Por: Israel Morales
No está de más decir que por Rolando Vera pasó gran parte de la historia dorada de la lucha libre mexicana y que sin duda sus enseñanzas siempre fueron exaltadas por figuras del pancracio regiomontano. Y es Vera además un personaje importante de la lucha libre, y toda la manifestación cultural que este deporte representa en Nuevo León.
Y es aquí donde radica, para ser precisos, la emoción de conocer al maestro que dedicó su vida no solo a luchar, sino a llevar sus enseñanzas sobre el arte del pancracio a varias generaciones, porque en este deporte no implica solo arriesgar el físico, sino poner el alma en cada duelo, para que los espectadores capten por qué es un espectáculo completo.
Por eso es más que merecido que a Vera se le haya considerado en su momento como el mejor luchador de México, de acuerdo a Miguel Ángel Moreno, biógrafo y autor del libro “Rolando Vera. Meridiano de la lucha libre” (Lucha por la Cultura-Oficio), lugar que apoyaron también cronistas del espectáculo, empresarios del medio y sobre todo los más asiduos a la lucha libre: los espectadores.
Rolando Verástegui nació en Monterrey el 1 de febrero de 1915. Desde luego los años de estudio son importantes, en su carrera como contador y como maestro en educación física, saberes que lo habrían de apoyar en ese duro camino que emprendió en el deporte y la cultura, porque eso es la lucha libre, una combinación de ambos, que el maestro supo llevar por buenos caminos.
Ángel Moreno, su amigo, parte de muchas anécdotas y de los senderos que cruzó para llegar al estrellato y reconocimiento, desde sus primeros pasos en el Círculo Mercantil Mutualista, con incipientes luchadores como Bello Kaliffa, El Tampico o Rómulo Garza hasta su llegada en 1936 a Tampico, donde nace su nombre de batalla: Rolando Vera.
No fue sencillo forjarse de un nombre, pues las batallas en el ring eran también decepcionantes, porque las pruebas eran duras, pero Vera no cejó en su intento y la cumbre que alcanzó sería para siempre: “Llegó a las grandes arenas precedido de cierta fama”. Y es con trabajo y disciplina como se forjó un nombre. Luchador de porte y de estatus, dotado de ingenio e inventiva creó llaves como su famosa palanca al brazo y castigo al cuello y a la pierna, para sellar su papel entre las distintas variantes que ofrecía un duelo de destreza sobre el ring. Si se da una lista larga de colegas y discípulos en este libro, es porque todos en un bando u otro buscaban alternar en algún capítulo de la historia con el gran Rolando Vera: El Santo, Blue Demon, René Guajardo, Canek, Rayo de Jalisco, El Matemático, Ham Lee, Tonina Jackson, Mil Máscaras, Huracán Ramírez, Gran Hamada, etcétera; todos con una dedicatoria de grandeza al maestro. A destacar que también estuvo en la inauguración de la Arena Coliseo de Monterrey el 23 de octubre de 1955 en un mano a mano contra Tarzán López, antes de que El Santo se enfrentara a Black Shadow. Su técnica y llaveos no podían tener otro lugar en donde se demostrara la trascendencia de Vera que en la pantalla cinematográfica, en la que también incursionó.
Moreno aborda su etapa como Spirit, nombre que en 1966 adquirió como enmascarado y que él consideraba como el alma, el espíritu de Rolando Vera, con el que también ofreció grandes encuentros. En el libro “Rolando Vera. Meridiano de la lucha libre” se aprecian fotos que acompañan esta travesía al inicio, con las pinceladas que la historia admite en el regodeo visual, con otras estrellas como Blue Demon, El Santo, Huracán Ramírez y un edicto de la Monumental Monterrey, en donde en la tercera lucha aparece en un mano a mano, como se debe, ante Benny Morgan.
El 5 de Abril del 2021, Rolando Vera dejó este mundo, para que su escuela sea recreada cada vez en los encordados, en los que transmitió con dignidad la lucha libre en su mejor expresión. El 5 de abril de 2002, la Arena Solidaridad de Monterrey le brindó un homenaje en el primer aniversario luctuoso, en un cartel integrado en su mayoría por discípulos del gran científico Rolando Vera.
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