Otro don de Cuba al mundo ha sido, y es, su música popular.
Engendro de negros y blancos, producto mulato. . .
Esas músicas mulatas que se dan en Cuba
Como las palmas reales. . .
Por: Alfonso Hiram García Acosta
AGRADECIMIENTOS:
A Alfredo González Tamayo, Luis Pastor Alvarado Alonzo, José Loyola Fernández, Humberto Rodríguez Manso, Ramón Rodríguez, Israel Martínez Zapata, Aldo Baqueiro, Flora González Renda, César Portillo de la Luz, Lucy Provedo, Jesús Gómez Cairo, Rosita Fornés, Pablo Milanés, Nelson Camacho, Silvio Rodríguez, José Ruiz Elcoro, Elio Orovio, Francisco Speck, Santiago Moreau Jardines, Alina Menéndez Gómez-Lubián, Alicia Perea Masa, Hugo Altez, Paola de Martino, Iván Rubio, Francisco Sobero “Tanicho”, Vicente Garrido, Oscar Chávez, Frank Domínguez, Armando Díaz Varela “Puchito”, Nicolás Rodríguez Guillén, Esther San Juan, Marta Valdés, Ileana Cortés, Sergio Cuevas, Gregorio Hernández, Manuel Balam, Carlos Rosel, Gualberto Trejo, Felipe Serrano, Augusto “Guty” Lara, William Gómez Moreno, Beatriz Heredia, Alejandra Casillas Romo, Bárbara Elías-Calles, María Esther Pérez Gutiérrez, Alicia Valdés Cantero, Rosendo Ruiz Quevedo, Enrique Monnier, Emidgio León, Rodolfo de la Fuente, Tamara Sevila, Manuel Sevila, Urgeliers León, Víctor Celis, Manuel Rubio, Mónika García Durán, Wolfang Jacob Atamorós, Rosa Alicia, Wendy Argáez, Gregorio Brito, Elizabeth Pérez Cruz, Wachy Bates, Nancy y Conchy Roche, Silvia Kater, Fernando Rivas, Jorge Armando Lara Llanes “Juan Aborigen”, Silvia Albornoz, Miletza Garza y otros que han significado en algún momento de mi vida cultural en América y Europa.
In Memoriam:
Félix Guerrero, Joaquín Mendive, Enrique Jorrín, José Antonio Méndez, María Teresa Linares, Esther Borja, Rafael Cueto, Guadalupe Rey, Abel Domínguez, Ramiro Domínguez. Alberto Domínguez, Felipa Acosta Franco, Argeliers León, Amparo Ochoa, Amparo Montes, Alfonso García Peniche, Margarita Acosta Franco, Carlos Marrufo, Serafina Domínguez, Alicia Acosta Franco, Gerónimo Baqueiro Foster, José Antonio Méndez, Noemí García Palmerín, Rafael de Pau Canto, Francisco López Rodríguez, Humberto Lara y Lara, Leopoldo Peniche Vallado, Carlos Canto López, Carlos Duarte Montes de Oca, Arturo Erosa Barbachano, Marcial Cáceres Ortiz, José Barrera, Ermilo G. Cantón, Carlos Duarte Moreno, Luis Luna Guarneros, Luis Armando Trejo Cardós, Luis Felipe Ortiz Martínez, Conrado Peniche Sierra, Pastor Cervera, Juan Acereto, y muchos otros musicólogos, compositores, músicos e intérpretes que me llevaron de la mano por el mundo de la música.
AHGA.
Como investigador y creador de letras, y de algunas líneas melódicas, he sentido siempre la motivación hacia la cultura popular cubana y la de nuestro país, y con ambas siempre he mantenido un estrecho contacto.
Vivir ese atractivo, rico y complejo mundo sonoro de polirritmias y politimbres percusivos, de cantos puros y mestizados, de voces de colores sonoros típicos, ásperos, brillantes y hasta “latosos”, ese sincretismo musical “acumulado”, ha proporcionado la influencia para incursionar una vez más en alguna variante del tema del género “Bolero”.
Esta relación viva con la música folclórica y popular tanto en México como en las Antillas –en especial Puerto Rico, Santo Domingo, Jamaica y Cuba– me ha dado la posibilidad de investigar y profundizar en el estudio de la música bailable y en particular en el Bolero.
El propósito fundamental de esta obra es abordar otras aristas desde la perspectiva de la música popular bailable en México y en la Antilla Mayor. Establecer los nexos que vinculan el Bolero con los géneros más universales de la música bailable cubana resulta insoslayable si se pretende profundizar en la problemática de extraordinaria riqueza y complejidad que abarca este género, el más popular de la cancionística que ha engendrado Cuba y que llega en una fusión transcultural a México, vía Puerto Progreso.
Al mismo tiempo buscaremos descubrir, mediante el análisis comparativo, los factores de diversa índole –sociales, culturales y técnico-musicales– que han incidido en su vigencia, desarrollo y perdurabilidad en el gusto de los contemporáneos, en cada una de las épocas por las que ha transitado.
El estado de las investigaciones sobre el Bolero abarca diferentes aspectos entre los que sobresalen el historiográfico, el sociológico, el biográfico, el análisis literario –con un peso muy importante en la recopilación de textos que tienden a la conformación de cancioneros–, la compilación de partituras, las entrevistas a autores, compositores y cantantes de género, el anecdótico, el cronológico-gráfico a través de fotos con breves reseñas, y diversos análisis musicológicos.
Otro de los propósitos es lograr un mayor interés de los investigadores por esta temática que, por su riqueza, brinda un amplio campo para profundizar sobre la música bailable cubana, que es la raíz de nuestra danzaria musical y la trovadoresca peninsular, sobre todo en los aspectos que tratan acerca del estado comparativo del elemento bailable en la habanera y el bolero, los distintos modelos morfológicos de las secciones, atendiendo a la relación de los modos mayor-menor; el denominado “danzón cantado”; la relación genérica bolero y son, la línea melódica en el bolero-mambo, el pre-montuno del danzón-cha y la génesis del bolero-cha, el bolero dentro de la sección del montuno danzonero, la influencia de los formatos instrumentales más característicos de la música cubana bailable, y los enfoques más contemporáneos sobre el bolero que han aportado los autores e intérpretes de las agrupaciones musicales en los últimos períodos de esta praxis musical.
Intentaré en este conversatorio hacer un análisis sintético comparativo de tipo melódico, armónico, rítmico, métrico, tímbrico, instrumental, vocal, morfológico, literario, estilístico-expresivo, histórico, y otros.
Precisamente el Bolero sobresale en el contexto de la cancionística por la presencia de todos esos elementos, entre los cuales el ritmo de motivos cubanos que sirve de base a la lírica vocal lo diferencia de las restantes expresiones de la canción.
Otro de los elementos a tomar en cuenta es el baile en su función social –no solo como expresión artística– en el contexto de la sociedad en sus distintas épocas.
El baile de salón en Cuba, como evento sociocultural, ha sido uno de los factores de influencia en la dinamización del fenómeno música bailable, en su proyección y evolución. Ya en el siglo XVIII el baile de salón aparece como contraposición al ballet de cour, aunque este último mantendría su hegemonía durante mucho tiempo como baile de cuadros.
La contradanza tuvo un arraigo muy profundo en la sociedad cubana, hasta muy entrada en la segunda mitad del siglo XIX, en que comienza a emerger el danzón (1879) como baile de salón en forma de pareja.
El baile como elemento de recreación y de relación social en Cuba desde el siglo XVIII ha venido ocupando un lugar destacado. Tiene su continuidad en las sociedades de recreo que se establecieron y proliferaron en toda la Antilla Mayor a partir del siglo XIX, y que fueron aumentando su presencia e influencia a medida que fue avanzando el siglo XX.
Casi al mismo tiempo, en nuestro solar peninsular las sociedades coreográficas y danzarias marcan un hito social en el que se establecían las mismas diferencias sociales, culturales y étnicas que en Cuba. Sin orden cronológico mencionaré “La Lonja Meridana”, “Palacio de la Condesa”, Sociedad “La Unión”, el “Centro Campechano”, el “Country Club”, “Bancarios”, “Centro Libanés” y, a mediados del siglo pasado, la juventud se identificó con los clubes sociales como el “Brownie Club”, “Cachorros”, Shangai Club”, “Modelo”, “Instituto Comercial Bancario”, “Happy Spring Club”, “Edén Concert” y los Clubes de servicio como “Leones” y “Rotarios”. Habían los populares como la Sociedad Coreográfica “Paz y Unión” que tuvieron vigencia en las ciudades de Mérida, Motul y Calkiní, así como algunas sociedades en algunas principales ciudades de Yucatán y Campeche.
En la ciudad de Espita aún se encuentra la Sociedad Cultural y Coreográfica “Progreso y Recreo”; en Izamal, el “Club 13”; en Temax, el “Club 15”; en Calkiní, Campeche, el “Club Reidy” y “Aurora”, sociedad que contaba con su propia orquesta; “Luz y Armonía” en Hunucmá; Izamal contaba con dos sociedades: “Unión Juvenil Obrera” y “Cultura Itzalana”; en Tecoh, “Auténtica Gardenia”. En nuestra Mérida esto se daba en los salones populares como el “Jardín Carta Clara”, “Montejo”, Salón “Caribe” en el barrio de Santiago, y las sociedades como “Paz y Unión”, donde los “mestizos” abrían sus secciones con lanceros y contradanzas, y donde los bastoneros acompañaban a las señoritas bailadoras y a sus damas acompañantes hasta sus lugares designados, y los jóvenes se acercaban para que fueran anotados en sus carnets, para que se les concediera algún baile de la noche.
Continuará…
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