritos y fue organizada por Marina Garone; y cierra con un abordaje sobre el mundo del libro digital.

La intención de este libro fue compilar un conjunto de textos que dieran cuenta sobre los estudios e historia del libro en México y en otras latitudes, para reflexionar sobre los parámetros conceptuales de lo que entendemos por libro, impresa, cultura gráfica… bajo la mirada de quienes abordan el libro desde sus aspectos estéticos, literarios, formales, económicos, políticos y sociales”, detalló en entrevista Marina Garone, investigadora por el Instituto de Investigaciones Bibliográficas (IIB) de la UNAM.

El proyecto da voz a los académicos y especialistas que hoy se acercan a este campo de investigación que ha tenido una transformación muy importante, añadió, “derivado de algunas transformaciones en los modos de hacer historia del libro en México y en otras latitudes, pero con un pivote o un punto de equilibrio concreto: ver el libro especialmente desde sus aspectos materiales”.

La sección dedicada al libro electrónico es la más rica en perspectivas, reconoció Garone, y eso la hace más difícil y compleja de estudiar, “porque si bien hay muchos foros de discusión en lo digital, mi impresión como investigadora es que todavía estamos en un proceso de ebullición, a la expectativa de lo que se está generando porque tenemos un fuerte problema de acervos digitales”.

¿Qué tipo de problemas? “Bueno, hoy todo mundo cree que la edición en digital es la panacea, pues nos ahorra espacio para el almacenamiento de información y un ahorro en los volúmenes de papel. Pero tendríamos qué preguntarnos quién va a conservar o cómo se van a conservar esos repositorios digitales”.

Por otro lado, está el binomio de acceso a la información en términos de espacios digitales, añadió, porque persiste la discusión sobre los repositorios de libre acceso, aunado a los problemas de indexación para la búsqueda de información… es decir: ¿cómo decidimos qué sirve y qué no?”.

¿Qué tanto debe preocuparnos el manejo del material digital? “Nos debe preocupar, pero no en términos de generar miedo, sino para reflexionar. Porque suponemos que lo digital siempre va a estar ahí presente, pero sabemos que, en realidad, es mucho más inestable en términos de permanencia y de conservación”.

¿Faltaría instrumentar un sistema eficaz que garantice la permanencia de los soportes electrónicos? “En algunas cosas (el mundo virtual) se parece más a la tradición orales, porque hay una volatilidad mayor respecto de la perspectiva de permanencia que proponen los soportes impreso y manuscrito. Ojalá este libro siembre en el lector una inquietud o curiosidad para reflexionar sobre la forma como estamos consumiendo, guardando y circulando el material digital”.

¿A qué se refiere con el consumo? “Todos tenemos dispositivos donde hemos perdido fotografías o información que no hemos podido recuperar. En este punto, pensemos qué está pasando con esa cultura del libro digital. Pero no quiero dejar un sabor fatalista, sino plantear una de las aristas posibles de esta reflexión”.

¿Le preocupa que la nueva Alejandría sea borrada por hackers del futuro? “Así es. No quiero ser imprudente, pero sería interesante que, en esta coyuntura política (los representantes culturales de los candidatos a la Presidencia) nos dijeran qué están pensando sobre la custodia y preservación de nuestra memoria impresa y digital”.

TROPEZONES VIRTUALES

Marina Garone también explicó que en muy pocas ocasiones se compilan textos que hablen sobre las tres materialidades del libro, donde se demuestra que cada edad tiene un periodo de arranque que se puede detectar.

Pero lo interesante de estas edades es que no terminan cuando empieza la siguiente. Porque hoy mismo tú puedes tomar notas manuscritas, leer un libro impreso y otro en formato digital, así que en este tema planteamos una superposición de las edades del libro”.

Por su parte, la editora Laurette Godinas resaltó que durante milenios la escritura manuscrita no tuvo competencia alguna y su proliferación permitió el perfeccionamiento y la variación de caligrafías. Sin embargo, apuntó, “no se olvide que durante la época de Platón se pensaba que la escritura podría reemplazar la memoria oral de los hechos”.

Siglos después llegaría la imprenta y cambiaría la manera de ver y pensar la cultura; lo mismo ha ocurrido con el libro electrónico, que intenta resolver las dificultades del soporte digital y la digitalización del mundo escrito.

Al respecto, Isabel Galina Rusell planteó que la digitalización y la posibilidad de difundir archivos digitales a través de la red mundial ha generado proyectos como Google Books que, en 2004, anunció la digitalización de todos los libros del mundo para construir una biblioteca de Alejandría o una “Babel a la Borges”.

Hasta hoy ya digitalizó 30 millones de libros, pero ha sido cuestionado por generar versiones de baja calidad, propiciando la aparición de sistemas como el Proyecto Gutenberg, Million Book Project y World Digital Library.

Sin embargo, Galina Rusell reconoció que todos los proyectos han tenido tropezones por asuntos legales, de financiamiento y sostenibilidad a largo plazo; y rescató tres ejercicios mexicanos que han tenido buena fortuna: la Biblioteca Digital del Pensamiento Novohispano (BDPN), el Gran Diccionario del Náhuatl y el Códice Mendoza del INAH, que aún enfrentan problemas de acceso.


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