Por: Reyna Paz Avendaño
La voz de Juan Rulfo (1917-1986) como crítico literario, hasta ahora inédita, se da a conocer en el libro “Una mentira que dice la verdad”, que reúne 19 textos en donde el autor jalisciense califica de subliteratura al movimiento de la Onda, donde admás presenta como grandes exponentes de la narrativa contemporánea a autoras brasileñas y donde plasma su gusto por la ciencia ficción.
“Son textos de carácter ensayístico o de entrevistas que tienen como tema la literatura. Algunos son inéditos y otros publicados, pero ya inconseguibles; están ordenados en forma cronológica, de 1956 a 1985, excepto el primero que es muy breve y que tiene una fecha incierta en la década de los 40”, expresó Víctor Jiménez, director de la Fundación Juan Rulfo.
Ese texto titulado “Acaboid (Ruinas de Chichén Itzá)” es una especie de breve presentación de un Rulfo que todavía es inédito, añadió. “Es el Rulfo que está haciendo notas en sus cuadernos y es de carácter histórico, pero con la peculiaridad de que se refiere a un escritor maya, no uno que haya existido, sino uno representado en un bajorrelieve”.
En opinión de Jiménez, el interés que puede tener la organización cronológica de los textos editados por RM es que permite conocer los gustos y pensamientos del autor de “Pedro Páramo”.
CRÍTICO DE LA ONDA.
José González Boixo, catedrático en la Universidad de León, España, expresó durante la presentación del libro que Rulfo concibió la literatura como un hecho lleno vida, como algo humano y no sólo creado a partir de técnicas.
“Para él, la literatura debía de tener vida, ser humana y contar cosas. Uno de sus lamentos que reitera en más de una ocasión es sobre la generación posterior al año de 1968. Rulfo esperaba que esos escritores hiciesen una literatura más potente, más vital. Él critica mucho a la Onda porque se va por formalismos lingüísticos de jerga de barrio y critica que son novelistas o autores que se dedican a hablar del ámbito urbano sin encontrar una literatura más profunda”, indicó.
En el libro, la Onda es un tema recurrente, añadió González Boixo, “dice que algunos de esa generación afortunadamente salieron de lo que consideraba negativo”.
Es decir, “un tipo de literatura superficial en el sentido de que frente al dramatismo con el que Rulfo había sentido lo que fue Tlatelolco, se molesta que de repente, por influencias de literaturas extranjeras y norteamericanas, empezasen a hablar de una narrativa urbana donde ocurren cosas intrascendentes, de jergas de grupos minoritarios de las ciudades”.
Al respecto, Víctor Jiménez detalló que Rulfo consideró que el movimiento del 68 pudo haber generado una renovación literaria de gran envergadura y que los escritores jóvenes de los años 70 tenían una responsabilidad encima, pero se quedaron por debajo de lo que debieron o pudieron haber hecho.
“Tomaron cualquier moda que llegó de cualquier parte del mundo y se quedaron en una literatura folclórica y juvenil intrascendente, de aquella generación sólo rescata a Fernando del Paso, dice que es el único que pudo estar a la altura del desafío y todos los de la Onda quedaron, para él, convertidos en un pequeño folclor literario”, dijo.
IRONÍA, BRASIL Y RADIO.
En opinión de González Boixo, los textos incluidos en “Una mentira que dice la verdad” son divertidos porque Juan Rulfo no hace una crítica académica pesada, se permite multitud de ironías y de humor incluso en la tragedia.
“En una conferencia impartida en Chiapas en 1965, Situación actual de la novela contemporánea, cita a 62 autores y entre ellos comenta la novela 'El soldado', del autor italiano Carlo Cassola. Dice que en la narración el soldado tiene una novia y el lector piensa que algo tiene que suceder, sin embargo, nada pasa, ni el soldado le hace nada a la novia ni la novia le hace algo a él, y al terminar de leer uno se pregunta ¿cómo es que en una narración tan extensa no suceda nada?”, narró.
Rulfo fue activo más allá de su producción literaria.
Juan Schulz, investigador y estudioso de Rulfo, mencionó el vínculo del autor mexicano con la literatura nórdica y brasileña.
“Cuando habla de autores de Europa del este menciona a Bulatovich y su novela 'El gallo que vuela en el aire', dice que eso es realismo mágico y que uno de los valores de la obra es su accesibilidad para todos. Está haciendo una figura de intelectual muy diferente a la que se estaba haciendo en esos tiempos”, indicó.
Rulfo dice que huye de los intelectuales, que se los encuentra y como que les da la vuelta, está hablando de que quiere buscar un lenguaje de la claridad, añadió Schulz.
“Lo deja más claro en la conferencia de 1980, en la UNAM, cuando dice que si se cruza con un intelectual prefiere darse la vuelta y porque está pensando al típico intelectual que está pensando en volver hermético el conocimiento, volverlo elitista. Creo que es una parte interesante de la personalidad de Rulfo como editor, divulgador y crítico, esa transparencia con la que comparte el conocimiento sin ninguna pretensión”, detalló.
Schulz también destacó el discurso que el autor leyó en su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua porque es uno de los discursos más breves y con menos citas, “eso habla de que el Rulfo que conocía la literatura de todo el mundo no tenía la necesidad de mostrar que la conocía para que sus pares lo aceptaran”.
Cada capítulo del libro nos va abriendo muchos Rulfos, por ejemplo, al divulgador y al editor, añadió.
“Vemos a un Rulfo lector de ciencia ficción, conocedor de Ray Bradbury o que habla de una lectora brasileña de ciencia ficción que sólo tiene un cuento en ese género: Rachel de Queiroz”, comentó.
El investigador agregó que llama la atención su vinculación con escritores que desde México no se les suele dar mucha visión, como los centroamericanos.
“Hay una carta a un escritor hondureño (Julio Escoto) que participó en 1972 en un concurso en el que Rulfo fue jurado y le escribe una carta diciéndole lo que él cree de su novela, hablan de literatura boliviana y Rulfo por ahí habla de literatura haitiana, literatura muy silenciadas”.
También mencionó la novela “Macunaíma”, del brasileño Mário de Andrade (1893-1945) que Rulfo calificó como el precedente del realismo mágico y ejemplo de que la mejor literatura, en ese momento, se hacía en Brasil. “Habla de Clarice Lispector y Lygia Fagundes, autoras que se están volviendo a leer y menciona a otros como Rubem Fonseca”.
Por último, González Boixo destacó los primeros textos del libro: intervenciones que Rulfo tuvo en Radio UNAM sobre literatura mexicana.
“Especialmente se centró en José Guadalupe de Anda, un escritor que parece ser le tuvo un gran afecto en el sentido literario. También le dedico palabras a Rafael F. Muñoz y Mariano Azuela”, indicó.
Autores que leyó Rulfo
Víctor Jiménez escribe que algunos autores mexicanos de los que se ocupa Rulfo en estos textos son: Fernández Lizardi, Payno, Inclán, Matos, Altamirano, Riva Palacio, Irineo Paz, López Portillo y Rojas, Gamboa, De Campo, Heriberto Frías, Abreu y novelistas de la Revolución como Azuela, López y Fuentes, Vasconcelos, Magdaleno, Campobello, Cipriano Campos, Guzmán, Yañez y otros, sin olvidar a José Gorostiza en su discurso de 1980 o a José Guadalupe de Anda y Rafael F. Muñoz. También considera a Revueltas y los de la Onda, que serían superados y desplazados por Del Paso.
* Fue recibido por el poeta y rector del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, Daniel Robles Sasso, y alumnos. Fotografía de Luis Santiago Díaz publicada en la segunda edición de “El Sol de Chiapas” de la fecha citada y obsequiada a Rulfo.
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