Este año, en la bodega del Instituto Cultural de México en España aparecieron crónicas olvidadas de Amado Nervo (1870 – 1919) que versan sobre barrios y vida madrileña, señaló Jorge F. Hernández, director del instituto. “Por la pandemia y un tema de presupuesto no pudimos editarlo, pero queríamos hacer un pequeño libelo con las crónicas que estaban ahí, olvidadas en la bodega”.
Durante la mesa Amado Nervo en el mundo, realizada por el Festival de Letras en Tepic en el marco del 150 aniversario del nacimiento del poeta, Jorge F. Hernández puntualizó que las crónicas halladas son el resultado de su ejercicio cotidiano de escritura pues Nervo no separó su escritura de sus diversos cargos diplomáticos.
“Me lo imagino como el inquieto poeta que oteaba la realidad para tratar de versificar. No sólo la prosa brotó del paseo, sino también la poesía”. Hernández explicó que muchos escritores del modernismo tenían paseos pensantes, es decir, escribían en silencio y llegando al cuaderno o a la reciente máquina de escribir, vertían lo que habían observado al caminar, como lo hizo Amado Nervo.
El escritor Pedro Ángel Palou destacó que en Madrid -donde vivió de 1905 y 1918-, Nervo siempre se sintió cómodo. “Nervo es un hombre de provincia, si uno lee las crónicas de Madrid de Alfonso Reyes, él está provincializando totalmente España para cosmopolitizar su Atenas local, una estrategia maravillosa de Reyes; pero Nervo está muy cómodo porque Madrid entonces era una provincia y se sentía en Mazatlán. Amado Nervo se sentía cómodo con las cosas pequeñas”.
Por ello, señaló, la poesía del escritor nayarita es íntima. “Siempre es de las pequeñas cosas, como los fragmentos líricos dentro de su labor diplomática”. Respecto a los cargos diplomáticos, señaló que el primero que asumió -en España- lo hizo con modestia y el último -en Uruguay- lo hizo como el laurel de un poeta.
“El problema de aceptar un cargo público es cómo no dejar de ser el que uno es, es decir, la burocracia regaña mucho cuando se dan cuenta que en el fondo no se es burócrata y Nervo no lo era; tampoco fue un oportunista”, destacó Jorge F. Hernández.
Nervo nunca dejó de ser el oriundo nayarita y eso también lo salva para que no se lea con ínfulas, es decir, no es quien conquista parís y se siente más parisino, añadió. No obstante, la literatura de Nervo tuvo que ser rescatada por José Emilio Pacheco en 1965 ya que la generación que lo sucedió no lo valoró.
“Le toca vivir es un relevo generacional que lo tacha injustamente como cursi o perfumadito, de una lírica caduca, como si estuviera entregado a la rima y punto. Eso fue muy injusto, es decir, el relevo generacional revolucionario fue mucho más justo con el pretérito, que los que heredaron del modernismo y lo vituperaron”.
Finalmente, añadió que en todos los géneros que exploró Nervo se logra asomar su poesía. “Con él sucede lo que con pocos poetas, se le nota en lo que haga, así sea una crónica, la pluma del poeta”.
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