viernes, 26 de junio de 2020

Las "travesurillas" de Jorge F. Hernández en un nuevo libro



Por: Ángel Soto

La literatura de Jorge F. Hernández está hecha de ingenio. Sus novelas, libros de cuentos y columnas semanales en MILENIO y El País son bocanadas de inventiva lingüística. Su próxima publicación conserva ese compromiso con el idioma y tiene la particularidad de haber sido escrita en tiempo real durante el confinamiento obligado por la pandemia de covid-19.

Sobre Cuarentínimos para la cuentena —así se llamará el libro que publicará este año Minerva Editorial— platicamos vía telefónica hace unos días, cuando Madrid, su ciudad adoptiva, probaba el sabor de la nueva normalidad.

Con el humor que lo define, el director del Instituto Cultural de México en España narra cómo vivió el confinamiento, la experiencia de escribir y publicar cuentínimos diariamente durante dos meses y medio, y comparte un par de anécdotas hilarantes sobre los personajes que imita; además, adelanta una primicia a los lectores de Laberinto.

¿Cómo está Madrid ahora?

Hoy Madrid es una ciudad principalmente poblada por mascarillas. En estos días en que por fin pude salir a caminar, he notado tres cosas:

Una: hay una sobreabundancia de basura pandémica. Mascarillas, guantes y botes de gel hidroalcohólico. Afortunadamente eso se concentra en los botes de basura, aunque también he visto en la calle. Lo cual es un peligro de posible contagio.

Punto número dos: es también sorprendente el número, que no es la mayoría, de personas que no usan la mascarilla y que no respetan el distanciamiento social, con lo cual, Madrid sigue siendo un delicado lugar de posibles nuevos brotes.

La tercera cosa es que las piernas me duelen muchísimo. Me aventé tres meses inactivo, nada más escribiendo y leyendo y dibujando. Afortunadamente no tengo que torear, porque se han suspendido todas las ferias taurinas de este año.

—Pero el futbol ya se reanudó.

Ya se reanudó y ya no jugué. La circulación sanguínea en mis piernas me obligó a decirle a Zidane que no cuente conmigo para terminar la temporada con el equipo. Iba a ir contra el Eibar. Se notó mi ausencia. Aunque ya estoy depilado, no estoy en forma. 

Lo que sí tienes muy en forma es la pluma. Estuviste dos meses y medio escribiendo cuentínimos diariamente...

En total fueron 176 cuentínimos, de los cuales 60 hice con Miguel Repiso, REP, y son los que va a publicar ahora la gran editorial Minerva, una editorial independiente, muy creativa, propositiva y muy echada pa’ delante.

—Y que tú llevas clavada en el corazón

Muy clavada en el corazón, por mi hijo Santiago, pero sobre todo porque yo no me esperaba que una editorial me propusiera quizá la mejor definición para lo que llaman la nueva normalidad: la realidad aumentada. El libro de cuentínimos, que se llama Cuarentínimos para la cuentena, permite que el lector acerque su teléfono a cada página y vea en su pantalla el video de REP dibujando, mientras escucha al travieso del escritor haciendo voces y travesurillas para deleite de la lectura.

—En redes sociales, la respuesta a tus cuentínimos fue maravillosa. En Laberinto tuvimos la dicha de arroparte durante estas semanas y fue evidente que conmoviste a mucha gente.

Muchas gracias. MILENIO es mi casa desde que se fundó. Mi columna, Agua de azar, ha sido la taquicardia de mi biografía. Entonces yo celebré que me hayan acogido.

Hubo personas que se conmovieron mucho, porque no todos los cuentínimos son chistosos, no todos son felices; algunos eran francamente tristes y moví fibras, pero en general los más celebrados eran los homenajes a los escritores y al personal sanitario, a los médicos, a las enfermeras, a la gente que está en la trinchera.

Yo creo que fue muy afortunado y estoy muy feliz por la salida del libro con los 60 cuentínimos que hice con REP. Y te adelanto que va a salir otro libro con los que hice yo solito con mis dibujos. Eso lo va a editar TRILCE, y ese se va a llamar Cuentínimos, a secas.

—A mí me conmovió el que hiciste para Marcos Mundstock, cuya muerte fue algo a lo que reaccionaste.

Lo trabajamos al vapor y fue muy aplaudido. El que me avisó fue REP, porque él se enteró muy pocos minutos después de que se había ido Mundstock. Antes de escribirlo, ya alguien había mencionado que le recordábamos a Les Luthiers, por el humor que estábamos inyectando desde los primeros cuentínimos; una acidez y sarcasmo, con la idea de que fuera inteligente. Esa es la biografía de Mundstock: humor inteligente.

Aunque no hizo tanto escándalo como el de la voz de Cortázar. Hubo un güey que creyó que realmente era una grabación de Cortázar y fue al periódico Página 12 a pedir una copia, porque le parecía un hallazgo. Le tuvieron que decir que era un gordo mexicano que está en Madrid echando desmadre.

—Es que tienes un repertorio de voces inmenso. ¿Sabes a cuántos personajes sabes imitar? 

Fíjate que no, pero nunca voy a poder llegar a la cifra que dominó mi padre. Él imitaba más de 100 voces. En sus años mozos trabajaba en la XEW y fue imitador. Le decían Gargantilla. Luego cambió de vida y estudió Economía y fue diplomático. Supuestamente llevaba una vida seria, pero podía imitar más de 100 voces. Además tenía el don de imitar instantáneamente. Yo más bien tuve problemas con Octavio Paz, por ejemplo, cuando se enteró de que yo lo imitaba, porque a Octavio no le gustaba eso.

 —¿Qué te decía? 

Me dijo que no tenía gracia, y entre otras cosas me dijo que no era original, con lo cual a mí me daban ganas de decirle: “Pues cómo voy a ser original, si lo estoy imitando”.

 —En tu repertorio, además de Octavio Paz y Cortázar, están Gabo, Elizondo, Mutis…

Hice también una especie de Hemingway, a un italiano raro, luego imité a Pessoa, fingiendo que hablaba portugués; también hubo una vocecita francesa por ahí. Y lo más curioso es que creo que ya me quedé sin anécdotas de sobremesa, porque aproveché para contar muchos chismes de mi familia que son absolutamente ibargüengoitescos. Ahora tendré que convivir más con mi familia en Guanajuato para poder escribir más cuentínimos.

—¿Te vaciaste de historias?

La verdad es que no se agotó. Yo creo que todavía me quedaron pendientes varios homenajes a escritores que conocí, porque escribir cuentínimos también es una manera de mostrar gratitud de haber conocido a Fuentes, a Paz, a Rulfo, a Juan José Arreola, de haber convivido con Salvador Elizondo, por ejemplo. Me quedaron muchos homenajes a los ídolos musicales que tengo injertados en la piel. Por ahí hay uno a los Beatles, a Frank Sinatra.

Y luego está el delirio de la pandemia misma, porque hay una serie de cuentínimos que se dedican a hablar de los balcones, de la gente que salía a la hora de los aplausos, hay una pareja que se cree Adán y Eva, hay una gorda que baila batucada encuerada en el balcón para mostrarse ante los vecinos.

Y hubo uno que se llama “Amarcord”, que es un homenaje a Fellini, pero en realidad lo escribí pensando en una familia española que se queda encerrada en un piso. Eso provocó que un cineasta me hablara, un querido amigo, Rodrigo García, y me propuso que hiciéramos un guión… Y estamos en ello.

Eso sería quizá el único cuentínimo que voy a alargar, porque el chiste del cuentínimo es que es un relato que no llega a cuento. Se parece más al chiste o a la anécdota o al chisme. Mis cuadernos están llenos de eso.

—Es un género muy noble, ¿no? 

Sí, pero muy difícil. Yo diría que es más difícil que el cuento, así como el cuento es infinitamente más difícil que la novela.

—Claro. Augusto Monterroso le decía a sus alumnos que para aprender a escribir cuentos primero tenían que aprender a escribir novelas.

Exacto. Yo tuve la fortuna de asistir una sola vez a su taller, porque era un taller muy selecto, y tuve el honor de entregarle uno de los cuentínimos que está dedicado a él. Es un cuentínimo de una sola línea que se llama “La fatiga”, que dice: 

“Luego de doce horas en vuelo, el viejo cerró su libro y se bajó de la hamaca”. Eso es volar. 

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