viernes, 26 de junio de 2015

El territorio Filomarino.



 
Por: Francisco Morales V.
 
El marco es discreto, pero no así la fotografía. A kilómetros del suelo, una bailarina desconocida levanta tres extremedidades hacia el cielo y se queda balanceada en la punta de un pie, peligrosamente cerca de la orilla, sobre una cúspide rocosa de la Sierra Nevada, en California.
 
La línea del horizonte se pierde entre las nubes que han sido alcanzadas por los riscos.
 
 
No es difícil imaginar a la coreógrafa Rossana Filomarino mirando esa fotografía en la pared, un regalo de sus alumnos del Ballet Nacional de México. Está a pocos días de cumplir 70 años de vida, 50 de trayectoria y 25 de que fundó su compañía DramaDanza, y la imagen es signo de una carrera que será celebrada en julio en el Palacio de Bellas Artes.
 
 
"Sí, me importa decirlo, porque es algo que se está perdiendo", acota cuando se le pregunta por un concepto que ha defendido siempre: la ética frente a la danza. "Cualquier persona que se presente en un foro tiene esa responsabilidad de entrar en un territorio sagrado".
 
 
Con más de 70 coreografías realizadas -ella estima 74; ya perdió la cuenta-, Filomarino ha buscado dar el ejemplo. Como maestra y directora exige profesionalización y compromiso; como intérprete y coreógrafa, pasión con inteligencia.
 
 
"La profesionalización implica esto: tener, por supuesto, una técnica que me permita dominar el cuerpo para que éste sea un instrumento; después, tener la capacidad, tener ideas, para saber qué es lo que quiero decir con mi cuerpo, con el instrumento bien afinado", define.
 
 
Son apenas perceptibles, pero aún quedan en el habla de Filomarino algunos rasgos de su italiano materno. Nació en Roma, en 1945.
 
 
"Aunque nací allá, Italia no era mi territorio. Mi territorio es aquí, y siempre ha sido aquí, durante toda mi vida profesional", suelta, mexicana.
 
Comenzó a formarse en la Accademia Nazionale di Danza, pero fue en Nueva York, en la Escuela Martha Graham, donde aprendió la técnica que enseña y que compartió con quien fuera otra de sus grandes maestras: la vanguardista Guillermina Bravo.
 
 
A los 20 años, tras una breve incursión como directora en Italia, Filomarino se integró a las filas del Ballet Nacional de México, bajo la tutela de Bravo. "Siento que lo que ella me dejó a mí lo estoy dejando a otros, y eso es muy poderoso. Es la manera de reconocer a un maestro. Es un agradecimiento. Ella supo ver en mí lo que yo no sabía ver todavía".
 
 
Antes de DramaDanza, tuvo su verdadera prueba como directora en Xalapa, al frente de la Compañía de Danza de la Universidad Veracruzana. Era una época distinta, anterior a los profundos recortes presupuestales a la cultura.
 
 
"Es un tiempo que añoro, por las facilidades... Bien quisiera tener eso ahorita. Tenía un sueldo suficiente. No era grande, pero suficiente para hacer lo que queríamos hacer".
 
Para la celebración, la coreógrafa repondrá las reconocidas A mis soledades voy (1997) y Los jardines del alma (2007). El estreno que alista se llama, adecuadamente, Ditirambos, como las composiciones festivas de los griegos.
 
 
"El tono es celebratorio, aunque haya momentos de soledad, de reflexión", comenta.
 
 
Aun cuando festeja, Filomarino no deja de lado esa conciencia de que la felicidad tiene un reverso al que no le ha dado miedo acercarse.
 
 
Entre las funciones más memorables de su carrera está aquella de ¡Ni una más! que ofreció en Ciudad Juárez, la urbe que enterró a las mujeres por las que se grita danzando. "Todavía se me eriza la piel", revive.
 
 
Otra de ellas, por la fecha, también vuelve a la memoria. Hace poco más de 50 años, enfundada en un atuendo que aborrecía, Filomarino puso los pies en el escenario de Bellas Artes y miró hacia arriba. "Visto desde adentro, si no tienes ese aplomo que adquiere uno con los años, (Bellas Artes) te aplasta. Miras hacia arriba, todos esos metros, y te preguntas '¿Cómo voy a llenar esto?'", rememora.
 
 
Pero lo llenó, y su compañía hará lo propio el 31 de julio y el 1 de agosto. No se espera menos de quienes son enseñados a bailar como si se balancearan, en una sola punta, a la orilla de un risco. El programa mismo lo muestra: se llama Danza al filo.

No hay comentarios: