Por: Patricia Briseño
Inspirado en los manteles floreados y blusas bordadas por manos de artesanas, el pintor Rodolfo Morales (1925-2001) heredó a la comunidad zapoteca de Santa Ana Zegache, Oaxaca, la restauración del interior y fachada del templo dominico del siglo XVI, considerada una joya del arte contemporáneo, aunque poco conocida.
En 1997, Morales guio a una decena de mujeres en la restauración del templo de Santa Ana, entonces, deteriorado y abandonado; las eligió porque ellas son pacientes cuando bordan las flores que adornan las blusas típicas”, recordó la restauradora Mónica Galván, habitante de Zegache.
Dijo que la habilidad y el esmero de aquella decena de bordadoras sirvió para aprender el oficio de rescate de la pintura mural y la hoja de oro, que existe en la nave central del templo.
Otro grupo de jóvenes aprendió el rescate de retablos e imágenes, herrería, carpintería, ebanistería, escultura y yeserías, entre otros oficios; esto con el propósito de desalentar la migración a Estados Unidos.
Siendo una adolescente, Mónica atendió la convocatoria y aprendió el oficio de restauradora, apadrinada por Morales, originario de Ocotlán de Morelos, donde también rescató el antiguo convento dominico y el atrio, además de crear un museo.
Simultáneamente al trabajo de las mujeres al interior del templo, Morales intervino la fachada original, en la que, en lugar de santos, colocó floreros en los nichos”, explicó.
El artista pintó la fachada color mostaza y azul, unas diminutas figuras geométricas y los racimos de flores multicolores.
No quedó nada de la fachada del siglo XVI. Lucía más parecida a un mantel bordado con flores”, explicó Mónica, fundadora de Zegache, una incubadora de restauradores de retablos y reproductores de los marcos de los espejos antiguos.
Tras el deceso de Morales, los restauradores empíricos concluyeron el trabajo inacabado de la fachada, tal y como lo había planeado el artista, “como un mantel”.
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