sábado, 1 de junio de 2013

Cumple La Esmeralda 70 años de brindar acceso a la enseñanza del arte




Por: Mónica Mateos-Vega
 
México, DF. La Escuela Nacional de Escultura, Pintura y Grabado La Esmeralda nació hace 70 años con la finalidad de brindar acceso al arte culto, mediante la enseñanza, a amplios sectores de la población, principalmente a las clases populares.
 
Hoy, el recinto que antes tenía abiertas sus puertas al público en general, una vez que ha profesionalizado su plan de estudios para ofrecer una licenciatura, enfrenta el reto de tener una enorme demanda (casi mil solicitantes al año), de la cual recibe apenas 10 por ciento en cada ciclo escolar. El límite de edad para ingresar es de 35 años.

El 31 de mayo de 1943, el pintor y escenógrafo Antonio Ruiz El Corcito (1892-1964), fundador y primer director del recinto, logró que la Secretaría de Educación Pública, luego de innumerables trámites, otorgara reconocimiento oficial al plan de estudios de la naciente escuela.

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Licenciatura en artes plásticas
 
El centro educativo tuvo su origen en 1927, a iniciativa del escultor Guillermo Ruiz, quien había instalado en el ex convento de La Merced la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa, que entonces dependía de la Universidad Nacional de México.
 
En los años 30, los talleres se trasladaron al callejón de La Esmeralda, en la colonia Guerrero, de donde tomó su nombre. Entre los maestros figuraban Diego Rivera, Francisco Zúñiga, Jesús Guerrero Galván, Agustín Lazo, Alfredo Zalce, Raúl Anguiano, José Chávez Morado, Frida Kahlo y Leopoldo Méndez.

Por sus aulas pasaron artistas determinantes para el país, como Rafael Coronel, José Luis Cuevas, Rodolfo Nieto, Enrique Guzmán, Julio Galán, los hermanos Castro Leñero, Roberto Cortázar, Nahum B. Zenil y Germán Venegas, entre otros.

Con el paso de los años, a la enseñanza de la pintura, la escultura y el grabado se han sumado otros medios, otras estrategias, contextos y herramientas, pero sin perder el objetivo de formar profesionales que reflexionen su entorno para poder plantear la transformación de éste, pues el sueño del artista siempre ha sido poder cambiar al mundo, señala el actual director de La Esmeralda, el artista Eloy Tarcisio, egresado de ese recinto en 1973.

Una mañana cualquiera, en la escuela se ve trabajar, muy concentrados, a los jóvenes que lograron obtener un lugar (algunos en su segunda o tercera oportunidad) para estudiar ahí la licenciatura en artes plásticas y visuales.

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Algunos dibujan con tinta china, otros modelan con plastilina su primera escultura monumental o imprimen sus grabados y litografías, mientras los maestros les enseñan a usar los hornos para cerámica, las novedades de la fotografía digital o hablan de los pros y contras de la gestión cultural.

Estudiar arte no es un pasatiempo, señala Dominica, una de las alumnas, quien viene de Polonia, decidida a terminar una carrera muy compleja, pues se debe saber de todo: filosofía, literatura, cine. No estamos perdiendo el tiempo dibujando como a veces se piensa.

Alumnos con visión globalizada
 
Hay quienes luego de varios intentos, por fin obtuvieron matrícula en La Esmeralda, como Paulina, de 19 años, quien no se ve dedicándose a otra profesión pues, explica, no soy buena para otra cosa. Me gusta la pintura, el óleo, el aceite, las texturas.
 
Libres, felices, así dice sentirse la mayoría. Los estudiantes de La Esmeralda se ríen cuando les sueltan el lugar común: pero te vas a morir de hambre como pintor. Ninguno cree eso. Alan Guevara, también de 19 años, tiene claro lo que espera de su carrera: “Formamos parte del proceso de la percepción social, somos como la vieja gritona que señala algo y dice ‘ahí está, ahí está. No sé qué es, pero ahí está y quería gritarlo’. Es decir, servimos de filtro, procesamos y soltamos eso que a veces los demás ven importante, pero que a final de cuentas no sirve para nada. Suena un poco escandaloso, pero a nosotros nos parece divertido partir de esa idea, para respetar la parte lúdica del arte y desde ahí, mediante los procesos que aprendemos, abordar todos los soportes, proponer algo. Todos mis compañeros y yo esperamos vivir de lo que hacemos, ya sea de la producción, la gestión o la cátedra”.

En términos generales, los actuales alumnos de La Esmeralda, en contraste con las generaciones que asistían a la escuela que se ubicaba en la colonia Guerrero, si bien cuentan con mayor información visual, tienen una concepción parcial del conocimiento. Para ellos, mirar unos segundos una imagen en Internet, es conocerla, pero eso no basta. No obstante, sus motivaciones para estudiar arte, siguen siendo las mismas. Es curioso que digan que aquí se sienten libres cuando están sometidos a una disciplina de trabajo. Pero, los alumnos de ahora, para bien o para mal, tienen una visión más globalizada, considera el profesor Ricardo Morales, quien tiene casi 24 años como docente.

El maestro recuerda que en 1984 La Esmeralda tenía cuatro grupos de primer año, con 120 alumnos cada uno. “Por esa demanda, poco a poco, la escuela se volvió más selectiva, pues antes los directores tenían la idea de dejar entrar a todo mundo y que con el tiempo algunos desertarían.

“Un porcentaje significativo de los alumnos que sí siguieron estudiando aquí sí se dedican al arte, quizá no como creadores, pero si como docentes o gestores culturales. Las nuevas generaciones ya no entran aquí sólo para ser pintores o escultores, sino para convertirse en artistas visuales; esto les amplía el panorama.

Estudiar arte brinda el privilegio de tener una voz interna, social o grupal que es testimonial, que habla en el presente. Además, somos capaces de construir imágenes que pueden tender puentes entre las generaciones que nos antecedieron y las que vienen. Dedicarse toda la vida a eso es una gran fortuna.

Congreso y exposiciones
 
Morales afirma que no obstante las críticas a la poca funcionalidad del inmueble, las condiciones idóneas para el aprendizaje del arte en La Esmeralda, y en cualquier otra escuela, sin duda, la ofrecen los propios alumnos, no los docentes, ni las instituciones, mucho menos un edificio. Si no hay alumnos que tengan una idea de lo que puede ser su práctica artística y personal, nada ni nadie lo va a poder hacer.
 
Desde hace unos meses se han realizado diversas actividades para celebrar las siete décadas de La Esmeralda.

Este viernes 31 de mayo, la fecha exacta del aniversario, en el recinto habrá una comida a la que están invitados todos los artistas que han pasado por sus aulas, como alumnos o maestros, a los que se ha invitado a llevar una obra para ser expuesta en ese momento y subastarla.

Los festejos continuarán durante junio con un congreso sobre educación artística y exposiciones, entre ellas, una magna muestra en el Museo de Arte Moderno (Reforma y Gandhi, Bosque de Chapultepec).

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