lunes, 7 de julio de 2008

La desastrosa danza del INBA



Por: Rosario Manzanos
REVISTA PROCESO


México, D.F., 7 de julio (apro).- Más de un año lleva el gremio de la danza contemporánea pidiendo que Marco Antonio Silva, coordinador nacional de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), sea destituido.

Hoy es claro que no hay ningún interés por parte de las autoridades del Instituto en hacerlo o cuando menos en investigar qué se necesita para promover la danza a nivel nacional.

La Compañía Nacional de Danza es la que ahora entró en una crisis nunca antes vista. Más de 70 bailarines piden la destitución de Dariusz Blajer como su director y están dispuestos a irse a una huelga con tal de parar una cadena de lo que llaman "injusticias y mal trato".

La respuesta de Teresa Franco, titular del INBA, ha sido tajante: "Blajer se queda y su puesto no es negociable."

Desde que inició su sexenio, el presidente Felipe Calderón no ha puesto la menor mirada en el sector cultural. Creyó que con colocar a Sergio Vela como presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) --su excompañero en la Escuela Libre de Derecho—ya tenía resuelto el problema heredado por Sari Bermúdez.

Sin embargo, a pesar de que Vela posee una importante trayectoria como gestor cultural, no ha logrado levantar la mole del Conaculta y mucho menos consolidar a las instituciones culturales preexistentes a las creadas por el panismo. Incluso, pareciera que la idea es precisamente ponerlas en crisis para hacerlas desaparecer e instaurar otro tipo de burocracia cultural regida por una visión no social, sino empresarial.

Pero en la danza las cosas son diferentes: actualmente, los grupos de danza contemporánea independiente intentan guarecerse bajo el cobijo, unos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y otros bajo los gobiernos estatales.

Por su parte, las compañías oficiales, parcialmente subsidiadas, se ahogan en proyectos sin sentido y no aterrizan en una perspectiva de rigor artístico, sino de algún tipo de complacencia donde, como una vez más, el arte es considerado una actividad de ornato o, de plano, prescindible.

Por lo mismo, los regímenes fiscales que entran hoy en vigencia, apuntan a que los coreógrafos, maestros y bailarines se verán obligados a buscarse más empleos mal pagados, a emigrar a otros países y, en el peor de los casos, a claudicar en hacer lo que es su
verdadera vocación.

Si la coordinación nacional de Danza del INBA y la Compañía Nacional de Danza se hunden, será sólo por la falta de interés de las autoridades culturales en primera instancia, y en segunda, por la equívoca o nula visión que tiene el presidente, las cámaras legislativas y los políticos en general de lo que es bailar.

Hoy nada se mueve en la danza del INBA. Hasta el Teatro de la Danza parece un páramo donde no se paran ni las moscas.

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