lunes, 6 de octubre de 2014

La Internet nos ha vuelto más estúpidos”, dice autor español Jordi Sierra I Fabra

 
 
“La Internet nos ha vuelto más estúpidos”, asegura el escritor español Jordi Sierra I Fabra en entrevista llevada a cabo en el marco del Hay Festival que concluyó ayer en Xalapa.
 
Prestigioso autor de numerosas obras de literatura infantil y juvenil tiene dos fundaciones con su nombre –una en España y la otra en Colombia-, a través de las cuales  realiza proyectos para ayudar y orientar a jóvenes escritores, promover la creación literaria y fomentar el placer por la lectura.
 
Nacido hace 67 años en Barcelona, durante mucho tiempo fue un reputado crítico musical, hasta que decidió atender su vocación literaria y dedicarse de lleno a la escritura. “He nacido escritor”, afirma con convicción y mucho, mucho entusiasmo.
 
No tiene Twitter ni Facebook y aconseja a las personas que quieran saber más sobre él que visiten su página oficial (www.sierraifabra.com) y que no se vayan a la Wikipedia, “que está llena de errores”.
 
Con millones de libros vendidos en su país, tiene también una gran cantidad de lectores en Latinoamérica, un sitio que visita con frecuencia y donde hace unas semanas ha sido objeto de un homenaje llevado a cabo en Medellín, Colombia.
 
Una actividad incesante y un deseo de disfrutar la vida a cada instante convocan su energía imparable. Sólo este año se estrenó el musical Campo de fresas, basado en su novela homónima, al tiempo que el cineasta David Menkes dio a conocer Por un puñado de besos, basada en la novela Un poco de abril, algo de mayo, todo septiembre y con Ana de Armas y Martiño Rivas de protagonistas.
 
En Xalapa, sede de la quinta edición mexicana del Hay Festival, Jordi Sierra i Fabra paseó sus camisas de seda floreadas, su buen decir y su verborragia irrefrenable. Es de esos escritores a los que es fácil entrevistar por la disposición que tienen a transmitir su mensaje más allá de los libros, muy cómodo en su condición de figura pública.
 
“Estoy acostumbrado a llegar a un sitio y tener una maratón de entrevistas. Como hablo mucho, tengo problemas cuando me dicen: – Sólo tienes 10 minutos. Mis respuestas suelen durar 15 minutos, así que ya verás”, confiesa con una sonrisa.
 



Te sorprende que seas tan leído en Latinoamérica?
–No, para nada. Le aposté a Latinoamérica desde el principio de mi carrera y le aposté mucho, la verdad. Cuando era crítico musical viajaba entre Los Ángeles, Londres, Nueva York…puro rock, de concierto en concierto. Vivía como periodista vip, viajando en Concorde, alojándome en hoteles de lujo, subiendo y bajando de las limusinas. Pero a los ocho años de edad yo escribía, llegué incluso a hacer una novela de 100 páginas, imagínate, tan pequeño…así que lo mío es vocacional, he nacido para ser escritor. Me metí en la música para ser conocido y cuando lo conseguí, dejé la música y me dediqué a la literatura. Y desde los inicios como escritor quise patear Latinoamérica entera, porque sabía que la riqueza que iba a encontrar sería inconmensurable y no me equivoqué. Me encantan la comida, la gente y cómo me reciben. En España soy un tío normal, pero en Latinoamérica me quieren mucho.
 
–Tal el estado de la música actual, podríamos decir que te retiraste a tiempo
­– Sí, la verdad es que no estoy muy al tanto de lo que sucede, pero viví un tiempo de la música muy potente e irrepetible. Cuando yo era joven, me iba a pie a la escuela para poder ahorrar y comprarme un disco; al llegar a la tienda, te llevabas un disco de Pink Floyd, pero te quedabas sin comprar el de Traffic, el de Emerson Lake & Palmer o el de The Who. Lo más importante de la música pasó entre 1968 y 1974. Y eso ya no volverá.
 
–Después de todo lo que viste, ¿podrías cerrar los ojos y recordar un concierto?
–El primero que viene a mi mente es el de King Crimson en España, cuando todavía vivía Franco. Salías flotando. Luego recuerdo el primer concierto que dio Bruce Springsteen en Barcelona. Ahí saqué la mejor foto de mi vida, que ahora está expuesta en un museo en Medellín, Colombia. Hay algunos inolvidables de Peter Gabriel con Génesis…claro que si empiezas a recordar no paras.
 
 
–De regreso a la literatura, ¿qué hace falta para escribir una buena historia juvenil?
–No sé. En mi caso, ser honesto y sincero. Escribo lo que siento, nunca obedezco a los editores y de hecho tengo varios libros sin publicar porque no he querido cambiar una palabra. Toda mi obra está aquí (saca dos USB del bolsillo de su saco) y tengo más de 40 libros sin salir. Nunca hice un libro por dinero, lo gano porque los vendo. Y los que no pueden salir porque los temas son considerados fuertes o prohibidos para los niños, así quedarán, pero no los cambiaré porque sería traicionar mi ética. Hoy un niño puede ir a ver una película que no entiende, puede matar a 400 personas en un videojuego, puede ver todo el sexo que quiera en Internet, pero no puede leer una novela donde todas esas cosas son explicadas con sumo cuidado y elegancia. Se ejerce censura sobre los libros, pero en el resto de las cosas no, cuando son los libros los que te abren la mente y te dan el poder de pensar.

–Cualquiera pensaría que te publican todo a estas alturas del partido…
­–¡No, qué va! Tengo un montón de libros prohibidos. Ahora acaba de salir en España la película Por un puñado de besos, basada en una novela mía que tardó nueve años en publicarse debido a que cuenta la historia de una joven infectada con el virus del SIDA por haber hecho el amor sin usar preservativos. En España hay un gobierno de derechas feroz y además el Gran Hermano Yanqui sigue mandando en el mundo cultural.

–También se habla de que los humanos de hoy somos un poco más estúpidos que los de ayer
–En todo hay ying y yang, bueno y malo. Por ejemplo, Internet nos ha hecho muy estúpidos. A más información, mayor desinformación. Tengo una página web puesta al día… ¿dónde busca la gente información sobre mí? A Wikipedia, que está llena de errores. Hemos reducido todo a 140 caracteres en Twitter, que es como decirle a alguien: Haz el amor, en 20 minutos, 30 segundos 5 décimas. En Internet, hay gente que lo quiere ver todo y al final no ve nada.

–¿Cuál es el estímulo para seguir escribiendo con todo lo que ya tienes escrito?
–Mientras esté vivo. Soy un entusiasta de la vida, de respirar cada día. Lo último que acabo de escribir, precisamente, es un ensayo sobre la felicidad. Tuve un cáncer y el médico un día me preguntó qué había hecho al día siguiente de recibir el diagnóstico sobre mi enfermedad. Nada distinto al día anterior, le contesté. Mientras estés vivo, haz de hacer algo y lo mío es escribir.

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