El narrador y dramaturgo Hugo Hiriart. Foto: Karina Tejada
Por: Virginia Bautista
El sueño disloca todo lo que roza y, al dislocarlo, lo hace nuevo y fresco. Permite penetrar en la pesada estructura de nuestra vigilia, en la aburrición de lo rutinario. El sueño no se construye ni se inventa, simplemente sucede. “Es lo que ocurre cuando la imaginación toma el control”, afirma Hugo Hiriart (1942).
El escritor y dramaturgo hurgó durante muchos años en este suceso “enigmático” producto de la imaginación y la memoria juntas, que no comienza ni acaba, que no se puede narrar ni resumir, en el que no hay gobierno ni censura. Y en 1995 publicó el ensayo Sobre la naturaleza de los sueños (Era).
Hoy, 23 años después, el académico mexicano sigue pensando lo mismo sobre esta especie de juego que no sólo se da mientras dormimos, sino también desde la vigilia. “Los sueños son enigmáticos, emblemáticos, parece que te están diciendo algo, pero no. Tienen una estructura muy rara. Los sueños son el más enigmático de los trabajos de la imaginación”.
El novelista ofrece en este título una disquisición “inteligente, alegre y sencilla” sobre la naturaleza de los sueños. “Este libro fue escrito en soledad, sin comentar con nadie, sin fichas, las detesto, llenando a mano, una tras otra, las cuartillas blancas”, explica el autor sobre su procedimiento de trabajo.
¿Cómo nacen los sueños? ¿Por qué y cómo ocurren? ¿Cuánto duran? ¿Qué significan? ¿Cómo los recordamos? Estas son algunas de las preguntas que busca responder el volumen que Era acaba de reeditar dentro de su colección Alacena de Bolsillo.
El profesor e investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México afirma en entrevista que “los sueños son absolutamente democráticos. Un niño y un adulto sueñan parejo, no hay talento para soñar, no sueñas mal o bien, todos soñamos bien, es la absoluta democracia”.
Quien ha abordado en su ensayos temas como las telarañas, la imaginación, vivir y beber o el arte de perdurar aclara que “el valor emotivo, sentimental y aún pasional de los sueños no se puede transmitir. La mitad de un sueño es lo que sabes, no lo que experimentas. Como no es una narración, no se desarrolla en el tiempo, no se puede guardar. Por eso es fugaz y se olvida”.
Dice que el modelo de los sueños es la música, porque ésta transcurre en un presente continuo cargado de destalles. “El sueño es la música nocturna, la serenata que oímos mientras estamos dormidos. La música es perfectamente clara y perfectamente inexplicable”.
Hiriart acepta que los sueños son una especie de isla en la que somos libres. “Todo mundo piensa que son imágenes, pero no, éstas son sólo una sombra, un acompañante ligero y ocasional”.
Incluso rechaza que modifique algo este mundo lleno de imágenes del siglo XXI. “En el sueño, lo decisivo no es lo que ‘veo’, sino lo que ‘sé’, porque lo que ‘sé’ rige lo que ‘veo’. Lo que ‘sé’ en el sueño opera como cuando en la vigilia me sitúo”, apunta.
De esta forma, el autor de tres obras de literatura infantil revalora a los sueños como un trabajo imaginativo en el que aflora la verdadera identidad, la individualidad, el ser profundo.
Niega que el mexicano sea un pueblo muy soñador, como se cree. “Soñar es como estar en la Luna. Y no puedes estar en la Luna en un país con esta violencia”.
Este libro, además, constituye una refutación –juguetona y audaz– de todas las teorías sobre los sueños: ni Freud, ni Jung, ni los profetizadores, ni los chamanes, ni los neurólogos son vindicados en estas páginas.
Tuve un sueño hace 50 años que aún vuelve sobre mí. Es un sueño feliz. No recuerdo qué era, pero la sensación de los sueños puede durar años”, concluye.
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