domingo, 12 de abril de 2015

Mikhail Rudy, su piano le rendirá tributo a los colores

Foto:  Eduardo Jiménez
 
Por: Luis Carlos Sánchez
 
Siempre que Marc Chagall (1887-1985) pintaba, lo hacía escuchando música. “Varias veces utilizaba metáforas musicales; por ejemplo, a la gente con que trabajaba le decía: ‘no, no me gusta; por favor hagan que se parezca a la música de Debussy’. Para él la música es lo mismo que buscaba en la pintura, es decir, algo inmediato e imposible de explicar con palabras, pero al mismo tiempo misterioso”, cuenta el pianista ruso Mikhail Rudy (1953).
 
 
Rudy, egresado del Conservatorio Chaikovski de Moscú, tuvo la fortuna de ser invitado por Mstislav Rostropóvich —en su primera actuación fuera de su país, después de pedir asilo en Francia— para participar en un concierto junto a Isaac Stern, tocando el Triple concierto, de Beethoven, organizado por el cumpleaños de Chagall. Era 1977 y desde entonces el pianista conservó la amistad del pintor francés de origen bielorruso.
 
 
“Tuve gran amistad con él hasta su muerte en 1985; me invitó para dar varios conciertos y pasé varios días con él, tuve muchas oportunidades de hablar con él y mantengo una relación muy estrecha con sus familiares”, cuenta. De hecho, Rudy es el pianista de la familia Chagall, a quien siempre le invitan para tocar en sus festividades. Ellos fueron también quienes le invitaron a crear Chagall. El color de los sonidos, una cinta compuesta por diferentes bocetos, pinturas y dibujos animados del pintor, acompañados con la música de compositores como Gluck, Mozart, Wagner, Debussy y Ravel.
 
 
Antes de trabajar en ese proyecto, había estado interesado en el llamado “arte total”, que exploró Vasily Kandinsky. De él realizó la reconstrucción del filme que hizo en la Escuela de la Bauhaus en 1928 a partir de las obras más conocidas de Modest Mussorgsky. Kandinsky puso sus pinturas, basadas en formas geométricas, colores, líneas y luces, para que fueran presentadas al ritmo de la partitura, logrando un ensamble que se considera una obra maestra de “arte total”. La reconstrucción de Rudy fue producida por el centro Pompidou, donde también se exhibió.
 
 
“Lo hice una vez, pero nunca pensé que lo volvería a hacer. La nieta de Chagall me invitó para el 40 aniversario de la apertura del museo de su abuelo, ella había visto la película de Kandinsky y me preguntó si podía hacer algo parecido para Chagall. Pensé mucho, me dio mucho miedo y le propuse que se eligiera a los compositores del plafón de la Ópera Garnier de París, donde Chagall pintó algunas escenas”, cuenta.
 
 
Un concierto que incluye en su segunda fase Chagall, el color de los sonidos será ofrecido hoy por el pianista en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso como parte de las actividades de la última jornada del Festival del Centro Histórico de México. La influencia de la música en el trabajo del pintor, dice, era total. “Para él, Mozart era la imagen que asociaba con el ángel; era como si la música de Mozart estuviera escrita por una fuerza superior”.
 
 
La experiencia que busca Rudy con su trabajo intenta potenciar la emoción que la música provoca en cualquier ser humano. “Es el sentimiento puro. Mendelsohn escribió que la música es demasiado precisa para ser explicada con palabras; la gente debe sentir ese choque emocional, pero en el caso de la reunión de las diferentes artes mi objetivo es que la gente lo viva sin pensarlo, que no se pregunten de qué se trata”.
 
 
Rudy ya lo tiene claro: “Veo todo a través de la música, es mi manera de saber y conocer; a mí las artes me alimentan: busco en la literatura, la poesía, ese choque emocional que procura la música, pero eso no le quita que cada tipo de arte tiene su especificidad. El arte total será siempre una ilusión, una utopía, pero es interesante ir lo más lejos posible en esa reunión de las artes”, dice.

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